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ABC MADRID 27-05-1987 página 64
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ABC MADRID 27-05-1987 página 64

  • EdiciónABC, MADRID
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64 A B C SAN ISIDRO 1987 MIÉRCOLES 27- 5- 87 Decimosegunda corrida or buscar dulzura, encue La corrida había despertado la máxima expectación. La gente decía: Las buenas son las del veintiséis y las del uno de junio. Y cuando la gente lo dice... Ni que decir tiene que la plaza estaba hasta la bandera, una vez más, pero el ambiente era todavía más caliente, con más caras conocidas en el tendido... Ortega Gano llega sereno, dicharachero, con el color subido, muy tranquilo. Espartaco pasa directamente de la capilla a la enfermería, eludiendo el tumulto que le espera. Muchas mujeres guapas por los tendidos. Por el palco de autoridades llegan Sus Altezas Reales los Condes de Barcelona. La Augusta Señora sube al palco regio por el ascensor. El Rey padre, acompañado de Gabriel Aguirre, se sitúa en el callejón. Yo prefiero ver los toros cerca- dice Don Juan- me pasa igual que al Rey, allí arriba no se ve bien. El presidente saca el pañuelo blanco. Salta a la arena el primero de la tarde. Está muy cojo. Lo protestan. El presidente lo devuelve. Sale en su lugar un sobrero de Antonio Ordóñez. Más protestas. También está cojo. Un auténtico inválido. ¡fuera! ¡fuera! Ortega Cano se adorna porchicuelinas y remata con una larga. No ha existido la suerte de varas. También brinda a Don Juan. La faena de muleta, ante la falta de empuje del toro, carece de emoción. El torero se estira en varias series correctas, que se palmotean; pero falta el interés que le resta la ausencia de fuerza del toro. Pero a base de tesón consigue centrarse por el izquierdo en una buena serie. La siguiente sale embarullada. Mas con la diestra dibuja tres redondos portentosos. Se apaga el toro y se apaga la faena. Un superior pinchazo entrando muy recto y una estupenda estocada acaban con el toro. Se ovaciona a Ortega Cano, que estuvo muy por encima del toro. Los tres espadas brindaron sus respective a Su Alteza Real el Conde de Ba pueda lucirse en su turno, aunque lo intenta. La larga faena de muleta de Domínguez tuvo la buena intención de lograr el triunfo a trancas y barrancas, como fuera, porque el de Valladolid precisa urgentemente del éxito, un triunfo que no llegó porque el toro de Ordóñez no puso nada de su parte, mientras el diestro se daba con una fe y un corazón dignos de un toro más potable. Mató de estocada y certero descabello. Escuchó una fuerte ovación. el quite. ¡Pesadísimo! Plúmbeo resulta el primer tercio. El toro era como una burra. El de Cartagena estuvo extraordinario con la muleta. Sacó muletazos asombrosos, de largo mando, muy parsimoniosos. El toro se resistía a seguir la flámula del maestro de San Sabastián de los Reyes. Pero él, con absoluta entrega, muy centrado, muy reposado, sin gesticular, muy torero, muy a lo suyo fue sacando largos y lentos pases a costa de exponer una enormidad. Las zapatillas parecían atornilladas en la arena. Sólo entraban en juego la cintura y la muñeca. Así se torea. Era una pena que el toro no transmitiera emoción a los tendidos y no pudiera producirse el necesario hilván, pero Ortega Cano llevó a cabo una importantísima labor que nacía de la verdad del torero. Con esa misma pureza entró a matar. Un pinchazo saliendo rebotado. A continuación, con la mirada fija en el morrillo, se echó encima de los pitones para dejar una estocada saliendo despedido a gran altura. Parecía que llevaba una cornada importante. Afortunadamente no fue así. El toro tardó en doblar. Sonó un aviso, pero el público, agradecido, le ova- Mocho El quinto pesa mucho, pero está mocho. Pertenece a la ganadería de Matías Bernardos, la del Raboso. El público se indigna. ¿Cómo dejaron pasar un toro con esos pitones? Son ganas de provocar. Parecía de rejones. Señores veterinarios, al oculista. La bronca La protesta tiene el respaldo de la razón, porque el toro debió ser devuelto. Roberto Domínguez no pudo lucirse con el capote. El enfado del público contaba con todo el fundamento del mundo. El toro se caía una y otra vez. Roberto Domínguez brinda al Conde de Barcelona, por aquello del protocolo, pero el toro no era de brindis, mucho menos para dedicarlo a tan histórica personalidad. La faena resultó imposible, pese a la buena voluntad del diestro vallisoletano, que intentó una y otra vez pasarlo por el lado derecho, pero el animal perdía las manos. Mató de una estocada y un descabello. Palmas para Roberto y fuerte bronca para el presidente. Extraordinario En su lugar sale otro de Matías Bernardos, que se desentiende de los capotes. Por fin se decide a tomar el de un peón. Ortega Cano lo lancea sin convencimiento. Se tira una hora para dar una chicuelina en Deslucido El tercero sale desarmando a Espartaco. No tiene tampoco fuerza. Cuando el diestro de Espartinas brinda al Conde de Barcelona, nadie da un duro por la faena. Espartaco trastea por el izquierdo entre la general indiferencia. Mejora por el derecho en unos muletazos que le llegan al público. Pero el toro vale poco. Se queda muy cortito. No anda, pese a la buena voluntad del torero, que no consigue acoplarse con él. La gente, fría; el toro, insípido, y el torero, desangelado. No cabe el lucimiento por ninguna parte. El público comienza a impacientarse. Y no le falta la razón. Una estocada, un descabello. Suena un aviso, cuatro descabellos más por no dejar echarse al toro y ponerse delante de la querencia. Torero Ortega Cano recibe al segundo en los medios, en el mismísimo centro del ruedo. Lo lancea con quietud, con buen juego de brazos. Pero el tofo blandea también de remos. El público se indigna. ¡Fuera! r- -Ficha de la corrida- -i Plaza Monumental de las Ventas. Decimosegunda corrida de la Feria de San Isidro. Lleno hasta la bandera. Tres toros de Aldeanueva, dos de Antonio Ordóñez y uno de Matías Bernardos, todos ellos flojos y deslucidos. Roberto Domínguez, de nazareno y oro, estocada y descabello (palmas) En el cuarto, estocada y descabello (ovación) Ortega Cano, de blanco y oro, estocada atravesada (ovación) En el quinto, pinchazo y estocada (aviso y vuelta al ruedo) Espartaco, de grosella y oro, estocada y cinco descabellos (un aviso y silencio) En el sexto, estocada (ovación de despedida) Sin suerte El cuarto también fue para atrás por inválido. En su lugar salió uno de Antonio Ordóñez, que tampoco andaba muy allá de poder. Roberto Domínguez se lució en unos delantales, pero la fuerza del toro no le da de sí para que Ortega Cano Roberto Domínguez descabella con arte

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