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ABC MADRID 28-03-1987 página 55
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ABC MADRID 28-03-1987 página 55

  • EdiciónABC, MADRID
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28 marzo- 1987 ABC- Unamuno, cartas y agravios- ABC XI que. se lo publiquen aquí. Esto es más fácil. Y acaso luego por la Academia de la Historia consiga algo que por la Universidad no lograría. Cuando lea su trabajo volveré a escribirle. Adiós. Sabe cuan su amigo es Miguel de UNAMUNO 20- X- 1909 Señor don Carlos Bratli Mi amigo amigo: Tengo a la vista sus dos cartas, 14 mayo y 17 septiembre; una en danés y otra en español y su libro Filip II at Spanien A fines de junio f i i de excursión por tierras de Avila y luego a mi nativa tierra vasca, donde he permanecido los meses de agosto y septiembre. Al volver acá me encontré con una enorme tarea retrasada, entre ella la de poner al día mi correspondencia privada. He tenido que hacer cuatro artículos para la revista The Englishwoman y uno para el Coenobiumm de Lugano; tengo que hacer un prólogo a una antología de trozos de místicos españoles que va a publicar una casa inglesa; van a imprimirme en París un tomo de Ensayos tengo dos libros entre manos; dos horas y media de clase diaria; el despacho del Rectorado; mi colaboración fija, de dos artículos semanales, a La Nación de Buenos Aires... ¿Qué más? Y luego mis lecturas- ahora leo, entre otras cosas, a Jacob Bóhme- y mis paseos. A pesar de lo cual espero encontrar ocios para ir traduciendo su Felipe II y luego Fernando Fé no vacilará en aceptarla. Mis obras las edito yo mismo, a mi cuenta, aunque aparece Fé como editor. Siendo yo el traductor, y con el amparo de mi nombre, no creo se rehuse a editar él su Felipe II Conozco Mi Sistema de: J, P. Müller. Voy a mandar hacer investigaciones por si Peter Schumacher aparece matriculado aquí a fines del siglo XVII. El archivero ha estado fuera y yo, como le digo, llegué aquí no hace aún un mes. Me tienen exaltado las cosas que pasan. Mi. españolidad se excita. Parece imposible que se haya armado ese ruido en derredor de Ferrer, que era un majadero, una mezcla de tonto, loco y criminal, un obseso y fanático peligroso. Sus escuelas eran pedagógicamente detestables. Enseñar física o química para demostrar la no existencia de Dios y la injusticia de que haya Estado es un disparate tan grande como enseñarles para demostrar que hay Dios y que debe haber Estado. Es terrible la desgracia que nos persigue. De España se habla casi siempre en el extranjero, y singularmente en Francia, sin conocerla. Y ahora se ha levantado contra nosotros toda la golfería intemacionalista, Y hombres como Anatole France, Maeterlinck, etcétera, no han dicho sino necedades en hablando de nosotros. Usted, que conoce esto, sabe cuan fantástica es la idea que se forjan. A lo que ayudan nuestros torpes liberales, cuya Prensa, por afán de oposición, falsifica la verdad. Adiós. Sabe cuan su amigo es, Miguel DE UNAMUNO Excelentísimo señor don Eduardo Dato Iradier Presidente del Consejo de Ministros de Don Alfonso XII de Borbón y Habsburgo Lorena Muy señor mío: Aunque la carta que de usted guardo, contestación a una que le escribí hace poco más de seis años, no es para animarme a volver a escribirle- e n su ligero formularismó delataba una profunda incomprensión del estado de ánimo de un hombre injusta y torpemente atropellado- le dirijo ésta porque no voy a pedirle nada- ¡líbreme Dios de ello! sino a nacerle algunas indicaciones útiles. La primera, que rechazo esas peticiones de indulto que a mi favor se le han dirigido y las contestaciones que usted ha dado a ellas, incluso lo de que lamenta el que llama mi percance. No hay de qué indultarme. Un tribunal dócil me ha condenado, bajo la presión de una señora, y lo ha hecho para que se pudiera ejercer en mí la desgracia de un rencoroso perdón. Y