ABC MADRID 26-03-1987 página 68
- EdiciónABC, MADRID
- Página68
- Fecha de publicación26/03/1987
- ID0001589875
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68 A B C CARTA ENCÍCLICA REDEMPTORIS MATER JUEVES 26- 3- 87 El camino de la Iglesia, de modo especial en nuestra época, está marcado por el signo del ecumenismo ñera perfecta, reúne en sí misma el amor propio de la virginidad y el amor característico de la maternidad, unidos y como fundidos juntamente. Por tanto, María ha llegado a ser no sólo la madre- nodriza del Hijo del hombre, sino también la compañera singularmente generosa del Mesías y Redentor. Ella- como ya he dicho- avanzaba en la peregrinación de la fe y en esta peregrinación suya hasta los pies de la Cruz se ha realizado, al mismo tiempo, su cooperación materna en toda la misión del Salvador mediante sus acciones y sufrimientos. A través de esta colaboración en la obra del Hijo Redentor, la maternidad misma de María conocía una transformación singular, colmándose cada vez más de ardiente caridad hacia todos aquellos a quienes estaba dirigida la misión de Cristo. Por medio de esta ardiente caridad orientada a realizar en unión con Cristo la restauración de la vida sobrenatural de las almas María entraba de manera muy personal en la única mediación entre Dios y los hombres que es la mediación del hombre Cristo Jesús. Si ella fue la primera en experimentar en sí misma los efectos sobrenaturales de esta única mediación- -ya en la anunciación había sido saludada como llena de gracia entonces es necesario decir que por esta plenitud de gracia y de vida sobrenatural, estaba particularmente predispuesta a la cooperación con Cristo, único mediador de la salvación humana. Y tal cooperación es precisamente esta mediación subordinada a la mediación de Cristo. En el caso de María se trata de una mediación especial y excepcional, basada sobre su plenitud de gracia que se traducirá en la plena disponibilidad de la esclava del Señor Jesucristo, como respuesta a esta disponibilidad interior de su Madre, la preparaba cada vez más a ser para los hombres madre en eí orden de la gracia Esto indican, al menos de manera indirecta, algunos detalles anotados por los Sinópticos y más aún por el Evangelio de Juan que ya he puesto de relieve. A este respecto, son particularmente elocuentes las palabras, pronunciadas por Jesús en la Cruz, relativas a María y a Juan. 40. Después de los acontecimientos de la resurrección y de la ascensión, María, entrando con los apóstoles en el cenáculo a la espera de Pentecostés, estaba presente como Madre del Señor glorificado. Era no sólo la que avanzó en la peregrinación de la fe y guardó fielmente su unión con el Hijo hasta la Cruz sino también la esclava del Señor entregada por su Hijo como madre a la Iglesia naciente: He aquí a tú madre. Así empezó a formarse una relación especial entre esta Madre y la Iglesia. En efecto, la Iglesia naciente era fruto de la Cruz y de la resurrección de su Hijo. María, que desde el principio se había entregado sin reservas a la persona y obra de su Hijo, no podía dejar de volcar sobre la Iglesia esta entrega suya materna. Después de la ascensión del Hijo, su maternidad permanece en la Iglesia como mediación materna; intercediendo por todos sus hijos, la madre coopera en la acción salvífica del Hijo, Redentor del mundo. Al respecto enseña el Concilio: Esta maternidad de Maria en la economía de la gracia perdura sin cesar hasta la consumación perpetua de todos los elegidos. Con la muerte redentora de su Hijo, la mediación materna de la esclava del Señor alcanzó una dimensión universal, porque la obra de la redención abarca a todos los hombres. Así se manifiesta de manera singular la eficacia de la mediación única y universal de Cristo entre Dios y los hombres La cooperación de María participa, por su carácter subordinado, de la universalidad de la mediación del Redentor, único mediador. Esto lo indica claramente el Concilio con las palabras citadas antes. Pues- leemos todavía- asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con este carácter de intercesión que se manifestó por primera vez en Cana de Galilea, la mediación de María continúa en la historia de la Iglesia y del mundo. Leemos que María con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada De este modo la maternidad de María perdura incesantemente en la Iglesia como mediación intercesora, y la Iglesia expresa su fe en esta verdad invocando a María con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora 41. María, por su mediación subordinada a la del Redentor, contribuye de manera especial a la unión de la Iglesia peregrina en la tierra con la realidad escatológica y celestial de la comunión de los santos, habiendo sido ya asunta a los cielos La verdad de la Asunción, definida por Pío XII, ha sido reafirmada por el Concilio Vaticano II, que expresa así la fe de la Iglesia: Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemeje de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte. Con esta enseñanza Pío XII enlazaba con la Tradición, que ha encontrado múltiples expresiones en la historia de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente. Con e! misterio de la Asunción a los cielos se han realizado definitivamente en María todos los efectos de la única mediación de Cristo Redentor del mundo y Señor resucitado: Todos vivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicias; luego, los de Cristo en su Venida. En el misterio de la Asunción se expresa la fe de la Iglesia, según la cual María está también íntimamente unida a Cristo porque, aunque como madre- virgen estaba singularmente unida a él en su primera venida, por su cooperación constante con él lo estará también a la espera de la segunda; redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo ella tiene también aquella función, propia de la madre, de mediadora de clemencia en la venida definitiva, cuando todos los de Cristo revivirán, y el último enemigo