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ABC MADRID 09-07-1987 página 125
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ABC MADRID 09-07-1987 página 125

  • EdiciónABC, MADRID
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Carta de Barcelona ABC los muchos que entonces y después practicaron en uno u otro momento el dalinismo en pintura. Mucho menos lo es, sin embargo, en poesía- pues Planells es poeta también, y poeta excelente- dominio en el que se revelaría más afín a J. V. Foix, que fue precisamente quien publicó sus primeros poemas en las páginas literarias que aquél dirigía en La Publicitat, de Barcelona. Incluso está más cerca del primer poeta surrealista español, el también incivilmente inmolado José María Hinojosa, de quien ilustró el último de sus libros, La sangre en libertad, tan lleno de oscuras premoniciones, como antes Dalí, a través del cual debió de recibir el encargo, había hecho lo propio con el primero de ellos, Poema del campo (1925) Cuando poco después, en junio de 1931, Planeils hizo su presentación en Madrid, exponiendo en el Salón del Heraldo, igualmente feudo de Dalí, José María Hiñojosa y Emilio Prados se apresuraron a adquirile sendas obras. Fueron- m e dice ahora Planells- los primeros cuadros que vendí en mi vida Tal vez uno de ellos fuese el que aparece en la fotografía que acompaña a estas líneas y en cuyo dorso puede leerse anotado por el propio pintor: Ángel Planells en Cadaqués, 1929. Pintando un cuadro que formó parte de una exposición particular en el Salón de Heraldo, de Madrid Sería el único testimonio que nos quedase de aquella amistad y de aquellas obras, que hoy se han perdido y parece que nadie recuerda en Málaga. Me he detenido en estos pormenores, porque más que de la pintura de Planells, me hubiera gustado hablar de su poesía; pero también me veda esto último el hecho de que lo más seguro es que el lector la desconozca, dispersa como anda y en buena parte inédita y no recogida en libro. Quede apuntado o insinuado tan sólo el sitio, el ámbito en que esa poesía se mueve y que es el que le otorga a Planells un lugar importante en el surrealismo poético español. Cuando su exposición madrileña de 1931, un Manuel Abril más cicatero que de costumbre sólo le asignaba a Planells, entre porcentajes diversos de minerva ajena, un diez de aportación personal, aunque, en definitiva, acabara salvándolo de la turbamulta de los surrealistas de aluvión. Dudo mucho de que alguien, Dalí incluido, pueda llegar a tener en propiedad absoluta algo más de ese diez por ciento. Rebasar una medida así me ha parecido siempre genialismo desaforado o sospechoso indicio de indocumentada mediocridad insufrible. Rafael SANTOS TORROELLA A B C 125 El surrealismo poético de Ángel Planells A temporada artística de Cadaqués, cuyos inicios vienen a coincidir con las postrimerías de la de Barcelona, este año ha tenido el sugestivo prólogo de la exposición que en el museo local- una institución en expansión que cuenta ya, entre otras muchas, con firmas tan insólitas en la museografía española como las de Duchamp, Max Bill, David Hamilton, Sthaly, Santomaso o Koyama, además de, por supuesto, las de Picasso y Dalí- se le ha dedicado a Ángel Planells. Ya era hora, se dirá quien sepa que Planells es hijo de Cadaqués y que, a sus casi 85 años, aún no se le había rendido allí un tributo de afecto y consideración semejante, el cual llevó aparejado, además, el título de hijo predilecto que le concedió el municipio, no muy pródigo en ellos. L Museo de Cadaqués Gerona mano de Dalí, empezó a participar en colectivas de vanguardia en las galerías Dalmau, a las que seguirá su primera individual en aquellas mismas galerías, presentado por Sebastián Gasch, en 1930. El verano anterior había conocido a los surrealistas que acudieron a Cadaqués aquel año, entre los cuales hizo preferente amistad con Rene Magritte, aunque las barreras idiomáticas redujeron sus conversaciones a un intercambio de gestos y ademanes, tal vez más elocuentes que las palabras mismas. No hubo entre ellos, me parece, ninguna influencia recíproca, sino la espontánea y franca simpatía de dos temperamentos que, en la discreción y la finura irónica de sus respectivos talantes, presienten que tienen muchas cosas en común. La verdad es que en pintura siempre ha sido a Dalí a quien Planells ha tenido por norte y guía. Hasta llegó a