ABC MADRID 09-08-1987 página 14

14 ABC OPINIÓN DOMINGO 9- 8- 87 Panorama PERÚ: UNA PATADA EN LA CANILLA DEL MORIBUNDO E S curioso. El presidente de Perú, Alan García, ha suspendido la nacionalización de la Banca anunciada la semana anterior. En realidad esta vez la medida nacionalizadora no merecía ser estudiada por políticos o economistas, sino por antropólogos, teólogos y otra gente de ese jaez. Porque tiene que existir algún factor genético o alguna maldición bíblica que predisponga a los políticos latinoamericanos a cometer siempre los mismos errores. Y ni siquiera se pueden atribuir los yerros a la ignorancia, puesto que Alan García no es un pobre coronel de artillería encharcado en la retórica de cierto patético progresismo cuartelero, sino que se trata de un joven razonablemente bien informado, con estudios doctorales de Derecho realizados en la Sorbona y en Madrid, y unas cuantas lecturas alojadas en la cabeza, aunque presumiblemente confundidas con las letras de los corridos de la revolución mexicana que suele cantar con extraordinaria habilidad. Alan García, incluso, no hace mucho debe de haber leído con admiración el estudio de su compatriota Hernando de Soto sobre la tragedia del sector público peruano, enorme y torpe, costosísimo y corrupto, mientras el país sobrevive gracias a la agilidad comercial del sector sumergido. Es decir: de esa infatigable legión de productores clandestinos y vendedores ambulantes que secretamente mueven la economía contra una legislación y una práctica administrativa concebidas para destrozar con impuestos y con legislaciones absurdas el libre ejercicio del comercio. Y ahora Alan García iba a extender la pesadilla gubernamental hasta el sector bancario, para aumentar sin ningún tipo de escrúpulos la extensión del desastre. ¿Por qué esta nueva agresión al sentido común? Probablemente se trata de un esfuerzo desesperado para recuperar la popularidad perdida, pero la coartada que Alan García esgrime apenas se sostiene: quienes controlan el crédito y los grandes capitales tienen demasiado poder político y pueden poner en peligro los intereses nacionales Falso. Detrás de esa nacionalización, ahora suspendida, además de la maniobra demagógica, había algo peor: el propósito de ocultar el fracaso de la política económica mediante el control arbitrario de los mecanismos de cambio. En Perú se había acelerado un pro- ceso creciente de inflación, descapitalización y desabastecimiento, producto de dos años de absurdos- controles de precios y salarios. Y cuando la crisis estalló, o comenzó a estallar, cuando la terca realidad del mercado se impuso a las consignas dirigistas del partido, a Alan García no se le ocurrió otra fórmula de conjurar el caos que ampliar los controles al mercado monetario para poder decidir, según le convenga, la cantidad de indis que deberán pagarse por cada dólar o por cada libra esterlina, con la ingenua creencia de que esas manipulaciones del mercado cambiario le van a devolver el control de la economía, van a detener la inflación y van a relanzar el ritmo de crecimiento, o por lo menos van a aplazar la catástrofe hasta que otro desdichado presidente ocupe su sitio. Otra vez falso. Eso es barrer bajo la alfombra. El polvo sigue estando ahí, como ocurrió en México, donde la nacionalización de la Banca no sólo no pudo evitar que el peso mexicano pasara de 200 por dólar a más de mil, sino que creó un clima de desconfianza en el futuro del país que provocó la huida de cerca de cuarenta mil millones de dólares, inmensa suma de riqueza acumulada que probablemente jamás regresará a la nación mexicana. Y en Perú la situación es todavía mucho más grave que en México, porque el más sombrío de los problemas peruanos es precisamente la falta de confianza en los destinos del país, y todo lo que promueva el pesimismo es dar un paso más en la dirección del desastre. En Perú las clases medias y la burguesía urbanas viven acosadas por la creciente delincuencia y- a l menos psicológicamenteamenazadas por los cinturones de pobreza que van envolviendo la ciudad y calcutizándola día a día. La dicotomía entre el Perú más o menos desarrollado de la costa y el país secularmente atrasado de los Andes, lejos de acortarse con los años, parece agravarse, como sin duda se agravan los conflictos entre la población marginada de origen indio- m á s de un cuarenta por c i e n- y la población blanca y mestiza, más o menos in- tegrada dentro del modelo socioeconómico occidental. Y mientras tanto, como telón de fondo de este drama doloroso, los comunistas a la camboyana de Sendero Luminoso, bomba a bomba, asesinato tras asesinato, y con más respaldo interno de lo que parece, continúan la inexorable devastación del Estado y de las instituciones. Todo en Perú, pues, apunta hacia la desesperanza. El país corre el riesgo de deshacerse en una guerra civil. Lima la Horrible- como hoy le llaman a una ciudad que era hermosa en el pasado- puede ser incendiada por los locos de Sendero Luminoso bajo la mirada indiferente de los cientos de miles de moradores de los pueblos jóvenes, y bajo el incomprensible aplauso de muchos estudiantes de la Universidad de San Marcos, endurecidos y crueles nerones de bolsillo. El país es cada vez más pobre y está peor administrado. Ha perdido crédito internacional, y su Gobierno no tiene las simpatías ni de Washington ni de Moscú, ni del propio pueblo, a juzgar por las últimas encuestas que sólo le concedían a Alan García un 35 por 100 de popularidad. Y en medio de ese horrendo panorama, a Alan García no se le ocurrió otra cosa que nacionalizar la Banca. Eso es algo como acercarse al lecho de un anciano moribundo y darle una patada en la canilla. Algo así. 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