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ABC MADRID 04-04-1987 página 53
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ABC MADRID 04-04-1987 página 53

  • EdiciónABC, MADRID
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4 abril- 1987 UANDO Milán Kundera confiesa que las situaciones sociopolíticas en su novelística poco tienen que ver con lo fundamental de sus creaciones, y que la historia es para él un simple medio para el conocimiento del hombre y debemos olvidarnos de su biografía, parece que nos invita a seguir muy de cerca la interioridad de sus personajes, aislándolos en lo posible de su circunstancia y buscando en ellos una suerte de ejemplaridad trascendente. En (a novela, las circunstancias históricas me interesan en la medida en que son indispensables para la comprensión de tal o cual situación humana ha dicho, y cree- que el lector, sin recibir más que los imprescindibles datos precisos, automáticamente tiene que crear su propia imagen visual del personaje. Por otra parte, rechaza la especie de que sus criaturas reflejen su autobiografía, aunque afirme que para que uno pueda escribir sobre sus personajes con intensidad, tiene que haber en cada uno de ellos algo con lo que conecte íntimamente, es decir, un trozo de uno mismo. Y nos aclara: Por eso mis personajes están frecuentemente ligados a mí por un rasgo autobiográfico de mayor o menor envergadura, pero subrayo: ¡un rasgo, nada más que un rasgo! ABC Hlcrario Libro de la semana ABC V llenaban de un elevado sentimiento de placer... En medio de aquella avalancha de melancólica felicidad se dio cuenta de que era amado como nunca lo había sido hasta entonces. Y es de las pocas veces que el autor se define para decirnos de una manera trascendente: Al final del verdadero amor está la muerte, y sólo un amor que terminan en muerte es amor. Parece que es hasta aquí a donde nos quiere llevar la última seriedad de Kundera para dejar establecida su conmovida escala de valores. Que tos muertos viejos dejen sitio a los muertos jóvenes es una original historia donde aparece el mejor Milán Kuntera de los arriesgados planteamientos arguméntales. Una pareja en la que la mujer es mayor que el hombre, y que no han completado su amor, se encuentra después de algunos años. El proceso sentimental del reencuentro avanza hacia la sorpresa final cuando amenaza lo previsto del fatal desencanto... La atractiva figura del doctor Havel, que ya conocimos en Symposion, vuelve ahora en El doctor Havel al cabo de veinte años en una divertida peripecia llena de sutiles enredos psicológicos. Un hombre de talante amoroso, como Havel, es sorprendido en un campo en el que se tiene por experto y siempre vencedor. Sus lecciones ante un aprendiz de amante resultan inesperadas en sus resultados; el azar puede más que la pretendida ciencia del seductor. Es su propia mujer el arma de sus paradójicos triunfos. Eduard y Dios es el último de los relatos, el plato más fuerte y seguramente más afortunado de esta colección. La heridora máquina novelística de Kundera toca aquí un terreno peligroso. En contra de lo que pudiera anunciarnos, el escenario ahora es absolutamente decisivo en sus límites políticos y geográficos. Solamente en un país detrás del telón de acero puede surgir este conflicto humano, que no resulta tan pueril como se nos quiere presentar. Lo cómico de la situación, que roza lo irreverente, cobra una misteriosa densidad en el mentiroso personaje. Eduard se hace pasar por católico, mintiendo, para lograr el amor de una mujer de fe y de una estricta moralidad. El lleva hasta el escándalo su falsa conversión y está a punto de perder su puesto oficial por heterodoxo, pero entra en un juego de contrarios, donde se acaba por valorar su nueva personalidad. Hay que elogiar la destreza del autor para hacernos pasar de una inverosímil situación jocosa a lo que se convierte en problema vivificante. Podíamos pensar en las últimas páginas de este relato que Kundera nos asoma al tema del San Manuel Bueno, mártir unamuniano o a las proposiciones religiosas terminales de un Graham Greene. Pero el novelista no pretende coronarse con tan forzada paradoja aunque nos deje pensativos y serios un