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ABC MADRID 09-04-1987 página 130
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ABC MADRID 09-04-1987 página 130

  • EdiciónABC, MADRID
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Cecil Beatón Caja de Barcelona Velázquez, 63 BSOLUTAMENTE fantástico este Cecil Beatón. Un personaje de otra época retratando personajes, ideas, trajes o vivencias de otra época. Las fotografías de Beatón, no obstante, fueron un revulsivo en su momento. Aunque ahora nos parezcan de olor a naftalina, en su tiempo significaban la ruptura social que se estaba produciendo tras el corsé Victoriano. Aunque sin una historia demasiado larga, el retrato fotográfico tipo era más bien el de un envaramiento inexpresivo que implicara respetabilidad. Por supuesto que Nadar, Fenton, De Mayer, S t e i c h e n o Hoppe (por no hablar de Man Ray) habían hecho fotos llenas de intención y expresión, pero con Beatón apareció además la tramoya. Hasta el 30 de abril Obras no a la venta José Manuel Broto Museo Español de Arte Contemporáneo Avda. Juan de Herrera, 2 kAISAJES del alma, siempre. La exposición es toda ella un gran paisaje. Son palabras de Juan Manuel Bonet como presentación del catálogo para esta exposición de Juan Manuel Broto (Zaragoza, 1949) Y es una síntesis tan variada como los sesenta cuadros que se despliegan ante nuestros ojos. José Manuel Broto, dentro de la ubérrima generación española de los setenta, pertenece más bien al área catalana (García Sevilla, Sicilia, Grau, Barceló) por mucho que naciera y viviera en Zaragoza buen número de años. Allí, en Cataluña, al tiempo que existía un fuerte movimiento conceptual, también vivía un Materno 1986, tres paneles maestro de la pintura (muy conceptual, además) que se Esto lo logra Broto no tanto por llama Tapies. Mientras en Madrid, la profundidad de la intención, sino Saura o Canogar parecían tener por la fuerza del arte en que ejercomo toda perspectiva estética y ce. política el grito dramático de un No es motivo de vergüenza Guernica, Tapies andaba exploranquedarse alelado ante el manejo do los colores de su propia tierra, que este hobre hace de la pintura. incluso con el acento agrario que Si ésta es la característica frecuenhace hoy ajenas algunas de sus te en nuestros pintores que, por obras. ejemplo, los americanos, lo de Broto es maestría. No se trata sólo de Si bien Broto comenzó en una cómo utiliza diferentes texturas, coabstracción tan rigurosa que casi lores, calidades. Ni de que el cuase limitaba a cuadros sobre casi- dro se pinte desde muchas postublancos, su evolución ¿involu- ras o que haya sido pisado al tración? posterior le libera, y al final bajar sobre él. Es eso y también conduce, hacia esta muestra, don- una ligereza tremenda a pesar de de los rojos, ocres, negros y azules un trabajo arduo, es aquella magia (menos) recuerdan bien la tierra de alucinante de la que Velázquez la que proceden. aún sigue siendo gran brujo. Cada cuadro, de buen tamaño, se resuelve en una, dos, tres imágenes. Figuraciones abstractas o abstracciones figutativas. Tanto da, lo importante es cómo Broto crea ahí un especio en el que vemos, sí, una estructura, un animal tumbado, un par de rascacielos, una farola, un mapa de España, un piano, un cercado... Todo esto tiene un sentido y, sobre todo, induce o sugiere a cualquier espectador familiarizado con los objetos que nos rodean. Y, claro, todas juntas ofrecen un panorama sintético, puntual y económico sobre nuestro discurrir cotidiano. No resulta nada extraordinario, pero sí agradable que las instituciones reconozcan un trabajo valioso antes de que sea historia. Pero lo decente sería la continuidad y la itinerancia. Saludar y disfrutar con Broto como antes con otros, salpicados aquí y allá, no impide reclamar una coherencia y planeamiento que nos permita conocer nuestro propio arte, por lo menos al mismo tiempo que lo hacen fuera de España. No es mucho pedir, aunque tal vez relumbre algo menos. J. M. C. JUEVES 9- 4- 87 Hasta el 2 de mayo Obras no a la venta A P Marlene Dietrich imperial en su retrato de la Reina Isabel II. No es casual que Cecil Beatón ganara tres Osear de Hollywood por sus figurines y decoración My fair lady y Gigi en realidad esa parece su vocación natural. Sólo cuando el decorado de la vida es lo suficientemente dramático, como en sus reportajes de guerra o sus trabajos de campo, el fotógrafo parece contentarse con lo natural. Aunque bien mirado, lo más natural es que una estrella como Marlene Dietrich nos mire desde detrás de una orquídea. En gran medida, y por mucho que se empeñe uno, las fotos de Beatón no suelen mantener el increíble astándar de calidad técnica que la de un Penn, un Kertesz o un Steichen, ni siquiera son tan favorecedoras como las de lord Snowdon. Para él lo importante era la- representación o la metáfora. Un terreno del que sólo un talento de composición y un hombre con la sensibilidad de Beatón puede salir sin enfangarse demasiado en el Kitsch. Ese es su gran mérito y es lo que le ha conducido a un respeto universal. Es la mirada del artista que cae sobre el objeto, pero estas golondrinas es muy difícil que vuelvan. A lo largo de esta exposición (con una avalancha de retratos del mismo protagonista) uno entiende cómo los disfraces, decorados y fantasías de Beatón eran otros tantos significados, tal vez símbolos. En aquella época lo decorativo era un fin en sí mismo, pero estas fotografías sugieren un mundo teatral, un lugar para la acentuación de las mejores virtudes físicas y morales del modelo. Por eso mismo pueden ser tan económicas cuando se trata del minimalista Buster Keaton o absolutamente emperifolladas si ha de inmortalizarse un último fulgor Cecil Beatón, por Irving Penn 130 ABC J. M. C.

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