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ABC MADRID 14-05-1987 página 109
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ABC MADRID 14-05-1987 página 109

  • EdiciónABC, MADRID
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JUEVES 14- 5- 87 ESPECTÁCULOS San Isidro- ABC 109 Toreros Muertos, cerca ya de la Demencia de Estudiantes Madrid. José Manuel Cuéllar Ir a un concierto de los Toreros Muertos es lo más cercano a Cocoon que podemos encontrar en el horizonte musical de nuestros días. Se sumerge uno en un disparate vitalista que rejuvenece el espíritu y despierta los sentidos. Claro que tiene sus servidumbres. Entre otras, observar acongojado, con la camisa que apenas te llega al cuello, el tremendo cansancio que agota hasta el infinito al que maneja desde arriba los hilos titiriteros de Pablo Carbonell, el incansable solista, capaz de crear una escuela inconsciente de baile donde se suponía que todo ya estaba inventado. Pablo es un showman que de alguna manera hay que calificarlo, procedente del dúo cómico más genial que ha dado su generación: Pedro y Pablo. El primero optó por el sendero del cine mientras que el segundo, excelente mímico que es en realidad su profesión inicial como la de su compañero, tomó el camino de la canción con los Toreros Muertos. En el Rockódromo de la Casa de Campo, ante unos cuarenta mil espectadores medio dormidos por lo tardía de la hora en que aparecieron (una de la madrugada) levantaron al personal en su totalidad, inventaron mil absurdas historias, enredos inverosímiles y situaciones de increíble patetismo. La teoría de los Toreros Muertos es del reino de la diversión por medio del absurdo, es lo más parecido al Madrid actual donde la chirigota nocturna y los contrasentidos de una inteligencia posmoderna domina el ambiente de la ciudad. Lo cierto es que desmadejan lo que tocan, son unos traviesos del cao 9. Tocan mejor que cantan pero no es lo esencial, sino la no filosofía del espectáculo creado. Vamos a tocar una canción de. nuestro último Lp que, por cierto, ni hemos hecho, ni lanzado, ni está editado, ni nada de nada. Claro, que de gente capaz de hacer un tema sobre alguien que va a comprarse unos calcetines, le venden una corbata y se va tan cqntento, se puede esperar todo. La pensada incoherencia, reina del éxito, y el ritmo trepidante fueron la base de la actuación. Si desde la primera nota todos despertaron, con Vo no me llamo Javier el Rockódromo entero era la prolongación de la Demencia de Estudiantes, desmadre tras desmadre, pura locura de baile generalizado aunque de cuestas prolongadas se tratara o en el filo de una cuchilla estuvieran. Es cierto que no diccionan correctamente, ni que son trascendentes pero, al menos, son conscientes de ello, no como otros (compañeros de viaje en inusitados momentos) irrisorios héroes de comics ajados. Tras el impensable Creo que he perdido el carné de identidad cerraron antes de los bises con un remake del Para tí que hubiera hecho las delicias de hasta el mismísimo Fernando Márquez (El Zurdo) mítico y legendario padre espiritual de los músicos actuales. Fueron cerca de dos horas de actuación pero pareció un instante porque entre tanto bote de canguro a uno se le fue el resuello y la noción del tiempo. ¡Ah! antes actuaron Ñu, ¿por qué? Comienza el jazz y los del Setenta mil madrileños asistieron Foro, mejor que los de Chicago al último ataque de Génesis Madrid. Ángel Luis Inurria El Vil Festival de Jazz de Madrid, San Isidr 0 87, comenzó en el desnudo escenario del teatro Albéniz con la cjoble y generosa actuación de la Big Band del Foro y de Buddy Guy- Junior Wells Blues Band. La banda madrileña, dirigida por el guitarrista Ángel Rubio, demostró que el jazz como el espíritu de Madrid, no tiene fronteras ni prejuicios. Después el jazz tan hospitalario como nuestra villa, cedió paso al blues La Big Band del Foro para unos es mingusiana, para otros es kentoniana, e incluso algunos piensan que es eceemeniana Pero además es hitchcockiana: el suspense dé quiénes van a tocar y cuántos no se resuelve hasta que comienza cada uno de sus conciertos, y quienes no tengan sentido del humor no acabarán de comprender y valorar sus finales. En el escenario del remozado Albéniz, a pelo, con la única servidumbre de los focos, se presentaron quince músicos. A saber: tres trompetas, dos trombones, seis saxofones, un percusión, un batería, un contrabajo y un guitarra. En su actuación incidieron sobre sus propias composiciones. Espiral del saxo alto Alejandro Pérez tuvo un aire diferente, pero igualmente