ABC MADRID 13-05-1987 página 34

ABC, pág. 34 TRIBUNA ABIERTA MIÉRCOLES 13- 5- 87 jARECE ser que la decisión es inamovible. La Clínica de la Concepción junto con su anejo del Instituto de Investigaciones Médicas va a ser trasladado a Alcalá de Henares lo que, en prosa llana y sencil a, equivale a su desaparición como faro señero de la Medicina española. Desaparición significa muerte y, como en todo óbito acontece, hay que rendirle el réquiem que merece y analizar las causas de la misma. La palabra réquiem (descanso) procedente del latín constituye el inicio de las palabras que integran una misa de réquiem: Réquiem aeternam dona eis Domine (Dales Señor el descanso eterno) que análogamente al Requiescat ¡n pace (Descansa en paz) se aplica en la liturgia como despedida a los difuntos o se dice de las cosas fenecidas para no volver a tratar de ellas. No hay duda que ambas situaciones son las que, con una miopía, o ceguera singular, la Administración trata de conseguir al anular la Clínica de ia Concepción. Ahora bien, la desaparición de alguien o de algo, puede provenir de causas naturales o de causas violentas. Es incontrovertible que en el caso presente, las causas naturales no existen. La Clínica de la Concepción, con su Instituto, tuvo su origen en el crisol que, conjuntamente formaron, el modesto en su instalación, pero eficaz y científico en su trabajo, Instituto creado por don Carlos Jiménez Díaz, en la calle de Granada y ¡os servicios de medicina que don Carlos regentaba en su cátedra de la Facultad de Medicina y Hospital Provincial de Madrid. Desde sus comienzos la Clínica de la Concepción significó, y sigue significando, un Centro Médico y de Investigación singular desde el que, sin interrupción, al lado de una labor investigadora permanente y de altura, que está reflejada en nuestras revistas profesionales en múltiples aportaciones serias, rigurosas y de auténtica valía, se ha venido desarrollando una labor asistencial y docente de primera línea. Don Carlos con su perseverancia, su íntegra y total dedicación a lo que, estimo, fue la ilusión de su vida, supo crear no sólo un gran centro, sino un estilo médico y un similar entusiasmo en sus seguidores y colaboradores inimitable. Porque, aparte de saber, don Carlos era hombre humano, cordial, abierto a cualquier diálogo, sin ejercer nunca en dómine, sino con una sencillez natural que allanaba cualquier camino y motiva- ba que todos los que, de una forma u otra, nos movimos a su- alrededor, le tuviésemos, independientemente del respeto que merecía su saber, el cariño y afecto que emanaba de su figura y su conversación. Acaso por ello, entre otras muchas razones, su escuela ha perdurado y de ella han salido múltiples figuras de la Medicina que ocupan nuestras cátedras, nuestros servicios hospitalarios y han fructificado también con nuevas y valiosas semillas en los más diversos puntos del solar patrio. Todo esto, y mucho más que ahora referiremos ha significado la ingente obra de don Carlos Jiménez Díaz en la Medicina española. P RÉQUIEM POR UNA INSTITUCIÓN EJEMPLAR de las anteriores, era pensar. Recuerdo un día en París, en el MuPor Manuel HIDALGO HUERTA seo Rodin, que ante la estatua del Pensador me dijo, esto es lo tico en el que daba la casualidad que, práctimás importante que el hombre puede hacer camente, siempre tenía razón) como lo prueen la vida y él lo ejerció en toda su ampliba el que fue la figura médica que inició una tud. Bondad que se reflejaba asimismo en su enseñanza libre dentro del recinto de la Conhonestidad y vida familiar con Conchita a la cepción, dando carta abierta a sus colaboraque supo, y ella a él, hacer feliz. dores en la labor docente, que tan formativa Volvamos a la pregunta: ¿Por qué este atafue para el entrenamiento y estuque injustificado? Si Jiménez dio de los que estuvimos a su alDíaz fue un hombre sin tacha, rededor. Colofón de todo ello fue de inteligencia privilegiada. Si el prestigio que dentro y fuera de fue un liberal, en el más amplio nuestras fronteras la Institución sentido de la palabra. Si fue caha tenido y sigue manteniendo. paz de