no hay de qué. Los artículos condenados no contienen tales injurias al Rey; siendo, sin duda, más duros y acusativos que ellos otros por los que no se me ha podido procesar. Sé qué en este caso el rencor es femenino, Lo sé y lo haré saber. Preparo para la Liga de los Derechos del Hombre un memorial en que contaré la historia interna de mis procesos, la gestión de esa señora, y cómo la sentencia es copia de una calificación fiscal redactada en Madrid. Será este memorial publicado en francés, inglés e italiano, y a la vez que él los artículos condenados; y a la par pondré más en claro la actuación de esa señora y de su hijo. Pues que quieren guerra, la tendrán. Y ahora conviene refrescar la memoria de usted respecto a la persecución de que vengo siendo objeto. Hace poco más de seis años, cuando don Alfonso de Borbón y Habsburgo Lorena se decía aún amigo mío- t a l calificación me daba- firmó una destitución que me llegó sin advertencia ni queja anteriores; sin expediente alguno previo y sin que ni antes ni después de ella se me haya hecho saber su motivo real y efectivo ni aun otro ficticio. Don Alfonso debió saberlo y encontrarlo justo; pues de otro modo no lo habría firmado, y si lo supo debió hacer que se me hiciera conocer mi culpa. Y si según le he oído al señor conde de Romanones la destitución de un rector hay que acordarla en Consejo de Ministros, debieron saber mi culpa ministros de los de entonces que se decían mis amigos y su deber era dármelo a conocer. No usted, con quien ni siquiera he cruzado saludo. No me quejé de la destitución sino de que hubiese sido por razón secreta. El ministro que me destituyó, agente instrumental del atropello, después de acumular embustes en el Senado y el Congreso acabó asentando la doctrina inmoral, por despótica, de que tratándose de un cargo de confianza no tenía por qué publicar la razón de sus actos, como si esa confianza fuese privada y no pública. Y contra este régimen de clandestinidad me he revuelto. Pero hay más. Un año después de aquello y hallándome en Guernica llegó a esta villa Don Alfonso, que al verme se adelantó a saludarme y en breves palabras- testigo, siquiera de vista, de esto mi paisano y buen amigo don Manuel de Allendesalazar- me invitó a que fuese a verle y hablaríamos y dándome a entender que sabría al fin de sus labios el motivo de la destitución. Y cuando poco después, atendiendo a su invitación, solicité verle y hablarle se me dio la callada por respuesta o con la puerta en los hocicos. Y quédeme pensando en eso que llaman palabra de rey. Sirvióme todo ello para abrir los ojos. En rigor, con esa conducta se me hizo el favor de libertarme de ciertas trabas, como al echarme del rectorado se me desenjauló. Porque debe creerme si le digo quejrni pleito personal no ha sido sino un medio providencial para aclararme la vista y situarme en el pleito público en que como ciudadano vengo interviniendo y sin ampararme en la inmunidad parlamentaria. Que ni apetezco, pues ni creo en la eficacia del Parlamento ni es aquél, creo, lugar para mí adecuado. Mas si al cabo me llevan a él- paía lo que, personalmente, no haré nada- iré y le aseguro que tendrán que oírme el hijo, la madre y su cotarro. Y ahora permita que un español acongojado por la podredumbre de la Corte le diga que son inútiles las excitaciones que usted hace a la concordia de los ciudadanos. Para que la haya, lo primero es que imponga usted arriba sentido de justicia y dé cordura, limpieza de proceder y hábitos de cumplir la palabra y ser siquiera cortés y, sobre todo, que destierre el despotismo, que consiste en obrar por razones secretas y herir a ciudadanos honrados y patriotas sin darles la razón de la herida. Amén de otras cosas más graves aún. Y no medió ni palabra ni acto alguno mío a su respecto en este intervalo. Y si no voy allá lo mismo Borrador inconcluso

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