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ABC MADRID 05-05-1987 página 79
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ABC MADRID 05-05-1987 página 79

  • EdiciónABC, MADRID
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MARTES 5- 5- 87- LA FIESTA NACIONAL Decimocuarta corrida de la feria de Sevilla -ABC, pág, 79 Lo que va de lo soñado a lo vivido Decepcionaron los esperados toros de Guardiola Sevilla. Vicente Zabala, enviado especial La feria ha llegado al final. En Sevilla sólo quedan los cabales. Sobre el papel, todo el mundo está de acuerdo en que la corrida que va a embestir es la de los Guardiola. Yo me pregunto los motivos por los que la guardan para el final, como el que reserva una mocita trianera, celoso de exhibirla. Las figuras del toreo, que andan hartas de los toros que no embisten, que se lamentan de tantos toros parados, no quieren los de Guardiola, porque tienen fama de embestirÁteme usted esta mosca por el rabo. Y es que en este país no entiende uno nada. Estamos todos con las cabezas en Pamplona... Ahora que se han marchado los de las sevillanas de academia, que diría mi amigo y cofrade Antonio Burgos, uno esperaba que Sevilla dijera: Ahora vais a ver, vamos a llenar la Maestranza nosotros solos, para que sepáis de una puñetera vez lo que nos gusta a la afición de Sevilla, que no es otra cosa que el t o r o b r a v o arrancándose al caballo de largo y con el Tomás Campuzano rabo para arriba. Lo malo es que una cosa es lo soñado, lo que vivimos Antonio Burgos y yo en la Sevilla de nuestra niñez, y la realidad es está Sevilla de curristas, de rocieras y de barullo en la Maestranza en torno a Miguel Muñoz, como comprobé yo el día de la gesta de Espartaco, que el que iba a matar los miuras era el seleccionador nacional. A Antonio Burgos y a mí se nos ha parado el reloj. Yo lo confieso noblemente. El quiere una Sevilla auténtica, la de verdad, y yo un Madrid de Chueca y de Bretón, pero no coincidimos ninguno de los dos con la época que nos ha tocado vivir. Se nos han muerto los hermanos Machado, Romero Murube, los hermanos Alvarez Quintero, Amiches, López Silva, Mesonero Romanos, y todos aquellos que nos hicieron soñar. Estamos en 1987. El que llena la plaza es Espartaco. Las rocieras atruenan la feria; de la caseta de Pineda sale música de guitarra eléctrica. Ya no torea Pepe Luis Vázquez ni canta Manolo Caracol. Los aficionados esperamos a que embista uno de Guardiola un lunes de resaca. de bravura en tal o cual arrancada de largo a los caballos. En la muleta no han hecho nada importante. Esta vez no son merecedores del premio al que se habían apuntado año tras año y que le ha valido a la ilustre ganadera tener una lápida dentro del histórico coso sevillano. Se han producido los más disparatados contrasentidos. Por ejemplo, el primer toro de Tomás Campuzano fue manso, tremendamente manso para el caballo. Sin embargo, fue el mejor para la muleta. A los demás les costó trabajo entregarse en el último tercio. El conjunto de la pelea de estos justamente afamados cornúpetas fue insulso y deslucido. La desilusión ha acompañado a la expectación. Si ayer el público acudía a la plaza esperanzado por el gesto de Espartaco, y abandonaba el recinto taurómaco con la cara larga, porque el de Espartinas no había logrado salir por la Puerta del Príncipe, como todo el mundo vaticinaba, hoy el desencanto se debe a la pelea de los toros de Guardiola. Todos esperábamos peleas espectaculares con los caballos. Los llamados toristas se las prometían muy felices. Mas la fiesta es así, un espectáculo tremendamente sorpresivo, donde no caben los vaticinios, donde todos los profetas acaban por quedar en ridículo. Espectacular fue la pelea del primer toro en varas, el único que respondió a lo esperado. Pero en la muleta le advertiría pronto a Ruiz Miguel: A mí no me das ni uno. Se frenaba, se paraba, se negaba a seguir el engaño del torero gaditano, que encima mató mal de dos pinchazos y estocada caída. Escuchó palmas. El segundo de muy escaso trapío, salió manso, mansísimo, marchándose de los encuentros con los caballos. Toda la pelea fue la típica del toro que se niega a emplearse. La única virtud que le encontramos fue la movilidad. Sin embargo, frente a la muleta de Tomás Campuzano embistió con extraordinaria nobleza. Tenía un pitón derecho excepcional. Seguía el engaño con todo el celo que le había faltado durante el primer