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ABC MADRID 26-03-1987 página 123
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ABC MADRID 26-03-1987 página 123

  • EdiciónABC, MADRID
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Pieza de mesa Z- 78 acero oxidado y barnizado Pieza de mesa Y- 17 acero y plancha barnizada Anthony Caro L mero hecho de que pueda contemplarse en Madrid una exposición de Anthony Caro (Surrey, Inglaterra, 1924) junto a las de Jasper Johns, Motherwell, Nicholson o Gilbert and George es algo importante. Recibir a maestros ya consagrados de nuestro siglo implica poder admirar su obra, rechazarla con asco o incluso ignorarla. Esto es: tomar postura, tenerles presentes. Y eso también significa que nuestro país conocerá mejor las bases de la cultura que respiran nuestros vecinos en uno de los pocos terrenos donde nuestras posibilidades de acción son inmensas. No parece anecdóctico que dos de los maestros reconocidos por Caro (y por su amigo el gran y desaparecido David Smith) sean Picasso y Julio González. Del primero tomaría la certeza de que la escultura puede ser cualquier forma, de cualquier materia, recibir cualquier influencia. Del segundo una manera de entender la escultura (soldadura de acero frente al lento proceso de fundición) que permitía la concreción rápida de la ¡dea, la posibilidad de volver atrás, de quitar, añadir, equilibrar. Desde luego, las influencias en un artista son muy diversas, pero estas dos no son banales e inspiran cierto legítimo orgullo (y optimismo) Para centrar un poco la exposición, recordar al personaje y a su entorno. La figura dominante en la estultura de posguerra era el también inglés Henry Moore (en cuyo taller trabajó Caro) En Henry Moore, hasta las piezas más pequeñas (siempre en relación con la figura) poseen grandiosidad monumental. Es una escultura para los espacios abiertos, que más puntúa y ocupa el lugar donde reposa que conforma el espacio circundante. Son esculturas macizas, impresionantes y que revelan una continuidad desde tiempos de Miguel Ángel. No es que Smith y Caro rompieran dicha continuidad, ya lo habían JUEVES 26- 3- 87 E Galería Soledad Lorenzo Orfila, 5 hecho a principios de siglo Peysner, Gabo, Tatlin, Du- Champ o Moholy- Nagi, pero lo muy cierto es que retomando estos antecedentes, ambos cambiaron por completo el rostro de la escultura, devolviéndole su autonomía artística y dotándole de una nueva expresividad. En el caso de Caro, lo más conocido y reproducido son sus esculturas de vigas metálicas de los años sesenta. Sin base, sobre el duro suelo, estas estructuras horizontales carecen de otra función que la de dinamizar el espacio donde reposan, pero su aire industrial no es lo que contemplamos en Madrid. Lo que vemos aquí es otra etapa, la que comienza en los setenta. Entonces, influido por González y tras un viaje a Italia, Caro abandona ese acento mecanicista y sus Hasta el 25 de abril esculturas adquieren un carácter más expresivo hasta llegar, en obras como Frangipane- aquí presente- a rozar lo orgánico. Son gruesas láminas de metal que se superponen mostrando bien a las claras su óxido, las perfectas soldaduras, construcciones que se aplastan sobre el suelo o se alzan desde él, un tanto de gesto en la creación. Posiblemente estas piezas junto a las de Mesa sean lo más interesante a falta de la inusual Torre Pequeña. Las piezas de mesa son una parte importante en la búsqueda de Caro. Sirven claramente como bocetos, pero también como terreno práctico de experimentación y expresión rápidas. Naturalmente, son pequeñas y en su misma manejabilidad vemos liberarse la inspiración y la profundización en el concepto de serie sin la coac- ción del coste económico y físico que suponen esculturas de mayor tamaño. Más en concreto, la llamada Z- 89 (bajando las escaleras) es una joya, pero también otras como Quaterage o Range. Lo de Torre Pequeña parece más raro. Para empezar es una escultura en madera muy volumétrica (aunque hueca) y para seguir tiene relaciones tanto con el ya mentado Tatlin como con la Torre de Babel de Brueghel. En ella la pintura adquiere importancia fundamental y todo se entiende mejor cuando nos enteramos de que es la maqueta definitiva de una atracción para niños. Y si apetece introducirse en ella, descubrir secretos no intuidos desde fuera y volver a sentir el misterio y la magia de un lugar. Pero somos demasiado grandes y no podemos observarla más que con nostalgia de algodón de caramelo. Una humorada ternura de la que nunca carece Anthony Caro. José Manuel COSTA Frangipane acero oxidado y barnizado ABC 123!

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