ABC MADRID 07-05-1987 página 137
- EdiciónABC, MADRID
- Página137
- Fecha de publicación07/05/1987
- ID0001595280
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Esteban Vicente Fundación Banco Exterior Paseo de la Castellana, 32 lARECERIA que una exposición dispuesta a cubrir casi sesenta años de pintura debiera ofrecer una variedad extraordinaria, pero no tiene por qué ser así. En el caso de Esteban Vicente (Turégano, 1903) vemos dos fases muy distintas, separadas por casi quince años de silencio, y que se manifiestan de una vez, acabadas y definidas desde un principio. La peripecia de este hombre le hizo relacionarse con la generación del 27, que lo fue más de poetas que de pintores. En ese nicho, Esteban Vicente desarrollaría un posimpresionismo muy delicado y empeñado, como era norma, en retratar de manera bastante benevolente la cotidianeidad de sus tiempos. Una primera constante aparece ya en la obra situada entre 1925 y 1932: la huida de los colores excesivamente estridentes. La verdad es que esta parte de la exposición resulta agradable, incluso bella. Es un reflejo de época muy en la onda de un Dufy. Poesía, sí. Una poesía que habría de permanecer en su etapa americana (entre 1952 y ahora mismo) Tras una fase de obra perdida, el paréntesis impuesto por las dos guerras y un autoimpuesto silencio, Vicente irrumpe en el Nueva York de los cincuenta con una forma de expresión nueva y definitiva, íntimamente relacionada con el llamado expresionismo abstracto. Con todo, su técnica de collages, sus pequeños formatos y lo retenido de la expresión gestual le separan como un original en el seno de personajes ya de suyo originales. En verdad asombra que trabajos como unos collages del 56 o los Intitulados del 76 (increíblemente próximos al Manolo Quejido de hoy) no fueran mejor conocidos en España. Ni aún el presente consigue envejecer su sensibilidad, su Mayo- junio Jordi Tebádor de las artes Galería Soledad Lorenzo Orfíla, 5 Mayo ABC P Mujer con abanico 1931 juego con los planos, esa última sensación de estar viendo un paisaje transfomado por el ojo idealizador de una persona que prefiere esconder su posible desgarro. En realidad, si Esteban Vicente no ha trepado más en las enciclopedias tal vez sea debido a este último atisbo de optimismo e inmediatez manifestados en una época donde el existencialismo y el psicoanálisis hacían estragos. Frente al grito de De Kooning, el susurro de Vicente debía ser difícil de escuchar. Y su contar las cosas con sencillez chocaría con el magnífico discurso profesoral de Hoffman o Motherwell. No es hablar de injusticias, Esteban Vicente ha sido bien reconocido por sus compañeros americanos y goza allí de un merecido respeto. Sólo es aclararnos a nosotros mismos que este señor es alguien y le hemos recuperado a través de su obra. Tarde, eso sí. José Manuel COSTA El naufragio o el fracaso L inconveniente de los artistas de vanguardia para su fijación estilística es el de su movilidad, la ambigüedad dinámica en que transcurre su acción creadora, el incesante experimentalismo, su ilimitada situación entre varias tendencias afines. Esta dificultad de determinación tiene un origen y una trayectoria vitalista muy remisa a dejarse clasificar definitivamente. Tal vez fue siempre así, aunque puedan equivocarnos al respecto las designaciones globales de los estilos en la historia del arte. Pero lo cierto es que a estas alturas no es fácil precisar, con un mínimo de rigor, la adscripción de un artista a un ismo rotundo y determinado, lo que obliga a definiciones genéricas (pintura abstracta, pop y casi nunca claras. Son numerosos los diccionarios que, como los de las siglas, circulan para orientación del visitante de exposiciones de vanguardia. E Teixidor mentó actual (por cierto, que sin la atención bibliográfica que merece, teniendo en cuenta que fue, con Gerardo Rueda y Antonio Lorenzo, uno de los colaboradores de Zóbel y Torner en la instalación del Museo de Arte Abstracto de Cuenca) pero nos conformaremos con sorprenderlo en esta fase de una abstracción lírica en la que el total automatismo de la mancha de color se ordena de manera que, sin perder cierta espontaneidad, acaba siendo una construcción colorista. Lirismo de colorista nato, creador de formas desde el color a las que atribuye contenidos simbólicos (como puede deducirse de los títulos que el pintor pone a sus cuadros) El color, aquí, determina y trasciende la forma. Dentro de la que genéricamente se llama abstracción española Jordi Teixidor es uno de sus representantes más sugestivos. Casi un paisajista. A. M. C. Collage 1956 JUEVES 7- 5- 87 En el caso de Jordi Teixidor (Valencia, 1941) las dificultades de su definición se establecen en el dinamismo de sus búsquedas (ello, en un periodo no demasiado extenso) y en la confluencia de muchas de ellas en su pintura actual. Después de una formación académica (Escuela de Bellas Artes de San Carlos) Jordi Teixidor se interesó por lo matérico como forma intrínseca más que como cocina búsqueda que abandonó (sin renunciar al vehículo sensual de la materia colorista) para entregarse al rigor de un constructivismo en el que lo espacial y volumétrico se identificaban con un vago pop de señalizaciones. Sería interesante seguir la trayectoria de Teixidor hasta el mo- ABC 137