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ABC MADRID 14-06-1987 página 187
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ABC MADRID 14-06-1987 página 187

  • EdiciónABC, MADRID
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MINISTERIO DE AGRICULTURA, PESCA Y AUMENTACIÓN. Dirección General de Política Alimentaria. El pasado tiene mucho que ver en la alimentación. La dieta del futuro, la dieta Mediterránea, es lo que tradicionalmente hemos comido. Es lo que tradicionalmente hemos producido. Desde el aceite de oliva virgen a las legumbres. Alimentos que hoy se producen, evidentemente, con las más modernas técnicas, pero que conservan el gusto de los tiempos del arado. Mira por dónde nuestra ganadería, nuestra agricultura y nuestra pesca son la vanguardia. Son el futuro. traría en contacto íntimo, físico, sin barrera sicológica infranqueable, con Palacio, la Almudena y la desconocida y bellísima plaza de la Armería, que, por ser fondo de saco sin más destino que una vista incomparable, reserva hoy su estancia casi solitaria a Felipe II. Esta soledad quedaría resuelta si a sus pies se abriera una amplia escalera que estableciera dos comunicaciones. Una sería inmediata con el nuevo museo tantas veces propuesto- -la primera por Iñiguez Malgech y del que hay hasta un proyecto de Méndez- -que ocuparía el volumen que nos queda oculto bajo la plaza y que podría albergar la famosa colección de tapices que comenzó Isabel la Católica y que enriquecieron brillantemente Juana la Loca, su hijo Carlos y toda nuestra Familia Real, tan ligada durante el XVI y XVII a Bruselas, capital del tejer. Las dispersas colecciones de abanicos y relojes tendrían también un buen marco en lugar que parece muy espacioso. La otra comunicación tendría un objetivo más distante, que es el que, tras usar la plaza y la escalera como paso, nos lleva a la Casa de Campo. Idea que desarrolló ya en un plano precioso Ventura Rodríguez con una orgánica serie de rampas paralelas a la calle Bailen. Pero antes de abandonar el magno escenario vamos a repasar un momento sus atractivos. Madrid, escasa en espacios ricos ordenados geométricamente, tiene aquí una plaza compuesta por dos muy distintos y variados en sí mismos. El primero lo forma la plaza de Oriente, que está cerrada, a naciente, por una peculiar pared sobre traza semicircular, de arquitectura, modesta pero digna, que pone en valor el teatro de la Opera emplazado en su eje, y, a poniente, por el presumido y costeado Palacio Real que, con la comentada incorporación, contentaría su conocida vocación de conjunto de museos, el último de los cuales- -el de la Armería- -ya mostraba una querencia direccional en su emplazamiento. Para que nadie se perdiera lo que vale lo que tenemos habría que contar en la base de nuestro Felipe IV jinete, no sólo que se le puso pedestal en tiempos de Isabel II Madrid, escasa en espacios ricos ordenados geométricamente tiene en la plaza de Oriente un gran modelo OSFimiOS. -que según se lee parece la única autora- sino la relación de todos los que en su ejecución intervinieron- -Alonso Cano, Velázquez, Galileo y Tacca- -y que la hacen para nosotros, la más cara escultura ecuestre universal. El segundo espacio es el que media entre la inacabada catedral y Palacio, la plaza de la Armería, que anexionada ya, en secuencia hacia su nuevo destino, con la anterior, contrasta, al asomarse, abierta, en balcón sobre el valle del Manzanares, poderosamente con ella. Esta plaza recuerda a otras de mucha fama como las de Monte Pulciano o San Gimigniano que otean desde lo alto, la población a la espalda, los verdes y afables valles de La Toscana. Pero tiene un interés muy especial y único, el de enseñar que Madrid, ciudad de 4.000.000 de habitantes, está rodeada de un inmenso parque de 16.000 hectáreas que se puede ver y apetecer desde fuera y desde lo alto, desde dentro de la propia ciudad, pero al que sólo se podía llegar en coche hasta que la escalera, de la que no paro de hablar, lo hiciera accesible a los paseantes. Desde ella nos asomaríamos al Parque del Moro, que sólo se abría antes- -hoy- -a horas particulares y era penetrable por el público desde el paseo de la Vigen del Puerto por una puerta que está lejos de todas partes. No hace mucho, y paseando bajo sus árboles corpulentos para ver una buena escultura de Isabel II, me encontré a un veterano y culto embajador que, después de ilustrarme sobre los secretos que teníamos ante nues- tros solos ojos, me instó a callar: Mira como estamos de bien aquí, aislados, sin ruido y sin gente. Toda mi vida he disfrutado como de jardín propio para mis citas y paseos de este desconocido prodigio madrileño. Pues ese prodigio estaría a los pies de mi soñada escalera, que (después de permitirnos la entrada a los Museos de Tapices, Relojes y Abanicos descritos) nos abriría una puerta, cercana al viejo corazón de Madrid, de jardín tan recoleto. Al que bordearíamos entonces por su actual avenida curva, a cuyo costado trasladaríamos la actual verja del Parque de Atenas para conservar la necesaria intimidad del resto del parque como privativa de Palacio, y llegaríamos al Museo de Carruajes, otro argumento interesante en nuestro recorrido ya sustancioso. Hay que darse cuenta de la diferencia que existe entre andar por aceras a merced de empujones y sometido a los olores y humos que salen del asfalto y pasear, bien separados de los coches, entre árboles centenarios. En París y Londres han cuidado extraordinariamente al paseante, con itinerarios arbolados y llenos de contenido que le permiten llegar desde el Louvre al Gran Palais- entre museos anda el juego- -o desde Buckingham- -Green y Hyde Park adelantehasta Marbel Arch o Portobello, en el mismo corazón urbano, sin interferencia rodada. En Madrid, y si seguimos cuesta abajo el camino curvo emprendido, estamos abocados a dar, por la lógica topográfica e histórica, con el túnel que siempre se abrió a la Casa de Campo. Por él salían en coche de caballos a airearse a la preciosa finca. La Reina Victoria, en cambio, se despidió por aquí de Madrid. A nosotros, a punto de lograr nuestro objetivo el de abrirle a la ciudad puertas al campo nos cierra el paso un río de coches. ¡Qué nuevo sitio para someter el nivel del hombre que rueda al del hombre que pisa! Y es éste el punto para el que el Ayuntamiento debería convocar un concurso que resolviera con una bella pasarela la entrada del ciudadano de a pie, el más noble, ahora que todos tienen coche, al más noble de nuestros campos, la Casa de Campo. 35

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