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ABC MADRID 04-04-1987 página 58
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ABC MADRID 04-04-1987 página 58

  • EdiciónABC, MADRID
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X ABC Poesía- ABC florarlo 4 abril- 1987 iO celeste Juan María Calles Ediciones Rialp Premio Adonais. 1986. Madrid Del premio Adonais se espera siempre- y eso hay que echarlo a su saldo positivo- una sorpresa. Y lo bueno es que casi siempre la da. Hierro, Molina, Gomis, todo la década de los cincuenta- c o n Claudio Rodríguez, Carlos Sahagún, Mariano Roldan, José Ángel Valente, etc. y luego los Diego Jesús Jiménez o las ninfas de última hora, ya se llamen Pureza Canelo o Blanca Andreu. Es lo que obliga cada año a referir a este canon el juico sobre el nuevo libro galardonado. Juan María Calles es, indeclinablemente, la sorpresa que Juan María Calles se espera. Pues contiene en su equipaje todo lo que un Adonais exige como patente: lírica naciente, todavía en el algodón en rama o en la rosa en capullo, primigenia fresca, pudorosa, en estado de misterio impalpable. Entre doscientos veinticuatro originales nada menos, Silencio celeste se libró del auto de fe del fuego del olvido. A primera vista- e l silencio y la lluvia, la noche y el viento azotan sus dinteles estructurales- parece introducirnos en una cierta poética del silencio Mas no es así en realidad. El poemario nos cala por dentro de sugerencia y humanidad, alejado de la amenaza del grado cero de la escritura. Bien que la escritura- o no había de ser Juan María Calles un poeta de su o l a- es el principio de decisión de esta voz lírica. No hay otro lugar- dice el poet a- sino la tierra escrita en aproximación al concepto rilkeano. Partiendo de esa tierra- -o mejor, del destierro de su lugar- -y sin otro destino que aventar las palabras de lumbres, este libro es la alabanza de una tierra que se hizo carne en el poeta y que diez años de ausencia no la borraron de la pizarra de su pecho. Pero eso sí, en nombre del profundo lenguaje de las cosas la convoca, en lo que tiene de infancia difunta, de paraíso perdido. ¿En qué onda: culturalista, romántica, simbólica, realista? Casi cabría decir que de todo un poco, porque Juan Mana Calles destruye los órdenes idealistas en tanta parte como las fenomenologías dadas. Su lírica tiene un objeto real- l a Extremadura esencializada por el re: uerdo, el Cáceres sublimado por la distan ¡a- pero a la vez refracta los datos en visimbres, en oníricas atmósferas, en presaos de quien parece vivir en un país extraño la emigración- -y casi profético. Aun a despecho de que sólo en una parte íl libro se percibe un claro acento bíblico, Silencio celeste conecta con una sacudida sesiánica, propia del libro del Éxodo. Sin emargo, todo el conjunto está situado en ese mbral de las tormentas interiores donde los íilagros se realizan. En Silencio celeste hay tres partes que desdoblan muy bien su materia lírica. El espacio de la escritura con sólo tres poemas- -del que destaca Encuentros con la loba -proyecta la bruma de un reino en lo oculto que no es otro que la poesía: Ahora te reconozco, vieja loba de sombra, -ahora sé que tus caminos no son sino los del misterio... La segunda parte, Sobre exilios diversos se descompone en tres series de las que Para una despedida integrada por cinco poemas, condensa la trama más trabada del libro. Por clima, cohesión del lenguaje y simbolización es la más bella. Queda claro que Juan María Calles tiene ya una cierta costumbre de estar solo, atento como si algo ajeno le llamase. Excelentes poemas son Balada triste para un día lluvioso -que da muy el tono de presagio y melancolía del poemario- Acaso la locura en un país extraño y Celebración de aniversario No obstante, la identidad del poeta y su yo poemático corresponde a la tercera parte Otro tiempo, otra historia donde cruza al otro lado de su alma y, sobre todo, donde logra empalmar con el mito bíblico en poemas oreados de misterio, pero objetivados en torno a recuerdos concretos, a ciudades, a sombras queridas. Incluso Silencio celeste se aproxima a un silencio teológico, un tanto becketiano, en Saxo sólo cansado de los dioses que no son, -y que dicen, y que olvidan... Y, desde