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ABC MADRID 26-06-1987 página 14
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ABC MADRID 26-06-1987 página 14

  • EdiciónABC, MADRID
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ABCpág. 14- OPINIÓN -VIERNES 26- 6- 87 LA SEXTA RONDA E L comienzo de la sexta ronda de negociaciones entre España y los Estados Unidos, para alcanzar una reducción de las fuerzas americanas estacionadas en España, en virtud del convenio vigente, se ha abierto en Madrid bajo el signo del rutinario aburrimiento general y sin otra razón real que la aparición de ciertas fechas en el calendario. Nadie espera nada de esta sexta ronda, recién comenzada: las posiciones de ambas partes son de sobra conocidas y siguen siendo incompatibles con la esperanza de un acuerdo. Los Estados Unidos repiten que una vez realizada su oferta de febrero de 1987, que c o n s i d e r a r o n como máxima y global corresponde a los españoles realizar otra para desbloquear el debate. Y los españoles siguen repitiendo, como ya hicieron después de la reunión de febrero, que la oferta americana es inaceptable (llegó a ser calificada por el Gobierno socialista de grotesca puesto que no incluye respuesta satisfactoria a la voluntad española de reducir de modo sustancial la presencia americana. El Palacio de la Moncloa se basa en el argumento de que el pueblo español votó en el referéndum una disminución de las fuerzas americanas, pero olvida que nadie voto en marzo de 1986 por la concreta desaparición de 72 aviones F- 16. A estas alturas del proceso parecen, menos importantes los detalles técnicos de la negociación que la evidente m u t u a falta de voluntad para llegar a un entendimiento que sería instrumentalmente fácil de alcanzar. Los negociadores que representan a don Felipe González se han atrincherado en el sacrosanto principio de la evacuación de los F- 16 de Torrejón, como condición previa a todo arreglo, y los norteamericanos se aferran a la conveniencia de que los aviones desplazados de Torrejón no abandonen España, porque su presencia en la península resulta indispensable al equilibrio estratégico del flanco sur de la OTAN. Estamos ante un enfrentamiento político sobre una cuestión técnica de fácil solución. La posición del Gobierno español se apoya en razones políticas: porque es evidente que si Rota sigue siendo intocable, un avión de más o de menos en Torrejón o en Morón no debería convertirse en un dogma, teológico una vez aceptado el principio de ciertas reducciones, que por otro lado se han cumplido de modo espontáneo al paso del tiempo, según confesiones del propio Gobierno. Por otro lado, la representación norteamericana podría hacer más transparente su postura, ya que en Torrejón no están estacionados de modo permanente más que dos, de los tres escuadrones de F- 16 autorizados por el convenio vigente. Con adecuar el nuevo acuerdo o convenio a esta situación podría despejarse el panorama, hoy oscurecido por tantas desinformaciones y antigüedades. Después de todo, Rota bien vale una misa; y si vale una misa, también debe valer, por supuesto, un escuadrón de cazabombarderos. Porque esto es lo preocupante: estamos ante dos posturas enfrentadas que podrían racionalmente resolverse sin dificultad insuperable. ¿Por qué no sucede así? No tsaemos hoy respuesta para la pregunta. EL FUTURO DEL AHORRO causa de una serie de mensajes que, con mejor o peor comprensión de las teorías monetarias de moda, c i r c u l a r o n por el mundo a partir de 1936, pasó a considerarse como una especie de actitud estúpida la de quienes ahorraban. La virtud del ahorro fue escarnecida una y otra vez. Sin embargo, entre nosotros, a partir de 1959, se esfumaron esas veleidades peligrosísimas. Hoy todos los economistas españoles más s o l v e n t e s e s t á n de acuerdo con que se producirá una crisis gravísima en nuestra economía si se frena el ahorro privado. Para que esto no ocurra es preciso que existan instituciones adecuadas que lo fomenten. Entre nosotros cumplen este papel, entre otras, las Cajas de Ahorros. Tuvieron éstas una especie de sobrecarga extraordinaria cuando fueron sometidas, de modo obligatorio, a la servidumbre de una financiación muy fuerte de las