ABC MADRID 26-03-1987 página 35

JUEVES 26- 3- 87 INTERNACIONAL A B C 35 Acusan a William Casey, ex jefe de la CÍA, deplanear el Irangate Al alto funcionario se le ha extraído un tumor cerebral Nueva York. José María Carrascal Finalmente ha aparecido una teoría sobre el Irangate que tiene sentido, que explica las múltiples incógnitas del escándalo y, curiosamente, deja a todos satisfechos. La adelantó ayer el New York Times y dice que el cerebro de la operación para ayudar a los contra fue el entonces director de la CÍA William J. Casey, e invoca como fuentes a dos senadores y un congresista, miembros de los comités que están investigando el caso. Resulta evidente que éstos saben de qué hablan con sólo ver las responsabilidades que sobre el asunto tienen confiadas. Pero ya había sido apuntado hace días por uno de los comentaristas más agudos de la escena norteamericana, William Safare. Según esta teoría, Casey no fue el ejecutor de las complejas operaciones de ayuda a los contra por una razón muy simple: el Congreso lo tenía prohibido. Pero incluso si actuaba por su cuenta, bajo órdenes directas del presidente, tendría que dar cuenta de tales actividades a los comités de Inteligencia de ambas cámaras, en las reuniones a puerta cerrada que periódicamente sostenía con ellas, según ordena el reglamento. Conociendo, sin embargo, la importancia que la Administración daba a que los rebeldes nicaragüenses siguieran desafiando el poder sandinista en su país, Casey empezó a actuar indirectamente: animó al teniente coronel North a organizar las operaciones de suministro, diciéndole probablemente que el presidente así lo deseaba. Y ofreciéndole para ello la ayuda auxiliar que su agencia pudiera prestarle sin violar las disposiciones. Eso fue exactamente lo que hizo North, con el beneplácito de su jefe directo, el vicealmirante Poindexter, jefe del Consejo Nacional de Seguridad. Una de las mayores ventajas del plan era que dicho Consejo no tiene que dar cuenta de lo que hace al Congreso. De haber ocurrido así, tenemos resueltos los mayores misterios del escándalo: North y Poindexter lanzaron la operación ayuda a los contras por todo lo alto, incluyendo el arriesgadísimo desvío del dinero iraní hacia ellos, sin reserva, creyendo que actuaban bajo instrucciones presidenciales. Se explica también cómo pudo llevarse adelante la operación sin que nada se filtrase y cómo la CÍA surge esporádicamente en ella, sin comprometerse en sus puntos clave. La única incógnita que quedaría por resolver sería, sin embargo, la más importante: ¿actuaba Casey bajo las órdenes del presidente al dar de palabra esas instrucciones a North? Reagan viene negando incluso saber nada de ese desvío del dinero hacia los contra El único que podría aclarárnoslo es el propio Casey, pero el ex director de la CÍA se encuentra en un hospital, tras una operación de cerebro, con un tubo en las narices, otro en la boca y no sé cuántas cosas más, lo que hace imposible que declare, y permite a los demás escapar de la quema: North y Poindexter alegando que cumplían lo que creían eran órdenes del presidente, el presidente alegando que no las había dado. En resumen, una explición plausible que resuelve buena parte de las incógnitas del escándalo y una buena coartada para la mayoría de los peces gordos implicados. Belgrado, decidido a aplicar medidas contra las huelgas Viena. José Grau De cara a la creciente degradación de la situación económica del país, las autoridades yugoslavas parecen dispuestas a aplicar a toda costa una serie de medidas económicas a pesar de los riesgos sociales que parecen derivarse de ellas. Frente a las huelgas espontáneas de la semana pasada que siguieron a la aplicación de una nueva ley sobre salarios, y después de haber intentado apaciguar los exaltados ánimos declarándose abierto a cualquier sugerencia sindical el primer ministro, Branko Mukulic, ha reafirmado ante representantes de los hombres de negocios que su Gobierno no podía hacer ninguna concesión en la necesidad de unir la progresión de los salarios a la de la productividad del trabajo La crítica situación económica yugoslava, con precios disparándose, sueldos oficialmente congelados y huelgas ininterrumpidas, ha hecho pensar a muchos en una revuelta social de grados alarmantes. La Prensa yugoslava informaba el martes, basándose en datos suministrados por el Gobierno, que, desde primeros de año hasta hoy se han producido huelgas en 168 empresas. Ya en 1986 se registraron oficialmente novecientas huelgas. Estas protestas se intensificaron cuando el Parlamento de Belgrado, a propuesta del Gobierno, aprobó a finales de febrero una ley por la que se congelaban los sueldos al estado del último trimestre del 86. Se esperaba impedir de este modo los gravísimos desajustes entre el crecimiento de la productividad y de los sueldos, y atajar una inflación que actualmente supera el ciento por ciento. El Gobierno, mientras tanto, y ante la ola de malestar existente por todo el país, ha anunciado una modificación de la ley, la cual había supuesto, de entrada, que el gabinete entrara en conflicto con los sindicatos y con la dirección socialista. El próximo martes entrará en vigor también un decreto gubernamental por el que se llevan los precios de muchas mercancías al estado de enero del 87. Muchos funcionarios habían dicho que esa ley era indeseable porque quitaba a la gente la motivación para el trabajo. 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