momentoy- y a lo dijimos al principio de esta nota- nos invita a conservar en nuestra memoria la sonrisa del protagonista, que no creía, pero anhelaba a Dios, porque sólo Dios está exento de la dispersante obligación de aparecer y puede simplemente ser. José GARCÍA NIETO de la Real Academia Española C EL LS 5 R 0 DE LOS AMORES RIDICULOS MILÁN KUNDERA Tusquets Editores. Barcelona, 1987 de novelar. (Se hace inquietante la espera de ese próximo nuevo libro que se nos anuncia, El arte de la novela. El libro de los amores ridículos es un retablo de amores amargos o risibles conducidos por un inventor que suele desmitificar casi todo lo que enaltecen sus personajes. Es siempre original en el juego combinatorio de las pasiones que mueven a sus actores y tiene una habilidad indudable para cambiar- de pronto nuestros presupuestos sensibles. Ya en el primer relato, Nadie se va a reír, de un Y lleno de rasgos tiene que estar el libro que hoy comentamos, lleno de seres que pasan por sus páginas con la suficiente, precisa caracterización para que nos identifiquemos con ellos y los abandonemos- mejor, nos abandonen- enseguida, dejándonos una impresión prevista por el autor. Es muy significativo el final del último relato. Kundera obliga al lector a que se detenga y fije con más intensidad al protagonista. Le hace sonreír, y nos dice: ¡Mírenlo! ¡Sí, Eduard sonríe! Consérvelo, por favor, en su memoria con esta sonrisa Porque el novelista sabe bien que en ese gesto, inesperadamente apacible de Eduard, está todo el secreto de su eficacia narrativa, que no se ha detenido demasiado en el tipo, sino en la trayectoria de una conducta. Esas trayectorias, de agudísima percepción, de nteresante y original dibujo, aisladas, suficientes en su concreción, siete en total componen una sinfonía de acertadas investigaciones humanas. episodio pueril se alza una pequeña tragedia y el desorden de una vida regularmente trazada. No basta que el escritor nos diga en la última página, por boca de su infortunado protagonista: Mi historia no pertenecía a la categoría de las historias trágicas, sino más bien a la de las cómicas En La dorada manzana del eterno deseo el humor de Milán Estos seguimientos están admirablemente Kundera logra un tratamiento muy divertido concertados. Anécdota y pensamiento están del carácter de Martín, un pertinaz donjuán, dosificados siempre, con una inteligente pro- cuya osadía suele detenerse en lo que podía porción, sobre todo lúcida, hirientemente lú- parecer la culminación de su intención y de cida como ya observó en estas mismas pá- su juego. Esta lucha entre el juego y la neginas Miguel García- Posada, al comentar un cesidad está magníficamente relatada por el libro tan afortunado como La insoportable, le- compañero del seductor. vedad del ser. Esa heridora manera de escriEl falso autoestop es una comedia de ingebir se hace patente y continua en estos rela- nioso trazado que ensaya una pareja de enatos, donde es evidente esa distanciación que morados. Los sentimientos acaban por seguir el novelista se propone respecto a sus perso- obedientes el dictado de sus papeles, y en el najes, como también revela la novedad del curso de la farsa van perdiendo su identiautor para no repetir tópicos arguméntales ni dad... En Symposion el novelista actúa de reacciones manidas en el concierto de sus fi- nuevo con su extraordinaria habilidad para guras: Parece, según sus propias palabras, desarrollar una acción casi teatral- -la narraque son estas narraciones las más alegres, ción está dividida en cinco actos- en la sala las más seriamente desvergonzadas y las de médicos de un hospital. También el paso más reflexivamente divertidas de su obra de lo cómico a lo dramático está resuelto con Pero el lector no sale siempre tan alígero de verdadera eficacia. Es un cuento medido y estos divertimentos. El amor es tema prefe- perfectamente trabado. En la noche del verente para Kundera, aunque a veces nos rano flotaban los perfumes de las flores y las enoje su distancia y nos duele su sarcasmo, palabras como culpable, egoísmo, amado y que son apoyaturas sustanciales de su arte muerte subían por el pecho de Flajsman y lo

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