tercio. El torero de Gerena anduvo erguido, templado y poderoso. Lo mató dé estocada baja y dio la vuelta ai ruedo. El tercero, bravucón, sirvió para que el portugués Víctor Mendes pusiera cuatro pares de banderillas de los suyos, que levantaron grandes ovaciones, especialmente los de dentro afuera. A veces da qué pensar que en la tierra de Joselito, de Maera, de Sánchez Megías, de Manolito Bienvenida, de El Vito, de Almensilla y Luis González, se enardezcan con los saltos de este honesto torero lusitano, que luego muletearía sin reposo, citando siempre con la muleta atrás. Lo mató muy mal y escuchó un aviso. El cuarto fue con prontitud al caballo. Ruiz Ficha de la corrida Real Maestranza de Sevilla. Decimocuarta corrida de feria. Casi lleno. Cinco toros de María Luisa Domínguez Pérez de Vargas y uno de Herederos de Guardiola, algunos de ellos bravucones, pero en general no respondieron a la expectación que habían despertado. El segundo se dejó torear en el último tercio. Ruiz Miguel, de negro y oro; dos pinchazos y estocada caída (palmas) en el cuarto, media estocada (ovación) Tomás Campuzano, dé corinto y oro; pinchazo y estocada baja (vuelta al ruedo) El quinto se echó antes de entrarle a matar. Víctor Mendes, de azul turquesa y oro; dos pinchazos, estocada y cinco descabellos (aviso) En el sexto, seis pinchazos y dos descabellos (aviso) Decepción En esta feria torera de las grandes decepciones tenemos que añadir una más con la corrida de Guardiola. Después de tanto toro parado, de tanto manso descastado, la afición sevillana ha acudido a la Real Maestranza con el deseo de oxigenarse con la casta del auténtico toro de lidia. Pero el hombre propone... y las circunstancias se ponen en contra. Todo el ciclo sevillano ha venido marcado por el signo de la mala suerte. No han embestido los toros. Y cuando los foros no embisten es muy difícil que los toreros estén bien. Los de doña María Luisa Domínguez Pérez de Vargas sólo han tenido destellos (pinceladas decimos cuando se trata de los toreros) Miguel lo brindó al público y pretendió hacer el antitaurino número de volver la montera, porque no había caído bien (eso no es serio, torero) El toro embestía con nobleza y codicia a la muleta; pero soto en la primera parte de la faena. Había que tener mucha calidad para lograr el triunfo en los quince primeros pases. Pero el de San Fernando no lo consiguió. Ya se sabe que le echa mucho corazón a la pelea, eso sí, pero una cosa es torear y otra muy distinta trabajar. Al aficionado le conmueve poco eso del trabajo, porque a casi todos los espectadores nos es familiar, y aquí lo que venimos buscando es lo excepcional, lo que no se ve todos los días en las oficinas o en los talleres. Por eso es tan maravilloso el arte de torear. Le aplaudieron mucho a Ruiz Miguel cuando acabó de media estocada con el toro de Guardiola. El quinto fue devuelto a los corrales por cojo. En su lugar salió un sobrero de los herederos de Guardiola, de fina lámina, que tomaba bien la muleta en el primer tiempo del pase, para acabar aburriéndose rápidamente en el centro de las suertes. Acabó marchándose a las tablas con visibles ganas de echarse, lo que llevó a cabo antes de que Tomás Campuzano le entrara a matar, entre la general sorpresa. Et sobrero no se sabe bien si sufrió una congestión durante la lidia o, por el contrario, fue culpa de un puyazo. El sexto hizo sonar mucho los hierros del estribo del picador en una pelea de escaso interés. Tres pares de banderillas levantaron los ánimos del público, muy apagado por la marcha rutinaria de la corridaLa faena de muleta det diestro portugués no pasó de ser una labor a la defensiva. El toro había llegado al último tercio con la cara alta, pero Víctor no es hombre dado a bajar la mano. No somete. No hace humillar a los toros, aunque éstos sean buenos. Llevó a cabo un trasteo largo y estuvo pesadísimo con la espada. Mató de seis pinchazos y descabello. Escuchó un aviso. Punto final a la feria de Sevilla, una de las más calurosas que recordamos, del máximo ambiente callejero y el colorista caminar de los caballos entre ese abigarrado campamento que componen las casetas. Pésimo en lo taurino, muy poco brillante. Son escasos los toreros que pueden felicitarse por sus actuaciones y raro el propietario de ur hierro (lal vez Juan Pedro Domecq) que disfrute del orgullo de salir con la cabeza alta.

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