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ABC MADRID 14-06-1987 página 78
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ABC MADRID 14-06-1987 página 78

  • EdiciónABC, MADRID
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78 A B C CULTURA Un congreso entre llamas- DOMINGO 14- 6- 87 0 73- fvf El poeta y el pueblo UANDO alguien me preguntó, hace ya muchos años, ¿piensa usted que el poeta debe escribir para el pueblo, o permanecer encerrado en su torre de marfil- era el tópico al uso de aquellos días- consagrado a su actividad aristocrática, en esferas de la cultura sólo accesibles a una mino ría selecta? yo contesté con estas palabras, que a muchos parecieron un tanto evasivas o ingenuas: Escribir para el puebo- decía mi maestro- ¡qué más quisiera yo! Deseoso de escribir para el pueblo, a p r e n d í de él cuanto pude, mucho menos -claro está- de lo que él sabe. Escribir para el pueblo es, por de pronto, escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas de inagotable contenido que no acabamos nunca de conocer. Y es mucho más, porque escribir para el pueblo nos obliga a rebasar las fronteras de nuestra patria, es escribir también para los hombres de otras razas, de otras tierras y de otras lenguas Mi respuesta era la de un español consciente de su hispanidad, que sabe, que necesita saber cómo en España casi todo lo grande es obra del pueblo o para el pueblo, cómo en España lo esencialmente aristocrático, en cierto modo, es lo popular. En los primeros ¡neses de la guerra que hoy ensangrienta a España, cuando la contienda no había aún perdido su aspecto de mera guerra civil, yo escribí estas palabras que pretenden justificar mi fe democrática, mi creencia en la superioridad del pueblo sobre las clases privilegiadas. Antonio MACHADO Discurso pronunciado en la sesión de clausura Hamlet, la máscara de sangre C N O hay que olvidar que Hamlet no es el símbolo de la inteligencia, sino más bien su caricatura, la caricatura trágica del intelectual; plantea la cuestión problematizándola, es decir, aislándola, separándola de sí mismo. Por eso permanece indeciso, vacilante. Y siendo como es intelectual puro, contradice la virtud misma de la inteligencia que encarna: que es virtud o facultad de decidir y no de vacilar. Hay todo un intelectualismo hamlético que se alimenta de sí mismo en ese empeño vacilante e indeciso de problematizarse. Lo cual le aisla, le separa. El intelectual aislado se cree de ese modo independiente como la tortuga. Y se siente feliz en su propio reblandecimiento viscoso, protegido de todos por la personal pesadez y pe- nosa de su caparazón. El caparazón de la personalidad intelectual es como el de la tortuga: la máscara del miedo. Pero del miedo a la vida, no a la muerte. Este hamletismo ha sido el peor mal de nuestro siglo; el del personalismo intelectual; no siempre personalismo dramático. El intelectual cultiva su caparazón, su máscara de muerte. Trabaja con cuidadoso empeño la ornamentación de su tumba, pero la personalidad dramática del hombre, como pensó Nietzche, como sintió Santa Teresa, no está en esa máscara o mascarón grotesco. Porque está en el rostro. La mejor máscara es el rostro. La máscara de la sangre. JoséBERGAMIN Discurso pronunciado en Valencia Responso OY se clausura en Valencia el Congreso de intelectuales antifascistas. He rehusado asistir a la sesión, no obstante, las extemporáneas y tardías invitaciones que se me han hecho esta misma tarde, a título particular o quizá a causa de ellas. El Congreso no ha valido nada. Ha venido poca gente y poquísima de renombre. La aportación española no ha sido más lucida. A la inauguración asistió parte del Gobierno, con su presidente. Después los han llevado a Madrid a celebrar dos sesiones en un cine, y varios banquetes. Aguantaron una noche de bombardeo. Veo en los periódicos que una de las sesiones la presidió la señorita León, y que en otra Corpus Barga propuso una censura contra André Gide. El Congreso le cuesta un dineral al Estado, y el día de la primera sesión no tenían máquinas de escribir, ni lápices, ni papel, ni taquígrafos. Así me lo contó Domenchina. Encargué a Bolívar que le hiciese saber H que, sintiéndolo mucho, no iría. Es probable que todos se piquen. Por lo visto, es inútil esperar que haya gente capaz de hacer bien las cosas, sobre todo cuando es menester tacto y cortesía para hacerlas bien. Manuel AZAÑA De Diarios íntimos y de guerra

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