ABC MADRID 06-07-1987 página 15
- EdiciónABC, MADRID
- Página15
- Fecha de publicación06/07/1987
- ID0001603886
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LUNES 6- 7- 87- OPINION -ABC, pág. 15 FLEXIBILIDAD Y CONCERTACION N reciente documento elaborado por la Organización Internacional de Trabajo (OIT) ha vuelto a poner de actualidad el problema conjunto de la flexibilidad y la concertación. Sobre la primera cuestión conviene señalar que nadie con un poco de conocimiento én materia económica considera que sin mejorar la flexibilidad es posible dar un paso en el terreno de la recuperación económica. Sobre la flexibilidad laboral se ha apoyado el principio de la actual recuperación europea Lo que sucede, y es bueno que el documento de la OIT lo haya p u e s t o sobre la mesa, es que esta flexibilidad puede producir un alto grado de eficacia quizá sólo con la simple ayuda del mercado. El vertiginoso giro de la mano de obra en los Estados Unidos constituye un firme fundamento de su progreso. En Japón, por el contrario, se consigue esta flexibilidad dentro de un complicado, corporativocapitalista, nacionalista y semifeudal mercado del trabajo. Lo que nadie cree posible es que, con rigideces par ralelas a las que ahora mismo existen en España, se adivine una posible salida. Tenemos ante nosotros ese posible doble camino. ¿Se reanuda de algún modo el modelo de concertación social que se definió en el Pacto de la Moncloa? O, por el contrario, ¿es más conveniente caminar u n a vez arruinada por la UGT y la frialdad del Gobierno la línea que iba desde tal Pacto hasta el Acuerdo Económico y Social (AES) hacia un mercado del trabajo mucho más flexible? Ejemplos existen de ambas posibilidades. Contemplemos en un sentido el caso de Austria. Salvo el breve período de 1952- 1956, desde 1946 hasta ahora los diversos Gobiernos de Viena han conseguido mantener en este sentido una política neocorporativa clarísima. Da toda la impresión, además, de que así es como esa República pudo resistir, de modo más que aceptable, los violentos choques económicos que en 1973 y 1979 hicieron tambalearse a otras economías. En cambio, al observar lo sucedido en Gran Bretaña parece evidente que la señora Thatcher de algún modo U identificó estos conciertos y acuerdos sociales de tipo neocorporátivo con los frenos que habían esclerotizado de modo peligroso al Reino Unido. Con violentos enfrentamientos con los sindicatos, hasta liquidar de modo absoluto alguno tan fuerte como el del Carbón; con modificaciones legales; con la búsqueda, con denuedo, del mercado, como único palenque capaz de resolver estos problemas, Margaret Thatcher consiguió alterar el viejo mensaje doctrinal tory y, lo que es más importante para los políticos, logró al par éxitos económicos evidentes y una calurosa adhe- sión popular. Todo esto señala que es evidente que España no puede progresar con los pies t r a b a d o s por la falta de flexibilidad laboral. Es fácil la apuesta de que no otra cosa va a decir la Comisión Constantino Lluch, sobre el mercado del trabajo, que acaba de constituirse. Por tanto, todo lo que sirva para mantener rigideces debe ser apartado con decisión. Sin; embargo, conviene ser realistas. Como se subraya en un reciente estado de esta cuestión, los procesos en busca de una mayor aproximación al libre juego de las fuerzas del mercado avanzan en mayor o menor grado en función de la correlación de fuerzas entre quienes resultan beneficiados o perjudicados por las mismas Por eso, sería prudente que se explorase si es posible p r o g r e s a r hacia la flexibilidad por el camino de una estructura neocorporativa, o si es mejor avanzar en lo posible hacia el mercado libre sin restricciones. A financiación con dinero público de los partidos, constituye uno de los puntos más discutibles de las modernas, democracias y, sin duda alguna, asunto de gran actualidad en España, donde las ayudas a las formaciones partidistas pueden deformar gravemente la transparencia democrática. Porque, en efecto, resulta altamente discutible un sistema que aspira a combinar el éxito electoral con la aportación presupuestaria. El procedimiento que se está aplicando en España favorece, además, de manera asimétrica a las grandes formaciones mientras debilita a las pequeñas. La lucha política moderna reclama evidentemente medios acordes con la sociedad democrática avanzada, la publicidad, el marketing político convertido en una de las más suculentas industrias modernas, la facilidad del poder para consolidar con ayuda del erario público las dimensiones de las fuerzas políticas, son fenómenos que teóricamente podríamos considerar simples consecuencias de una determinada forma de sociedad. La lucha política en la sociedad posindustrial no puede ser igual a la de las Cortes de Cádiz, pero aún así, existen ciertas reglas de ética social que no pueden desconocerse. En pura teoría, está claro que la única fórmula aceptable debería ser la de la autofinanciación de los partidos gracias al apoyo de sus simpatizantes y afiliados. En nuestro país, hemos seguido el sistema contrario, considerando a los partidos políticos como instru- L CASTA INTOCABLE mentos necesarios para el buen funcionamiento del sistema, y a partir de semejante tesis, nos hemos lanzado a las subvenciones como mejor mecanismo para favorecer la vida pública. Y eso es falso; sobre todo cuando se establece como regla fundamental de la lucha electoral favoreciendo al grande, que gracias al progreso económico de su espiral ascendente, será cada día más grande, mientras el pequeño, por culpa del mismo efecto mecánico, resultará cada día menos numeroso. Consolidada la democracia no parece admisible ni siquiera un cierto porcentaje de ayuda, distribuido entre todos los partidos, y mucho menos la distribución puramente aritmética- el mayor gana más y el pequeño menos- capaz de falsificar el juego político electoral y sobre todo ahogar en su germen cualquier esperanza alternativa de modificación del mapa político. La subvención matemática es, entre todos los sistemas, quizá el peor imaginable. La argumentación de que hacen falta partidos poderosos y en escaso número, en nombre de la gobernabilidad de las instituciones, es una razón aceptable, a condición de que no se c o n v i e r t a como estamos viendo y viviendo en España, en el artilugio financiero para consolidar a través de este sistema de alimentación económica a los partidos, sobré todo a los grandes. Porque aunque sea cierto que la atomización del cuadro político resulta perjudicial para la democracia, también lo es que la aparición de la p a r t i t o c r a c i a como casta intocable, sostenido con dinero público, también representa un peligro para la fluidez democrática y la credibilidad del sistema. Si tenemos en cuenta que el elector en las actuales condiciones de nuestro régimen electoral, sólo puede votar con las papeletas en orden cerrado que le proponen los partidos, la combinación acumulada de ambos mecanismos- -él electoral, cerrado, y la subvención- -pueden producir una verdadera arterieesclerosis del j u e g o d e m o c r á t i c o y su muerte en el ánimo y la confianza popular. Si queremos vivir en democracia, será preciso preocuparse de su buena salud. ABC Presidente- Editor GUILLERMO LUCA DE TENA Director LUIS MARÍA ANSON Director de ABC de Sevilla Francisco Giménez- Aiemátn Subdirector: Antonio Burgos Subdirectores Darío Vaicárcel. Joaquín Vila. José Javaloyes. 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