luego, encuentra su destino que no es otro que aventar tu palabra de lumbre más allá de las playas de mi vida Destacables son los poemas de este apartado El agua simple que refleja el cielo Dicen que vuelven los días urbanos Lectura del Apocalipsis Feliz aquel que muera allá en su patria y especialmente Perspectiva de destierro Existe en la voz de Calles una cuerda que bordonea con hondura. Y es la presencia de su tierra. Para ello rescatemos el poema Elegía en las dehesas del olvido de la primera parte, y anotemos de las otras dos Testigo de sombra Alabo la tierra que en mí se hizo carne y La tierra en persona donde la coartada humanística cierra su curva: Es ésta la ciudad que aspira y arde- en emigrantes trechos instintivos señala el poeta. Y también: He aquí el hombre que espera, silencioso, la dádiva Es, asimismo, en estos poemas donde la fusión entre el mundo evocado y los términos de esa evocación van de consuno. Nos queda de la palabra de Juan María Calles algo así como un poderoso sortilegio. Én buena parte de Silencio celeste y acaso por su proximidad a un cierto automatismo surreal, asoman imágenes de corte mágico, creacionista, libre, que esmaltan la superficie del poema, en un intento casi místico de cazar al vuelo, al azar, lo creadoramente insólito. Florencio MARTÍNEZ RUIZ Epistolario de la Kestauración Agustín de Figueroa Introducción de Carlos Seco Serrano Rialp. Madrid, 1987 He aquí un libro bien rico en contenidos. Ofrece al lector un repertorio inédito de cartas dirigidas a don Antonio Cánovas por personalidades de su tiempo y cierto número de misivas del jefe conservador a algunos de sus amigos. La sensibilidad exquisita de Agustín de Figueroa, apasionado de nuestra historia contemporánea, ha logrado, al dar a la estampa esta colección, dejarnos una documentación de primer orden para completar la silueta del artífice de la Restauración. Cánovas fue, según los testimonios de la época, un hombre más respetado que querido; más temido que amado. Su egregia superioridad pesaba, al parecer, sobre los interlocutores que lo consideraban hombre distante y frío. El monstruo lo llamaban, con un epíteto a la vez exaltador y reticente. El monstruo resultaba poco menos que inhumano a fuerza de sabiduría y erudición. Pero este volumen tiene asimismo un estudio introductorio debido a la pluma incisiva y magistral de don Carlos Seco Serrano y hay que señalar que este ensayo previo sobre el canovismo es un trabajo sintético y penetrante sobre el hombre del patriotismo desesperado aquel que declaró en un momento de desencanto que eran españoles los que no podían ser otra cosa Entre los muchos textos que contiene este precioso libro me ha divertido sobremanera el que figura en la página 61. Se refiere a una carta que el general Pavía, que no era afín, ni mucho menos, a la ideología de Cánovas, sino partidario de un liberalismo fusionista radical, dirige al presidente del Gobierno, Cánovas, hacia el que sentía una admiración y fervor extraordinarios por su ímproba tarea como hombre de Estado. La gente anda furiosa; pues dicen que usted y yo cohabitamos, escribe el general Pavía a don Antonio. Cánovas sale de este epistolario con un perfil más humano y realista del que lo definen y presentan habitualmente sus biógrafos. Su empeño de evitar el golpismo militar- que acabó con la Monarquía de Isabel I I- y de civilizar el moderantismo ultraconservador haciéndole entrar en el juego democrático y parlamentario de la Monarquía constitucional fue la gran operación política que puso fin durante sesenta años al drama de nuestras guerras civiles. Por eso sólo debe ocupar Cánovas un puesto relevante en la historia de España. No sé si es acertada o no la tesis de que dejó a nuestro país desamparado- mternacionalmen te- al estallar la guerra del 98 con los Estados Unidos. La verdad es que estuvimos solos ante la aplastante superirtdad militar, logística y técnica de los Estados Unidos y que ello era un hecho conocido en todos los Estados Mayores de Europa La verdad es que Cánovas ya había múe to cuando ocurrió lo irremediable. El Epistolario es un regalo para io eruditos y un valioso documento para ios historiadores. José María de AREILZA

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