hermoso en el arreglo para gran orquesta. Desastre ecológico largo tema dedicado al Green Peace, tuvo varias atmósferas emotivas, que es lo que le gusta a la formación, al igual que el humor, y cierta provocación, si es posible con ribetes de vanguardia. Incluso varios de sus vientos descendieron al patio de butacas y sembraron su semilla de rebeldía entre el público, que dócilmente escuchaba. La presencia de los miembros de Clónicos y de O. C. Q. en la banda se nota, y positivamente. Lástima que no efectúen un mayor número de conciertos, condición indispensable para la perfecta puesta a punto que necesitan los fórmulas 1 del jazz que son las big bands Finalizado el ambicioso, personal y entretenido pase de los músicos del foro, el blues -que se apunta a todas- fue el invitado de honor. Como es lógico y habitual, primero calientan el ambiente los chicos del grupo: saxo, guitarra, bajo eléctrico y batería. Como siempre, el que mandaba era el guitarra George Blaze, aunque quien nos gustó fue el joven del saxo alto, Garrick Patten, serpenteante o rectilíneo en sus fraseos, con sonido dirty capaz de ser coro o actor principal, con igual facilidad para la cadencia como para los gruñidos ultrarrápidos. Después sale el bacilón de Buddy Guy, y con su voz y guitarra, juega con los incondicionales de lo que huela a blussy Más tarde, el armonicista Júnior Wells, cuyo traje y físico recordaban al Sporting Life. de Porgy and Bess al menos al de Otto Preminger, y más o menos lo mismo. Más extensión que intensidad y mucha comercialidad. Suficiente para que el blues chicagoense hiciera bailar y saltar. Madrid. J. M. Costa He visto tres actuaciones de Génesis. Con y sin Peter Gabriel, dentro y fuera de España. Semejantes confesiones no tendrían mucho sentido si no fuera porque en dos horas (las transcurridas anoche) más de setenta mil madrileños juzgarían por sus propios oídos, por sus propios ojos. La primera vez fue en Madrid, presentando su doble disco The lamb lies down on Broadway en 1974. Fue en un pabellón del Real Madrid, que ellos inauguraban a lo grande para local de conciertos y resultó un espectáculo sólo comparable al recuerdo mágico que producen los más grandes. Entonces era todavía ese grupo, que se formó a finales de los sesenta, apenas como algo más que una reunión de ex alumnos de la pubiicschool de Charterhouse. Al principio sus pretensiones no eran otras que escribir buenas y bonitas canciones, susceptibles de convertirse en éxito por boca de otros. Sin embargo, la idea de hacerse compositores en una época de grupos de autor no les llevaría muy lejos. Tal vez por ello, e impulsados por un productor medio loco llamado Jonathan King, grabaron un primer elepé lamentable en 1969. Pero con sus siguientes, y sobre todo con Selling England by the pound (1973) Génesis pasaba a convertirse en uno de los más vividos ejemplos de las virtudes y defectos de los setenta, volcados en una historia llamada rock- sinfónico En escena el alma del grupo era el cantante Peter Gabriel. Un fenómeno como voz y algo nunca visto como intérprete. En aquella gira se despedía del grupo Peter Gabriel y nadie daba un duro por los restantes miembros. Pero su lugar vino a tomarlo el batería, un tal Phil Collins, que ni siquiera era miembro fundador; dejó su silla y comenzó a profanar con la mayor naturalidad la memoria del genio. El primer disco que editaron sin Gabriel se llama A trick of the tail (1976) y era muy bueno. Pero luego su producción pasó largos baches y, a pesar de algunos parches negroides para animar la cosa, la vena creativa del grupo palidecía en exceso junto a los trabajos que iban editando en solitario tanto Peter Gabriel como el mismo Phil Collins. Con todo, durante las horas bajas les salvó el directo. Las actuaciones que les contemplé con tres años de distancia (1978, París, y 1981, San Sebastián) fueron fantásticas y desoladoras. Fantásticas porque su espectáculo de luces era algo más que grande y porque la música era de alta calidad. Desoladoras porque a lo largo de esos tres años ni siquiera habían cambiado las presentaciones de los temas por parte de Phil Collins. Todo era igual, repetido, congelado. Cierto es que a lo largo de estos años Génesis ha vuelto a recobrar parte de su atractivo vendedor, por mucho que el comentario dominante sobre sus últimos discos sea el de que parecen formados por descartes de la obra en solitario de Phil Collins. Ahora, y en el estadio que vio a los Stones y espera a Bowie, Génesis ataca de nuevo. ¿Por qué flanco?

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