emisiones de Deuda Pública después de nuestra guerra civil. Como enseñó el excelente estudio de Ros Hombravella, al combinarse con un clima inflacionista, A HACIA EUROPA E L protocolo de acuerdo firmado entre nuestro Banco Central y la Banque Nationale de París (BNP) va mucho más allá de lo que podría calificarse de noticia financiera de cierto interés, pero en el fondo, de carácter rutinario. En primer término, ambas instituciones van a actuar mancomunadamente. No se trata de intercambiar activos, en el sentido de participación- -con o sin contrapartida- -en el Banco Central de capital francés. Como oportunamente hizo saber Mariano Rubio, el gobernador del Banco de España, ese sendero era desaconsejable. La interrogación veterana de España... ¿de quién? podría en tal caso comenzar a responderse de modo harto preocupante. La significación muy especial que tiene en cualquier economía la gran Banca privada, provoca siempre que ningún país pueda contemplar la cuestión con frialdad. Pero las dimensiones de la Banca europea toda son tales, en general, que en multitud de servicios quedarían fuera del negocio crediticio si en ellas no surgiesen lo que se suelen llamar las economías de escala Con este acuerdo se cohonestan ambas cosas, y ése es el primer motivo de satisfacción. En segundo lugar, el Banco Central entra así en relación con una de las tres viejas -las otras dos son la Société Genérale y el Credit Lyonnais- -que Balladur, el ministro francés de Hacienda, acaba de anunciar que serán reprivatizadas- de modo rápido. El que este acuerdo se produzca cuando se rectifican en Francia las famosas decisiones bancarias de 1945, garantiza a nuestro Banco contra cualquier presión política francesa que hubiera resultado, cuando menos, muy preocupante. Finalmente, esto no es más que un prólogo. Como ha expuesto Sánchez Asiaín en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, soplan vientos renovadores para toda la organización crediticia en el mundo. Los Bancos europeos han iniciado, con denuedo, este caminar. El Banco Central inicia, por eso, una respuesta muy positiva en su marcha hacia Europa. esto significó tanto como una descapitalización extraordinaria de estas entidades. Por eso la progresiva normalización del sector público y la eliminación del déficit generó un fortísimo impulso para las Cajas de Ahor r o Su a d m i n i s t r a c i ó n interna fue, por otro lado, tan recta, que cuando se desarrolló la crisis bancaria, como consecuencia obligada de la crisis mundial, tuvo un efecto bien débil sobre estas entidades. Desde 1977, sin embargo, y de modo tan cauto que entonces parecía remoto, y desde 1982 de manera muchísimo más clara, se pensó en las ventajas de volver a las andadas. Para eso era preciso aplicar los fondos depositados en las Cajas para financiar un aspecto concreto del sector público, sobre todo el relacionado con las entidades locales. Eso, de paso, suponía la politización de las Cajas de Ahorros. Municipios, Diputaciones, autonomías, iban a caer en la tentación de procurar unos órganos de dirección sumisos. Sin ellos, iba a ser difícil conseguir esa financiación De paso, esa nueva orientación tendría a la fuerza otras consecuencias. Sin insistir en exceso en la cuestión, es evidente que el Gobernador del Banco de España ha mostrado su reserva, de modo bien claro para el quiera entender, ante las consecuencias de este proceso politizado. La reacción muy viva ante este riesgo también implicó a los doctrinarios del PSOE. Se encontraron éstos con que su legislación había perturbado el viejo mensaje de reconocimiento de independencia y de necesidad de impulso a las Cajas de Ahorros que procede nada menos que de Indalecio Prieto. De ahí que, con motivo de la LV Asamblea General de las Cajas de Ahorros Confederadas, se haya exhibido, de modo muy nuevo, la posibilidad de una- más ágil expansión de estas instituciones, de una mayor flexibilidad en su funcionamiento, e incluso se ha hablado de la incorporación a ellas de algo así como un accionariado popular. Sin embargo, si todo esto trata de hacerse coexistir con órganos directivos sometidos a la política, el futuro del ahorro español no será nada claro.

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