en ser destruido será la Muerte A esta exaltación de la Hija excelsa de Síón mediante la asunción a los cielos, está unido el misterio de su gloria eterna. En efecto, la Madre de Cristo es glorificada como Reina universal La que en la anunciación se definió como esclava del Señor fue durante toda su vida terrena fiel a lo que este nombre expresa, confirmando así que era una verdadera discípula de Cristo, el cual subrayaba intensamente el carácter de servicio de su propia misión: el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos Por esto María ha sido la primera entre aquellos que, sirviendo a Cristo también en los demás, conducen en humildad y paciencia a sus hermanos al Rey; cuyo servicio equivale a reinar y ha conseguido plenamente aquel estado de libertad real propio de los discípulos de Cristo: ¡servir quiere decir reinar! Cristo, habiéndose hecho obediente hasta la muerte y habiendo sido por ello exaltado por el Padre, entró en la gloria de su reino. A El están sometidas todas las cosas, hasta que El sé someta a Sí mismo y todo lo creado al Padre, a fin de que Dios sea todo en todas las cosas. María, esclava del Señor, forma parte de este Reino del Hijo. La gloria de servir no cesa de ser su exaltación real; asunta a los cielos, ella no termina aquel servicio suyo salvífico, en el que se manifiesta la mediación materna, hasta la consumación perpetua de todos los elegidos Así aquella, que aquí en la tierra guardó fielmente su unión con el Hijo hata la Cruz sigue estando unida a él, mientras ya a El están sometidas todas las cosas, hasta que El se someta a Sí mi mo y todo lo creado al Padre Así en su asunción a los cielos, María está como envuelta por toda la realidad de la comunión de los santos, y su misma unión con el Hijo en la gloria está dirigida toda ella hacia la plenitud definitiva del Reino, cuando Dios sea todo en todas las cosas También en esta fase la mediación materna de María sigue estando subordinada a aquel que es el único Mediador, hasta la realización definitiva de la plenitud de los tiempos es decir, hasta que todo tenga a Cristo por Cabeza 2. María en la vida de la Iglesia y de cada cristiano 42. El Concilio Vaticano II, siguiendo la Tradición, ha dado nueva luz sobre el papel de la Madre de Cristo en la vida de la Iglesia. La Bienaventurada Virgen, por el don de la maternidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, y por sus singulares gracias y dones, está unida también íntimamente a la Iglesia. La Madre de Dios es tipo de la Iglesia, a saber: en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. Ya hemos visto anteriormente cómo María permanece, desde el comienzo, con los apóstoles a la espera de Pentecostés y cómo, siendo feliz la que ha creído a través de las generaciones está prsente en medio de la Iglesia peregrina mediante la fe y como modelo de la esperanza que no desengaña. María creyó que se cumpliría lo que le había dicho el Señor. Como Virgen, creyó que concebiría y daría a luz un hijo: el Santo al cual corresponde el nombre de Hijo de Dios el nombre de Jesús (Dios que salva) Como esclava del Señor, permaneció perfectamente fiel a la persona y a la misión de este Hijo. Como madre, creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y esto sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo Por estos motivos María con razón es honrada con especial cuite por la Iglesia; ya desde los tiempos más antiguos es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas. Este culto es del todo particular: contiene en sí y expresa aquel profundo vínculo existente entre la Madre de Cristo y la Iglesia. Como virgen y madre, María es para la Iglesia un modelo perenne Se puede decir, pues que, sobre todo según este aspecto, es decir, como modelo o más bien como figura María, presente en el misterio de Cristo, está también constantemente presente en el misterio de la Iglesia. En efecto, también la Iglesia es llamada madre y virgen y estos nombres tienen una profunda justificación bíblica y teológica. 43. La Iglesia se hace también madre mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad Igual que María creyó la primera, acogiendo la palabra de Dios que le fue revelada en la anunciación, y permaneciendo fiel a ella en todas sus pruebas hasta la Cruz, así la Iglesia llega a ser Madre cuando, acogiendo con fidelidad la palabra de Dios, por la predicación y el bautismo engendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios Esta característica materna de la Iglesia ha sido expresada de modo particularmente vigoroso por el Apóstol de las gentes, cuando escribía: ¡Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros. En estas palabras de San Pablo está contenido un indició interesante de la conciencia materna de la Iglesia primitiva, unida al servicio apostólico entre los hombres. -Esta conciencia permitía y permite constantemente a la Iglesia ver el misterio de su vida y de su misión a ejemplo de la misma Madre del Hijo, que es el primogénito entre muchos hermanos Se puede afirmar que la Iglesia aprende también de María la propia maternidad; reconoce la dimensión materna de su vocación, unida esencialmente a su naturaleza sacramental, contemplando su arcana santidad, e imitando su caridad, y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre Si la Iglesia es signo e instrumento de la unión íntima con Dios, lo es por su maternidad, porque, vivificada por el Espíritu, engendra hijos e hijas de la familia humana a una vida nueva en Cristo. Porque, al igual que María está al servicio del misterio de la encarnación, así la Iglesia permanece al servicio del misterio de la adopción como hijos por medio de la gracia. Al mismo tiempo, a ejemplo de María, la Iglesia es la virgen fiel al propio esposo: También ella es virgen que custodia pura e íntegramente la fe prometida al Esposo. La Iglesia es, pues, la esposa de Cristo, como resulta de las cartas paulinas y de la expresión joánica la esposa del Cordero Si la V