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ABC MADRID 10-08-1987 página 3
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ABC MADRID 10-08-1987 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 10 DE AGOSTO DE 1987 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA STE país nuestro, que se halla a la cabeza de bien pocas cosas, puede alardear de una primacía poco honrosa: la de los juegos de azar. Hartos de metafísicas calderonianas, los españoles hemos optado por la desenfadada apuesta de D Annunzio: ¿Quién ha dicho que la vida es sueño? La vida es un juego ABC ahorros. Estas gentes sencillas, transformadas en alocados inversores meramente intuitivos, se han contagiado de la fiebre del juego sin prever que pueden quedar sumidos de improviso en la ruina cuando los estrategas subterráneos marquen la hora de pulverizar los precios actuales. Se habla de miríficos y exóticos inversores, jaleados por la televisión en los términos más puros del triunfalismo económico franquista, dispuestos a volcar el cuerno de la abundancia en el río revuelto de nuestro raquítico mercado de valores. La endeblez del sistema permite que cualquier aventurero foráneo ¿foráneo? provoque un desmedido movimiento alcista, venda lo adquirido en el momento más propicio y salga con sus dineros archiaumentados sin importarle un bledo que las cotizaciones se despeñen en el abismo. Lo peor no es que se alcen otros con el santo y la limosna; encima los españoles pasaremos por tontos de capirote. Pidamos a esos oportunistas, cuando se estén riendo sin recato de nosotros, que no nos dispensen su piedad. Que imiten al ministro francés que desdeñosamente acaba de decir en la Asamblea Nacional: España se ha convertido en una almoneda Bien sabe Dios que quiero equivocarme de medio a medio, pero los signos de la calamidad anunciada no pueden ser más explícitos. Las acciones de empresas técnicamente en quiebra, empresas que no repartirán p r e v i s i b l e m e n t e un c é n t i m o de dividendo en mucho tiempo, han subido como la espuma, escandalosamente sobrevaloradas para beneficio de quienes han provocado la especulación, y también de algunas élites que disponen de una información tan excepcional como indefectible. Pero repito que allá se las compongan quienes se obstinen en perder la camisa en la Bolsa REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 28006- MADRID E EUFORIA EN LA BOLSA Nadie tema que me disponga a entrar en los considerandos éticos del fenómeno. Allá cada cual con su conciencia y con su bolsillo. Pero me inquieta que la confianza en el azar desborde sus ámbitos ordinarios hasta invadir casi la vida entera. Viene a cuento el preámbulo ante la locura desatada en las Bolsas españolas. Las inversiones en renta variable han producido desde mayo un beneficio medio de más del 40 por 100, lo que supone para los afortunados jugadores duplicar al año sumas arriesgadas. Diríase que la Bolsa, una institución teóricamente llamada a conseguir por la vía del libre mercado la formación impersonal u objetiva de los precios, ahora se guía en sus desordenados impulsos más por el milagroso precedente multiplicador de panes y peces que por la escueta realidad económica. Se juega a la Bolsa no con el ánimo apacible del que prueba suerte a la lotería, sabedor de que lo más probable será perderlo todo en el envite, sino con la certeza codiciosa de que los valores comprados hoy valdrán el doble o el triple en menos que canta un gallo. La salud de nuestra economía, aunque no tan buena como predica la propaganda gubernamental, exhibe algunos datos favorables. El crecimiento de la riqueza nacional, el descenso de la inflación y como factores de carácter general, justifican el optimismo, pero no la demencia. Ni siquiera confundiendo a los analistas financieros más esperanzados con los profetas mayores cabe entregarse al desvarío. Es verdad que algunas empresas, otrora en números rojos, empiezan a rendir beneficios, lo que revaloriza las acciones; que la relación entre el valor de cotización y la realidad empresarial es inferior a la qué se estima y rige en otros mer- o fuera de su sagrado recinto. Lo que ahora cados bursátiles, lo que estimula aquí una tendencia al alza; que las grandes Bolsas atraviesan una coyuntura propicia, lo que crea en las más modestas cierto mimetismo; que la peseta aparece como una moneda fuerte a corto plazo, lo que sirve de acicate a la inversión extranjera. Todo esto es verdad, pero tan consistente serie de argumentos sólo justifica un razonableritmoascendente, no la descomunal aceleración que sufren las cotizaciones. Lo que planea EDICIÓN INTERNACIONAL sobre el mercado de valores es la presunción de que está siendo manipulado, mediante un movimiento especulativo de gran Un medio publicitario único alcance, a expensas de un sinfín de pequepara transmisión de mensajes ños inversores que acuden tradicionalmente comerciales a ciento sesenta a la Bolsa en busca de una seguridad míninaciones ma o una rentabilidad razonable para sus importa es señalar el posible desprestigio de una institución considerada como necesaria en un régimen de libertad de mercado. Si la Bolsa no cumple su función esencial de limpieza y objetividad en las transacciones la próxima- y urgente- reforma del sistema ha de ser mucho más profunda de lo que se nos ha anticipado. Cabe imaginar que si lo que aquí sucede tuviera lugar en un país realmente serio- Gran Bretaña, por ejemplo- el primer ministro, por propia iniciativa o llamado por la oposición, ya hubiera acudido presto al Parlamento para rendir las explicaciones debidas. En cambio, para demostrar quizá nuestros rasgos peculiares, el presidente del Gobierno y los líderes de los demás partidos se han ido de vacaciones. Sólo un sector de la Prensa ha reclamado sensatamente garantías en defensa de los modestos inversores y el control eficaz de los mecanismos de información que permiten a unos pocos enriquecerse sin riesgo a costa del dinero de los demás. Esta inhibición ultraliberal, imputable tanto a un Gobierno sedicentemente socialista como a una oposición que presume de las más nobles inquietudes sociales, produce estupor. Porque hasta los liberales más ortodoxos de Occidente reconocen que cuando el mercado se distorsiona gravemente por cualquier causa- l a opacidad de la información, pongamos por caso- los poderes públicos están obligados a restablecer el equilibrio y la transparencia. Recuérdese que en los países anglosajones se condena a los especuladores a pagar multas astronómicas, y aún a severas penas de cárcel, cuando utilizan irregularmente los circuitos privilegiados de información a que tienen acceso por razón de su profesión u oficio. Entre nosotros, por el contrario, quienes se enriquecen torticeramente con semejantes artimañas gozan incluso del mayor prestigio social, no se sabe por qué extraña regla de tres cuyo resultado invariable es la elevación del picaro a los cuernos de la luna. Mientras no sabemos a ciencia cierta si lo que se cuece en las Bolsas se ajusta a los usos del comercio o si es el trasunto de un fraude, ios gobernantes, tumbados al sol, eluden su responsabilidad de informar a la opinión pública. La coartada de quienes tan flagrantemente se inhiben será la libertad. Hay que dejar en libertad- s e dirá- a fas fuerzas de la economía. Y así ha de ser en lo sustantivo, siempre que esas fuerzas sean espontáneas y no desvirtúen la función esencial de las instituciones. Porque no cabrá culpar al azar si lo que sucede es obra de la manipulación. Aprendamos de Voltaire: Azar es una palabra vacía de sentido. Nada puede existir sin causa Deben, por ello, rendir cuentas de inmediato quienes hoy dan la espalda al problema. Rafael PÉREZ ESCOLAR

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