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ABC MADRID 27-06-1987 página 59
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ABC MADRID 27-06-1987 página 59

  • EdiciónABC, MADRID
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27 junio- 1987 ABC ABC VII Policiaca El guirigay nacional Todos muertos Chester Himes Plaza Janes Barcelona, 1986. 191 páginas Casi todos los grandes escritores, sean del género que sean, suelen sufrir a su muerte una especie de silencio que alguien ha llamado purgatorio Este no es ei caso de Cherter Himes, novelista negro de fama internacional que murió en el Levante español en 1984. De entonces acá no hay una sola colección de novelas policiacas que se precie en la que no aparezcan algunos de sus títulos más característicos. Todos muertos es una de las obras más completas de Chester Himes, aunque, para mi gusto, no alcance la altura de Por amor a Imabelle o Algodón en Harlem Publicada por primera vez en 1960, Himes aborda en ella dos historias definidas e individualizadas: un intento de estafa de unos seis mil dólares a un marinero recién desembarcado y un atraco simulado de medio centenar de miles. En la estafa entra la compra de un Cadillac, último modelo, tan grande como un transatlántico, y la supuesta víctima del robo se llama Caspar Holmes, personaje sobresaliente de Harlem, a quien ha entregado esa sustanciosa cantidad para que inicie cierta campaña política. Los asaltantes, disfrazados de policías, son tres- u n blanco y dos negros- los cuales, al huir en automóvil, atrepellan y matan a una fingida anciana, cómplice además del intento dé estafa. Luego asaltan a los del Cadillac, a quienes despojan del vehículo y de los seis mil dólares que tenían en su poder. Paralelamente a la, desaparición o desbandada de los estafadores, que, a su vez, han sido robados, Himes desenreda con maestría la madeja del enigma principal: el del atraco. Durante éste, Cárter Holmes ha sido maltratado e ingresado en una clínica, pero no se encuentra tan grave como aparenta e idea una fórmula ingeniosa para escapar sin llamar la atención: utilizando un coche fúnebre. Sus compinches no se dejan engañar y caen sobre él con las peores intenciones. Ataúd Johnson y Sepulturero Jones intervienen y descubren la verdad. Holmes ha intentado quedarse con los cincuenta mil para él sólito, pero los detectives encuentran el escondite y entregan el dinero a una entidad benéfica; después mandan un escueto telegrama al delincuente: El crimen nunca paga. Los lectores de Cherter Himes conocen de sobra a Sepulturero Jones y Ataúd Johnson. Por algo se les apoda así. En cierta ocasión Atúd comenta: Parpadea tan sólo y eres hombre muerto. A lo que Sepulturero añade: Parpadea dos veces, y estás enterrado. Para que un negro pueda ejercer el oficio de policía en Harlem, tiene que ser duro- nos previene Himes- tener agallas. Ambos policías son duros, muy duros, y no les faltan agallas. Hasta el punto de que, generalmente, y muy en especial en esta novela, desencadenan auténticos infiernos con numerosas víctimas. De ahí, sin duda, el título en español: Todos muertos Antonino GONZÁLEZ MORALES Jóvenes bárbaros, miradas claras OS americanos acaban de caerse del guindo. Nosotros aún no. Ellos han descubierto oficialmente que sus jóvenes son analfabetos. Ya lo sabían, pero como no tenían estadísticas ponderosas que demostrasen científicamente lo que saltaba a la vista, no terminaban de creérselo. Ahora se ha publicado una serie de encuestas y análisis- resumidos en el Newsweek, 20- 48 7- que no dejan lugar a dudas. Las dos terceras partes de los estudiantes de dieciocho años son incapaces de fechar la Guerra de Secesión con menos de medio siglo de error (y ni siquiera pueden entender bien Lo que el viento se llevó en la televisión) la mitad de L ellos no saben quiénes eran Stalin y Churchill, y una tercera parte cree que Colón descubrió América después de 1750. Hubo