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ABC MADRID 03-05-1987 página 3
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ABC MADRID 03-05-1987 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 3 DE MAYO DE 1987 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA A vida y aventuras del caballero T ¡rant lo Blanc escritas con un complaciente espíritu hacia la antigua caballería por Joanot Martorell, tiene una suerte de fascinación para un escritor de nuestros días. Es una mezcla de romanticismo y de sentido común, algo que produce a la larga la impresión de que, ante este caballero- anglosajón, pues ya hubo una moda anglosajona que tuvo otra vez la sartén por el mango- nos hallamos ante el primer caballero realista de la novelística caballeresca. Un caballero nuevo, y quizá último. Martorell escribe su libro sumido en una nostalgia activa, en plena ortodoxia novelística: lo primero para el escritor es creer en su propio cuento. Martorell ha hecho como una glosa general de los libros de caballerías, una glosa entusiasta, pero desde fuera en algún sentido, desde un lugar en que las ilusiones son más legítimas cuanto más fantásticas, o dejarían de ser verdaderas ilusiones. Pero imaginémonos a un hombre cuya ilusión novelística se ve, de un modo u otro, perturbada por la insidia de la realidad. Es como quien sufre una tentación. Martorell lleva dentro de sí un abogado del diablo que introduce en su libro el cinismo de la realidad. Cree tanto en su historia que la quiere hacer verosímil Lo verosímil introducido en un libro de caballerías no deja de convertirse en paradoja picante y en heterogeneidad que desvirtúa el género. Martorell es un hombre del pasado que se integra en nuestro presente por la heterogeneidad, la refracción de las categorías. Por una forma de la destrucción desmitificadora. A mi ver, no está el valor en esta desmitificación, sino en la mezcla de nuevo sabor en que conviven juntas, mitificación y desmitificación a la vez. Se acerca en el tiempo la redacción de Don Quijote, pero ya el espíritu renacentista hace que ciertos grandes e inspirados libros sean más complejos, que tengan caray cruz como la tiene el libro de Martorell. Visto está que los grandes artistas epigónicos abren puertas y las vuelvan a cerrar en las narices de todos. Esto lo trae el aire epigónico del tiempo, como se lo trajo a Picasso. Operan entonces los artistas manejando valores de un tiempo anterior, reciclándolos en una última composición de transitoriedad viva. Son como valores que resucitan para morir en aras de lo nuevo de lo que siempre será como concepto abstracto la modernidad Sólo hoy existe la burda idea de que un costumbrismo fotográfico, de que una filiación anecdótica hacia la realidad contemporánea, son garantías en la expresión de un sentimiento moderno Esta idea más bien parece emanar de quienes no las tienen todas consigo en punto a su modernidad real. Dichosamente, estas ideas horteras sobre el valor de ser moderno no existían en tiempos de Martorell. Antes al contrario, todo ha de ser antiguo para acreditarse como valor, como categoría inviolable. Martorell se desposa con todo el romanticismo de lo antiguo, pero se divorcia a la vez por exceso de imaginación. La imaginación sin base en la realidad sólo es fantasía. Con sólo un poco de imaginación la fantasía se vuelve verosímil, se encuentra con complejidades de la conciencia humana y se dispara hacia un previsto pesimismo o un materialismo sensual. Cosas en las que cae Martorell, brillantemente, epigóni- ABC camente. En su momento. Se convierte en un hito. Los hitos marcan las etapas, se suceden sin repetirse. Martorell escribe un libro irrepetible. Martorell, pues, no es un clásico, no es fiel a las formas cerradas. Es ambiguo y, por lo tanto, es romántico en un sentido estricto. Destructor y conservador a la vez. Ese gran sentido común, unido al idealismo caballeresco, arroja un resultado perturbador. Ahora sentimos más el carácter perturbador de un libro, lo apreciamos más. Es atractivo el libro de Martorell porque perturba la caballería, la enrarece de realismo mediterráneo. Cervantes se admira de la sensatez novelística de Martorell, lo salva entre muy pocos de la quema general de los libros de caballerías; reconoce en él a un verderamente entendido en el arte de escribir novelas (modernas) Pero capítulo aparte merece en Tirant lo Blanc todo lo que concierne a sus aventuras eróticas con un aire de grandioso vodevil, regido por un personaje de dueña que ya se acredita irónicamente por el nombre: la Viuda Reposada. Un delicioso figurón. Esas páginas significan por sí mismas una larga novela. Las preside un morbo especial. La invención de unas bodas sordas entre el héroe y la princesa Carmesina tiene todo el