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ABC MADRID 16-07-1987 página 110
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ABC MADRID 16-07-1987 página 110

  • EdiciónABC, MADRID
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de las artes ABC Carta de Barcelona De un catálogo y su museo N O es frecuente la publicación de catálogos de museo de los que, como del reciente del de Arte Moderno, de Barcelona, se pueda afirmar lo que en su preámbulo afirma el señor Maragall (don Pasquall) que constituye el inventario exhaustivo del arte moderno en nuestra ciudad No es frecuente, porque un caso análogo no se puede dar en ningún foco cultural y artístico de la magnitud del de la Ciudad Condal. Pero pasemos el lapsus en que incurre nuestra primera autoridad, o dejémoslo, mejor, en la en este caso abusiva sinécdoque de tomar la parte por el todo- incluso al referirse al arte en general, cuando el catálogo lo es sólo de los pintores- pues ya se entiende que a lo que se está refiriendo no es a la totalidad del arte moderno existente en su ciudad- -que, como se sabe, es mucho- sino sólo al integrado en los fondos de aquel museo. Es lo que oportunamente puntualiza a continuación, en otro texto, María Aurelia Capmany. Claro que también ésta, por su parte, nos intranquiliza un tanto, pues al aludir a los diversos traslados y mutaciones de que ha sido objeto dicho museo, nos asegura que eso es un síntoma de vitalidad, ya que una parte de su viveza, de su actualidad constante, procede de la exigencia constante de una nueva instalación Menos mal que no hace ciencias de organización, instalade ello- -de esa insólita ecuación ciones y, sobre todo, coordinación administrativa entre vitalidad y an- que se venían arrastrando desde dar siempre con la casa a cues- hacía algún tiempo. tas- un principio de alta museoloComenzar por un cabal recuento gía, como nos revela, aunque sea de lo que se posee, y hacerlo, por contradiciéndose, cuando unas lí- decirlo así, a la vista de todos, que neas más abajo nos anuncia, como es lo que con este Catálogo se ha solución ideal, que en breve el mu- conseguido. Me parece que es un seo se incorporará al Palacio Na- plausible modo de empezar las cocional de Montjuich, donde tendrá sas por el principio. El resultado ha su residencia, esperemos que defi- sido una obra excelente, en dos nitiva... Definitiva, que suponemos volúmenes, de más de quinientas no querrá decir en permanente ato- páginas cada uno, bella y pulcranía o falta de viveza Nuestros mente editados, en los que, sin votos mejores para que así sea. aparatosas lujosidades innecesarias, se conjugan la prestancia del Entre tanto, y con los leves luna- diseño con la utilidad que, como res apuntados, que hablan de los obra de consulta, brindan a propios excusada que suete ser la presen- y extraños. No se trata, pues, de la cia de autoridades no especializa- acostumbrada guía sumaria, sólo das en obras que sí lo son, apresu- para ocasionales o apresurados y rémonos a señalar la excelencia distraídos visitantes. del referido Catálogo, que por sí La redacción ha corrido a cargo solo se hace acreedor a que le de- de un equipo que, encabezado por diquemos esta crónica de final de la directora del Museo, Cristina temporada. Una temporada en la Mendoza, parece haberse atenido que, precisamente, los museos y el a aquella norma o previsor progracoleccionismo, tanto público como ma de Stendhal- -tan cara al noveprivado, estuvieron aquí a la orden centista Xenius cuando, ante San del día, tras las perspectivas abier- Pedro, de Roma, empezaba sus tas para ellos por el Plan de Mu- discurso con un previo Voici des seos que aprobó el Ayuntamiento détails exacts en contrapartida a hace un par de años. Se podrá dis- cualquier posible exceso interpretacrepar- y es seguro que se discre- tivo o ditirámbico posterior. pa- acerca de algunos de los asSí, eso es lo que en este ejempectos de este Plan, pero en cual- plar catálogo se nos ofrece: la quier caso significa el mayor suma deseable de detalles replanteamiento de una cuestión exactos acerca de todas y cada- l a del acervo del patrimonio artís- una de las obras- ¡casi 3.000! tico e histórico- que no podía se- cuyas fichas se acompañan al pie guir sin ser abordada a fondo ante de los grabados correspondientes los apremios de las múltiples defi- a todas y cada una de ellas, las I10 ABC cuales aparecen relacionadas por orden alfabético de artistas- éstos, más de ochocientos, de la A a la L, en el primer volumen, y de la M a la Z en el segundo- para mayor facilidad de la consulta. Todo ello, flanqueado por, al principio, una Historia de las colecciones por Cristina Mendoza, quien describe punto por punto las vicisitudes del Museo, desde sus orígenes en las postrimerías del XIX hasta hoy, y, al final, sendos índices onomásticos de artistas y de procedencias, el último de los cuales nos depara el repertorio completo de, entre otras aportaciones, las colecciones privadas- -más de un centenarde las que, por donación, legado a compra, se fueron nutriendo los fondos del museo. Quiero llamar la atención sobre estas aportaciones, porque en ellas, conjugadas con la admirable labor de una Junta de Museos, en la que, en otro tiempo, se aunaron los esfuerzos de las Corporaciones públicas en torno a lo que daban pleno sentido a dicha Junta, reside la verdadera vida de este Museo. O, mejor, en ellas reside el hecho de que sus fondos tuvieran y sigan teniendo ese acento o latido de cosa vivida sin los cuales las obras de cualquier Museo siempre tendrá algo distante y como formulario, cuando no sin raíz en todo aquello que no sea la mera adscripción burocrática o administrativa de su destino. Cuando en el análisis espectral a que de este Museo nos inicita su catálogo se repasa lo que antes fue de colecciones tan hen- chidas de fervor por la obra de arte como para citar sólo algunas de las más conocidas, la del marqués de Alella (1902) la de Carlos Pirozzini (1902 y 1945) la excepcional- hasta el punto de marcar toda una época, de Martí Alsina a Picasso- de Luis Plandiura (1932) la de Garriga Roig (1942 y 1953) la de Rosendo Partagás (1945) o la de Santiago Espona (1958) se echa de ver cuan valiosas son estas aportaciones. Y ello es así en la medida en que dan cálido testimonio, no ya de un arte, sino de cómo y cuánto importó, en su momento, ese arte mismo a quienes se sintieron destinatarios de él y, por ello, sus transmisiones a los demás, de igual modo que los artistas creadores de esas obras se sintieron arropados y, en cierto modo, justificados por la acogida que sus primeros y, por exigentes en su elección, entusiastas destinatarios les ofrecieron... Son cosas, éstas, que dan que pensar cuando nos hallamos hoy, como parece, ante la creación de nuevos museos, así, de pronto, por generosas adquisiciones multitudinarias y ocasionales, en cuyo transfondo mucho nos tememos que no pueda llegar a advertirse ese latido del fervor y la decisión personales que es la que sigue confiriendo viveza permanente a nuestro viejo y querido Museo de Arte Moderno, antes del Parque de la Ciudadela y muy pronto del Palacio Nacional de Montjuic Rafael SANTOS TORROELLA JUEVES 16- 7- 87

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