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ABC MADRID 04-04-1987 página 56
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ABC MADRID 04-04-1987 página 56

  • EdiciónABC, MADRID
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VIH ABC ABC 4 abril- 1987 Jaime Gil de Biedma es uno de los poetas de mayor ascendencia sobre las nuevas generaciones de nuestra lírica. Autor de una obra escasa y exigente, en perpetuo proceso de revisión, restallante de culta ironía y distanciamiento, es uno de esos personajes de verbo fascinante pródigos en ingenio y poseedores de esa elegancia suprema que viste de aparente indiferencia la opinión sobre la propia obra. En este texto- amplio resumen de una animada charla sobre su poesía que mantuvo recientemente en Madrid- Gil de Biedma transita por sus claves personales y levanta una punta del velo de misterio que envuelve el proceso de la creatividad poética. Como los militares si hay guerra, los poetas tienen, o tenemos, una tendencia a morir jóvenes, a acabar nuestra obra jóvenes, sobre todo en la época moderna. Un famoso general de húsares napoleónico, tan famoso que no me acuerdo cómo se llamaba, decía una frase admirable sobre este punto: cualquier oficial de caballería que a los treinta y tres años no ha muerto en acción de guerra, es un fracasado en la vida. A los poetas nos pasa un poco lo mismo. Duramos poco, duramos poco. Y, por tanto, soy muy consciente de que cualquier explicación que yo diese acerca de mi obra es, en buena parte, o puede ser, una falacia retrospectiva. Es decir, si hace veinte o veinticinco años hubiese comparecido ante ustedes con el supuesto de explicar mi obra, sé muy bien que hubiese hecho lo que hacen todos los poetas y todos los escritores en activo: explicar lo que estoy escribiendo y, sobre todo, lo que quiero hacer o lo que quería hacer. No es ésa mi situación actualmente. Yo. tendría que explicarles ahora, puesto que hace mucho tiempo que no soy poeta en activo, lo que he hecho. Y eso es bastante más difícil, porque así como uno está muy cierto y muy seguro de lo que quiere hacer, uno nunca tiene mucha seguridad acerca de lo que ha hecho. Yo no sé si, además, mi obra necesita explicaciones. La poesía es una actividad intelectual, predominantemente intelectual; pero el análisis de la proporción de la cantidad de pensamiento que entra en un poema no suele llevar a ningún sitio. esa falacia retrospectiva porque la relación de uno con su propia obra, mientras ésta permanece viva, se justifica siempre por los poemas que uno espera escribir o que piensa escribir, por lo que quiere hacer. Una vez que esa relación ha dejado de ser viva, la situación de un poeta con sus obras es un tanto pintoresca, algo así como un cónsul de su propia poesía- que es mi caso- Quizá lo que debía hacer primero es explicar qué casual es encontrarse escribiendo poemas y cómo, si uno insiste, esa actividad acaba por condicionar su propia vida y su propia persona de manera completa. Yo empecé a escribir, además, por una razón muy simple y muy tonta; una noche en que me encontraba en casa, aburrido, en la que había algunas copas, me di cuenta de que tenía un poema en la cabeza, y lo escribí. Equilibrio ¿Por qué escribe uno poemas? Es un interrogante aún más misterioso que por qué deja uno de escribirlo. ¿Por qué los adolescentes son tan aficionados a escribir poemas, y por qué la mayor parte de ellos, a partir de cierta edad, dejan de escribirlos? Dice Elliot que en el adolescente hay un desequilibrio muy sensible y nada cómodo para el que lo percibe entre el estímulo y la emoción; es decir, que las emociones en el adolescente superan mucho en intensidad el estímulo que las produce. Ocurre, además, que para un adolescente que acaba de descubrir la conciencia de sí mismo, su único dato de identidad propia con el que se reconoce son las emociones, que tiende a vivir por encima y más intensamente que el estímulo que las provocó. Entonces escribir