regusto de lo que hace convivir al tiempo la ceremonia de los ideales y su transgresión en forma de ceremonia inversa, privatizada y furtiva. Subterránea y subjetiva. Con el acierto emblemático que tiene para los nombres, Martorell bautiza a otro personaje, una dama coqueta y, al tiempo, de buen corazón con el gracioso apelativo de Placer de mi vida Una irritada sensualidad nunca satisfecha, llena de estimulantes amargos, llena de una degustación mental que prolonga todas sus resonancias, se instala en esas páginas con un brillo especial. Por éstos y por otros atractivos que ahora no invoco Tirant lo Blanc ha polarizado la atención de muchos estudiosos y de no pocos lectores en los últimos tiempos. Su traducción al inglés, su publicación con notable éxito en Estados Untóos nos da una medida de ese interés. No hay duda ya de que es un libro con valor universal, un libro de todos entre todos los libros. Un libro raro y un libro bueno, que además afirma la realidad insoslayable y los recursos de una lengua: el catalán. Si bien- y aquí comienza el jeroglífico de las susceptibilidades- también lo podemos definir geográfica y temperamentatmente como valenciano. REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 28006 MADRID L ENCADENADO POR LA LENGUA Oro en lingotes Monedas Krugerrand Diamantes Centio efe Inversión del Oro y del Diamante, S. A. Torres de Jerez. Plaza de Colón, 2 Teléfs. 419 68 91- 94- -MADRID- I Yo, como escritor en castellano, he tenido la mala tentación y la imprudencia de reducir aquellas páginas que tanto hacen singular al libro de Martorell a los términos de una comedia- -para ser fiel a su espíritu- -al tiempo espiritual y realista, épica y grotesca, y se han hecho todas las gestiones posibles para representarla en el marco del Festival de Teatro Mediterráneo que patrocina, en el romano de Mérida, la Comunidad extremeña. Mas no contábamos con la huéspeda. Ninguno de estos espectáculos se pueden hoy hacer sin el concurso de varios organismos autonómicos, algo que, por otra parte, parece recabar un general consenso político y económico en. la elaboración de la cultura, y cosa que a cualquiera puede parecerle muy bien, si no se sospecha lo que ha de venir después. Pero Las aventuras de Tirante el Blanco no se van a poder representar, porque han tenido la desgracia de ser escritas o reinterpretadas en castellano, lengua hegemónica y, al parecer, abusiva, mucho más que el inglés si se trata de este delirante país, demagogizado por la ingenuidad socialista. Mis actores estarían expuestos a ser abucheados por recitar a Tirante en castellano en los lugares donde se habla- y no de un modo continuo- el valenciano o el catalán. No ha sido posible recabar ayuda de los organismos a los que la difusión de la cultura catalana- o valenciana- les parece que sólo se puede hacer por medio del catalán. O valenciano. Aprecian la palabra más que el espíritu de la palabra. La palabra entendida como objeto contundente para apedrearse los unos a los otros. Se comprende que las bellas lenguas vernáculas de la península necesitan hoy dé una revancha tras la demasiado enfatizada represión franquista. Pero en sí esta actitud, aunque lógica, es también supremamente negativa y a nadie se le ocultará la insidia destructiva que lleva dentro y el cúmulo de fricciones innecesarias que suscita. Este problema lo hubiera encontrado cualquier opción política dentro de la democracia, pero no cabe duda de que cierta imprevisión alegre po parte del PSOE, cierta demagogia ejercida en su período electoral, la brumosa infraestructura teatral que nos sostiene lo agravan y ponen sobre el tapete una vez más un sentimiento de aniquilación cultural, de repliegue en la difusión de las ideas, de mezquindad primitiva en el entendimiento de la propia identidad, prueba de la invencible heterogeneidad ibérica, de su veneno involutivo. Es una tara histórica. ¿Qué más he querido yo qu hacer un homenaje- en castellano a una cultura brillante y distinta que nos transmite en un libro curioso y ejemplar toda su indomeñable identidad? Pero no por la lengua, sino por la novedad y diversidad del espíritu que la sostiene. Estas cosas, que en otro país europeo aparecerían como síntomas alarmantes de somormuja guerra civil y verdadero encanijamiento del desarrollo democrático, aquí casi las encontramos naturales y hasta las estimulamos con un posibilismo político que nos pone al lado de muchos precipicios sin damos apenas cuenta. Es un problema que se puede transmitir a otros Gobiernos, pero también puede decirse que el actual habrá de legar al futuro la parte más indeseable de ese problema en un empobrecimiento general. O en otro de nuestros memorables colapsos. Francisco NIEVA

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