crear una obra en el que Entonces, ¿por qué este atala asistencia, la docencia y la inque injustificado? El argumento vestigación, amén de su proyececonómico no es válido, habida ción internacional, ha sido señecuenta si hay déficit también lo ra en la Medicina española, no tienen, acaso más, otros hospitaes posible encontrar razones que les. El argumento asistencial no justifiquen esta determinación, a resiste la menor crítica, pues todas luces ajena a razonamienahora, como antes, allí se ejerce tos o encuadradas en el terreno una extraordinaria y humana mede la lógica. dicina. El argumento docente no La Medicina española y su cotendría pies ni cabeza, ya que el rolario la sanidad pública, que M. Hidalgo Huerta estilo de enseñanza de don Cardurante tantos años estuvo huérProfesor titular de Cirugía de la Universidad los se ha trasmitido íntegramente fana de un departamento minisComplutense a sus seguidores. Estilo de enseterial (y este hecho fue motivo ñanza que dio lugar a que ya, desde los viede críticas) posiblemente transitara de esta jos tiempos del aula de San Carlos, el númeforma por mejores caminos, si los que se nos ro de médicos que asistían a sus clases era ofrecen son tan pobres de ingenio o no sacasi parejo con el número de estudiantes. Y ben respetar lo que figuras como don Carlos ello era así, porque Jiménez Díaz que tenía fueron capaces de realizar, no para un día o una oratoria ajena a cualquier personalismo o mientras él persistiese, sino con proyección a divismo, exponía y explicaba los problemas un futuro. Futuro que sus continuadores han más complejos o difíciles de nuestra no fácil, sabido conservar por respeto y consideración y a veces intrincada, patología en forma tan al maestro, tratando de emularle en esa fehaciente que lo que leído, en ocasiones diFuente de la Vida, que significa el monumenfíciles de entender, lo desglosaba y analizaba to en la plaza de Cristo Rey erigido en su en forma tal que llegaba directamente a la memoria y, parece ser, lo único que va a permente menos preclara. Se dijo de él que era sistir de toda aquélla ingente labor. un archivo bibliográfico, y lo era, pero su disLa Clínica de la Concepción si muere no va currir ante el enfermo era maravilloso y buea ser, por consiguiente, de muerte natural. El na prueba de ello está en su libro de Leccioespíritu fundacional y la obra persisten con la nes de Patología Médica aún vigente y, en suficiente pujanza para no ser un organismo mi concepto, difícil de superar. débil abocado a su autodestrucción. Lenguas El último argumento sería el personal. Aquí malévolas, de todo hay en lá viña del Señor, cabe menos! a justificación. Don Carlos, por más bien acomplejadas diría yo, dijeron hace encima de todo, era un hombre bueno cuya años que Jiménez Díaz era la unidad seguida única obsesión acaso, independientemente de ceros. Cierto es, porque los ceros a la derecha incrementan en grado sumo el valor, mientras que a la izquierda lo disminuyen. El horizonte es claro y diáfano y la vitalidad persiste: la Clínica de la Concepción no muere por causas naturales. Si no es así, la otra modalidad es la muerte violenta. Y muerte violenta es el asesinato. Entendemos que asesinar no es solamente quitar la vida por medios alevosos o por precio y premeditación. Ásesirfar es también causar viva aflicción o grandes disgustos, así como engañar o hacer traición en asuntos graves a persona que se fiaba de quien se lo hace Aún es tiempo para retroceder. Nadie quiere sentirse engañado o traicionado por las jerarquías de quienes nos hemos fiado. Nadie, enfermos o médicos, quiere sentir viva aflicción o disgusto por determinaciones intempestivas ajenas al más somero examen crítico. Aún es tiempo. ¿Víctor dé la Serna, 12 Tfnos. 458 65 OO W Concha Espina; 20 Tfnos. 250 15 18 61; Este algo más es que don Carlos, en contra de lo que muchos quisieron decir de él, nunca fue absolutista (excepto en el diagnós- Se ofrecen en Madrid y Oviedo a familias interesadas en invitar a su casa estudiantes americanos Washington Información: En Oviedo, (985) 25 74 91 En Madrid, (91) 25018 58