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ABC MADRID 02-07-1987 página 47
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  • EdiciónABC, MADRID
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JUEVES 2- 7- 87 CULTURA- Vladimir Nabokov, la palabra como patria- A B C 47 Todo viaja (Rusia y el caos) enla memoria En España, a Vladimir Nabokov llegamos tarde. Lo dice quien en los años cincuenta, a finales de aquélla decada de la estabilización, no podía contar con las valijas del SEU o con las trastiendas encubiertas de ciertas librerías para obtener los libros vitandos. Y Lolita lo era por todos los conceptos: políticos, religiosos y éticos, al menos en la moral de situación de un país tan sometido a restricciones. Sin embargo, la suerte no fue del todo esquiva. Y muy pronto- con la complicidad de un compañero de la EOP, de procedencia colombiana- pudimos leer, casi con la turbación de los Ragionamenti del Aretino o el riesgo de las Poesías completas de Neruda, tres capítulos, tres, publicados en la revista hispanoamericana Mito Así, cualquiera podía considerarse un ser libre. Y eso que la traducción, llena de modismos y de anacolutos, era rigurosamente infame. Con lo que ni podíamos explicarnos el tono subido de la historia- que, claro es, relata lo más ruborizador del libro- ni creer que soportase tal historia un escritor de la categoría de Nabokov, considerado hoy por hoy uno de los novelistas más grandes del. siglo XX. Las limitaciones de aquella traducción arrancaban de un hecho: por encima de todas sus v i r t u d e s el n o v e l i s t a rusonorteamericano era un artista de la palabra. Y la palabra aparecía- dejemos ejercer su virtud al axioma más o menos bíblico que la proclama principio de todas las cosas- despojada en aquellas páginas de su mensaje más genuino. Vladimir Nabokov está casi ausente de panoramas y antologías. Ese es el destino del apatrida, que si bien puede titularse, como cualquier Garry Davies, ciudadano del mundo, a duras penas se salva de una peligrosa y fatal extraterritorialidad Si en su caso no llegó a ser eliminado como escritor, (a razón es bien clara. Sólo el poderío poético y la libertad que encontró en el lenguaje le permitieron sobrevivir y fundar su propia literatura. Una novela tan personal, al margen de escuelas y técnicas, en la que impone su ley. Es su reino. En contrapartida ha cargado sobre sus espaldas con el sambenito de ser identificado con ese Hurribert Humbert inventado por él mismo. Y que le persigue con una implacable presencia física. Pero es obvio que Vladimir Nabokov, aunque norteamericano de nacionalidad y ruso de nacimiento, no es ese sesentón maduro que nace en París y fracasa en sus relaciones con Valeria y que por amor de una nimphette como Lolita se casará con su patraña Charlotte para estar más cerca de la pequeña seductora... Más bien pasa por lo que en realidad fue: un paródico de la vida, un escritor que toma el mundo visible (lo ha dicho nada menos que Mary McCarthy) como una reflexión de la eternidad, para, de esta eficaz manera, inaugurar la novela moderna. Mitad poema mitad narración, su obra es asimismo mitad juego y mitad estructura, ensamblaje perfecto donde el autor coloca la bomba de mano de una ironía tan barroca como sarcástica, tan abigarrada como morbosa. De Nabokov decía precisamente Jean- Paul Sartre que tenía, como todo emigrado, el deseo de derribar lo que había construido. No se deja apresar por los fantasmas o los traumas de una Rusia añorante o dramática. Nabokov- y bien se acaba de confirmar al divulgarse ahora el contenido de algunas cartas en las subastas Sotheby s- somete a juicio el dostoievskiano sentir de algunos famosos disidentes o exiliados, tanto da interiores como exteriores. Solzhenitsyn le parece vulgar, y Pasternak, del que sólo preserva su poesía, sin gracia y desangelado. Es la suya la novela de un desterrado total, sin vuelta de hoja. Como la de un Cortés que hubiera quemado las naves. La originalidad de Vladimir Nabokov arranca de ahí. Cuando sale de Rusia, en 1919, tras la débácle familiar provocada por la Revolución Rusa, todo se lo lleva en la memoria, autónomamente, horro del sentimentalismo ferruginoso de la nostalgia. Incluso se apropia de la historia de su familia, de la suerte de Rusia, de la crónica extrañada de una convulsa Europa. Prende los recuerdos como una mariposa. Y hace de la infancia un paraíso absoluto, mental y literario, pero también palpitante. Hay que hablar de un auténtico desarraigado que sólo por contar con un descomunal talento pone pie en cada idioma, en cada país, como si fuese una patria. Todavía se considera lo mejor de su obra las primera novelas y relatos en ruso- Mashenka Rey, dama, ballet La defensa Risa en la oscuridad aunque sólo podría aceptarse tal Bibliografía Mashenka (1926) La defensa (1930) Cámara oscura (1933) Invitación a una decapitación (1935) El obsequio (1937) Risa en la oscuridad (1938) El hechicero (1939) La auténtica vida de Sebastián Knight (primera obra escrita y publicada directamente en inglés; 1941) Estudio sobre Gogol (1944) Bend sinister (1947) Trece relatos (1947) (Incluye Primavera en Fialta Un poeta olvidado Primer amor Trozo de conversación Tiempo y marea Mademoiselle O Señales y símbolos Escenas de la vida de un monstruo doble El subproductor El asistente del productor El Aureliano Nube, castillo, lago Lance Erase una vez en Alepo Pruebas concluyentes (1951) Lolita (1955) Pnin (1957) Pálido fuego (1962) The Gambit (1965) Despair (1965) La invención del vals (1966) Habla memoria (1966) Ada o el ardor (1969) Objeto transparante (1973) Mira los arlequines (1974) cosa desde una ortodoxia lingüística o de estilo. Pero su fama le viene desde 1955, cuando aparece Lolita llevada al cine por Kubrick con un éxito de mitología, y el profesor de literatura europea en Cornell y otras Universidades norteamericanas puede dejar sus clases, sus tableros de ajedrez y su afición a la entomología. Con ese poema que es Pálido fuego al que una breve crónica de Leopoldo Azancot puso en alerta para toda España, y Ada o el ardor dejó plantados a los bisónos cultivadores de un erotismo epidérmico, compitiendo con ventaja con los mismísimos Trópicos de Milter, y devolviendo a la literatura un espacio propio, que le había sido escamoteado. El amor y el sexo son elementos imprescindibles en la narrativa nabokoviana, pero no exclusivos. Morbo e ingenio, diabolismo y crudeza abunda en muchas narraciones contemporáneas. Mas lo que desiumbra y arrastra en el novelista ruso- norteamericano no es otra cosa que su distanciado spleen, su burla implacable que al reírse de los demás se está riendo de sí mismo. Del autor a la obra, en el trasvase, hay una efusión muy viva por cuanto la materia narrativa es también materia biográfica. Algo que hace sentirse al lector muy próximo del escritor, hasta sentirse interpretado en sus demasías y en sus sueños. A Nabokov le explotan en las manos todas las galaxias y se le quiebran todos los apocalipsis del mundo de hoy. Pero no le es arrebatado nunca un misticismo natural, la honda pureza o el sentido poético íntimo en que la libertad se ofrece con las alas abiertas. Dios de la literatura, en vez de ser devorado por los demonios familiares, Nabokov los convierte en mitos, si es que no en verdaderos dioses. Florencio MARTÍNEZ RU 12

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