poemas es sencillamente una manera de intentar un equilibrio, una equivalencia entre estímulo y emoción. Claro que ésa no es una situación permanente en la vida; en ésta, desgraciadamente, uno tiende a no reaccionar emocionalmente ante los estímulos. Sólo reacciona de una manera práctica, pero creo que eso ayuda a explicar por qué a los diecinueve años, a los veinte, a los veintiuno, hay tanta no muy estensos titulados ¿Las gente que escribe poemas. afueras? que constituyeron la inicial del libro Compañeros de viaje, en la que aparezco como un epígono del La torre de Babel veintisiete (y, además, un epígono Si el uso de la lengua fuera mera- fuera de época, que no guarda ninmente estético, andaríamos por la guna relación con la poesía que se vida muy despistados, preguntándo- está escribiendo a su alrededor) nos por el edificio de Correos y Posteriormente- suele ocurrir en nuestro interlocutor enviándonos al toda la poesía juvenil- los poemas Gobierno Civil. Sería la torre de Ba- han sido tan manipulados, modificabel. De ahí la servidumbre de la lite- dos y desfigurados al insertarse toratura y de la poesía en especial. dos en una secuencia, que, realEscribir un poema es crear un mente, si ahora me preguntasen sistema de tensiones expresivas qué quieren decir esos poemas, me donde cualquier palabra puede ser vería en un apuro. realmente poética, aunque no lo sea fuera de ese ámbito. Porque la Poema automático poesía es un arte que requiere un adiestramiento de ése arte, un En un momento, allá por el año adiestramiento que quizá en mis co- cincuenta y seis, quise terminar mi mienzos llevaba más tiempo que secuencia Las afueras. Me ocurrió ahora. Yo me formé en una época una cosa que tuvo mucha importanen que había mucha desorientación, cia, que fue mi primer viaje a Extrey en la que, realmente, llegar a ser mo Oriente y el descubrimiento del contemporáneo de sí mismo y de Tercer Mundo, del subdesarrollo las gentes entre las cuales se vive, económico, del primitivismo, que me que es lo primero que debe conse- produjo un shock muy marcado, guir un poeta, requeriría un esfuerzo bastante notable. Yo no sé en qué momento empecé a darme cuenta de que escribir poemas era una actividad específica; específica y de mediación. Es decir, supongamos que alguien quiere cruzar un río sin existir un puente. Una de dos: o sabe nadar o se ahoga. Pues bien, la actividad de los ingenieros en ese sentido es crear la mediación para que alguien pueda cruzar un puente; o sea, hacer un puente con sus propias reglas y dejar que los transeúntes la atraviesen. Bien, pues en el arte de escribir poemas hay mucho de eso; cons i s t e e n t r e otras c o s a s en aprender que no es lo mismo construir un puente que cruzarlo, que un poema es un puente y no la acción de cruzarlo. Yo me formé en los poetas del veintisiete- que ahora parece conocer todo el mundo, aunque sospecho que no todo el mundo lee- Es quizá la generación más brillante que ha existido en nuestro país a partir del romanticismo, y yo diría que a partir del siglo XVII. Ahora bien, esa formación en un mundo dado implicó una reacción contra ellos; es decir, eran demasiado buenos poetas, demasiado cultos, demasiado educados, y habían forjado demasiado su propia tradición literaria para que uno pudiese hacer su propia obra sencillamente acomodándose a ellos. Durante tres o cuatro años yo hice eso, acomodarme a ellos, y me convertí en un poeta epigonal de 1927. Escribí, me acuerdo, una secuencia de poemas Ausencia intelectual La mayor parte de la actividad intelectual que uno desarrolla para escribir un poema es previa al poema y no está, en ninguna forma, incluida en él más que como ausencia. De alguna manera, escribir es evitar el hacer tonterías y eso requiere realmente mucho esfuerzo intelectual; un esfuerzo de pensamiento no es perceptible en la obra. Ai cabo de los años, y yo hablo de mi poesía, temo que voy a caer en

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