alumnos de la Universidad de Harvard que aun después de oír la conferencia del Rey Don Juan Carlos seguían sin saber de qué país era soberano. Y está documentado el caso de la estudiante de latín convencida de que aprendía la lengua de Latinoamérica, chica ésta que al menos acreditaba más lógica que los inventores del término Latinoamérica y tanta tenacidad asnal como los que están consiguiendo implantarlo en España. El mismo Newsweek, progre por lo común, acepta una explicación del desastre basada en la influencia corruptora de Rousseau sobre los educadores modernos, que terminan viendo al niño como un ser con demasiada grandeza de ánimo para el mero aprendizaje maquinal En España ocurre lo mismo, pero no nos hemos enterado. La enseñanza secundaria dejó de enseñar hace unos veinte años, la universitaria empezó a desintegrarse y está ya hecha polvo, todo ello como resultado de unas leyes bienintencionadas y cada vez más rousseaunianas. Los jóvenes bárbaros, miradas claras del soneto del Marqués de Saavedra no son sino resultado de decisiones políticas y educativas de sus mayores. Es natural que no sepan nada, que menudeen en el primer curso de Arquitectura quienes ignoran si el románico es anterior o posterior al gótico, que en Ciencias Políticas se expliquen las ideas de Montesquieu como producto de la personalidad de un protestante Ni siquiera se ha cumplido la profecía de Tierno sobre la difusión de unas nuevas humanidades que substituirían a las clásicas: los universitarios de hoy tampoco saben economía, sociología o historia contemporánea. Mas con ser importante todo esto, lo es menos que el fenómeno paralelo, el empobrecimiento del idioma. Una sociedad compleja y rica puede quizá funcionar desconociendo su propia historia y cultura, pasada, pero dudo que pueda funcionar, incluso materialmente, cuando sus supuestas minorías rectoras no sepan más allá de. mil palabras. ¿Cómo van a enunciar y aplicar normas organizativas con tan parvo vocabulario? Sin una lengua rica no hay matices, y la única ley sin matices es la de la selva. No se trata, me apresuro a aclarar una vez más, de un problema de neologismos. Estos no son, en sí, ni buenos ni malos. Su bondad o maldad dependen de que enriquezcan o empobrezcan la lengua. Pasota es un neologismo bueno porque acrecienta el léxico español; rollo es un neologismo malo, porque para implantarse ha tenido que desterrar a una docena de términos más precisos como actividad, asunto, obligación pesada, diversión, en un delirio de polisemia empobrecedora. Por desgracia la mayoría de los neologismos juveniles tiende a la imprecisión, luego al empobrecimiento. Lo cual no es de extrañar: el joven que nunca tuvo mucho trato con sus padres- p o r comodidad de éstos- y a quien el sistema educativo exige poco- también por comodidad, o por demagogia- ese joven, que además no lee porque existe la televisión, tenderá a inventar un idioma muy simple aprovechando las pocas palabras aprendidas, a las que atribuirá caprichosamente significados muy amplios y variados. Tan sólo una inocente ansia de modas cambiantes enriquece su lengua con palabras efímeras de apariencia cul 1 ta. El último de estos vocablos en boga es lógicamente, el más ilógico de los feos adverbios terminados en mente. Ya no se oye como es natural, por supuesto, por consiguiente, desde luego o claro está, con sus respectivos matices de significados. El nuevo talismán lingüístico, santo y seña de nuestros futuros amos, es lógicamente, mientras que sus padres, igual de simples, prefieren el fetiche obviamente, que pronuncian obiamente. El pasado 27 de abril oí por Radio El País una voz joven, simpática, desenfadada, diciendo que en Madrid la población canina es de unos cien mil animales, y esos animalitos tienen que hacer lógicamente caquita Me sorprendió. Mi perro, que es un fox- terrier, la hace biológicamente. TAMARÓN

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