colaborar en alguna de sus obras; bueno, quizá sólo se trató de las indicaciones de pesos según Hasta el 31 de agosto Ángel Planells retratado en su estudio en 1929. el sistema métrico decimal que, aquel mismo verano de 1929, Salvador le pidió que le pintara en el pedestal de la estatua que figura en su famoso cuadro Le jeu lúgubre que, por cierto, Gasch citó alguna vez, en significativo lapsus, como El ojo lúgubre) Pero, en cualquier caso, Planells es el único verdadero discípulo de Dalí entre Bien sabido es por los innumerables frecuentadores de ese bellísimo lugar de la Costa Brava catalana lo poco propensos que son los cadaquesenses a exteriorizar sentimientos de benevolencia; lo que no quiere decir, en modo alguno, que carezcan de ellos. Gentes sumamente celosas de su independencia- conquistada ahincadamente durante siglos en lucha contra los piratas y siempre contra las descomunales inclemencias de la tramontana y del mar- diríase que sienten un reticente pudor a manifestar tales sentimientos o que los temen como si se tratara de una debilidad que no se pueden permitir quienes saben que su obligación es estar constantemente a la defensiva. A veces pienso que si en los cuadros de Dalí, y no digamos en los de Planells, todo se halla tan claro y firmemente delimitado, puede ser debido, más que a las consabidas motivaciones freudianas, a ese fondo insobornable de huraña insumisión que en estos parajes se respira. En ello la pintura de Planells incluso aventaja a la de Dalí, como él mismo lo supera en edad- es casi tres años mayor y comparte con otro catalán, Ramón Calsina, también hijo de panadero y nacido en 1901, el decanato de los surrealistas españoles- por lo que, aun siendo el más perseverante y completo de sus discípulos o seguidores, siempre tendremos que referirnos a Planells- y no, como suele hacerse, a Dalí, nacido en Figueras- al hablar de el pintor de Cadaqués La exposición que se le ha dedicado allí a Planells ahora es una retrospectiva de ochenta obras que van de 1928 a 1987, con una media de dos por año y procedentes casi todas de colecciones particulares catalanas, lo que es buen indicio de la estima en que se tiene aquí su pintura. En el primero de dichos años fue cuando, de la JUEVES 9- 7- 87 Pabellón Español 1937 Centro de Arte Reina Sofía Hasta el 15 de septiembre Santa Isabel, 52 (Obras no en venta) STA exposición del pabellón español en la feria de París de 1937 era una recuperación, sin duda, necesaria, sobre todo para que muchas personas puedan establecer su propia opinión sobre una de las más mitificadas acciones culturales de la República, ya en plena guerra civil. Evidentemente, aquélla era una exposición política y aun hoy lo sigue siendo. Pretender una autonomía arcangélica del arte carece de sentido y lo político es uno de tantos conteidos susceptibles de ser transportados por una creación estética. Y es bueno reconocer esto cuando se penetra en las salas de la muestra o (mucho mejor) se ojea el documentado catálogo realizado por Josefina Alix. Y es que ahí nos damos cuenta de que incluso lo político posee diferentes niveles y de que el Guernica supera la calamitosa noticia (política) que le dio nombre para convertirse en un canto (político) contra la guerra, cualquier guerra. Otro tanto sucede con la fuente de mercurio de Calder, concebida como alerta contra la inminente caída de Almadén y considerada hoy como una obra maestra de la escultura moderna. E Por contra, buena parte del resto (hacemos excepción de la presencia vasca, sumamente ideosincrática) cae en un panfletismo peligro- La fuente de mercurio, de Alexander Calder. sámente próximo en lo formal a las expresiones plásticas que se daban al otro lado del frente. Excepto el gran Josep Renau, casi todos los testimonios directos sobre el momento político- militar caen en los peores defectos del academicismo y o la grosería conceptual. No perece necesario discutir la validez de estas piezas en su época y mucho menos de su indudable impacto emocional. Lo que sí enseña este problemático montaje es mucho acerca de las relaciones del arte con sus contenidos y cómo la explicitación abusiva de éstos puede acogotar la intensidad estética de una obra. Aquí vemos a quien es capaz de sublimar por el arte y a quien no pasa del grito airado, pero en realidad mudo de puro efectista. J. M. C.

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