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ABC MADRID 22-02-1987 página 154
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ABC MADRID 22-02-1987 página 154

  • EdiciónABC, MADRID
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AL LORO o é si ahora hay más o mcttON límidos que anics, Parece ser qut en el siglo XIX. a pamr del Romanlicismo, hubo muchos dos. Pero no nos íícmos. Es posible que en nu lFO tiempo, con a p a n t n c i a de a u d a c e s hai mas Itmiüos que nunca. El laUno sena temeroso, jipocfldo, raedn so, enc o g i d o y c o r l o d e ¡ininio... A h o r a el l i m i d o l í e n c la mayores reserváis de audacia. No enconiriimos consTaniemente con Tímido que dicen y hacen c o u s que no son capaces de hacer ni decir hombres valerosos y echados adelante, Freaiemcnienie. eslOí. Umidos entran en cualquier parte encogidos, y s u e l e n llevar gafas oscuras, bien porque las necesiten, t cn por disimular su rímidcz. Vivamos un poco en euardia hacia e? j cl. ise de límidoi. O u i z i nll hallemos en el triunfo de la timidez. Ahora, con cualquier motivo, se da ima copa de vino español. Pues bien, os tímidos son los prime- HUMOR N Antología del hmnor LOS TÍMIDOS ren aparentar valor, fucr; a, despreocupación, cnfrcntaTse con mubicntes de suburbio, de lupanar y de miseria, demostrar, en suma, que son cspirilu fuertes, y lodo esto lo hacen por timidez. No es el valjentc, el esforzado, el valeroso quien hace frente a la poesía sin sentido y a la pintura que llaman abslríicta, porque el vállenle propende a la claridad y al respeto a las reglas, y en el fondo, en sus medios expresivos, al optimismo. El tímido, en cjmbio, es pesimista, aim cuando propenda al humor, y su propia timidez le lleva a una actitud de descontento, de malestar, y, en cierto m o d o a encubrir su timidez con una máscara de avanzado, de renovadort de original. Por Francisco DE COSSIO To que acaban con k s empare dados. Si hay una mujer hermosa veremos en torno de ella unos c u a n t o s t í m i d o s Y es que, en la vida moderna, la timidez da una fucTia enorme; no es, precisamente, el audaz quien rnunfa. T o d o s ys que h a c e n u n a obra de arte arbitraria y fuera do IM reglas son uno tímidos. Quien dice que es un genio y que no hay nadie que v a l lo jc ¿I es, asimismo, un tímido, hara que se dan tantos- ismosv digamos tjue d m s frecuente de Lodos es el timidismo. Existe una literatura uuc han dado en llamar iremcnaisla. Pues bien, toda esta literatura de laradoSn miserables, enfermos, pro iíituidos y locos es una lileraEUra de tímidos, Ouie- S Por otra parte, temamos a aquel i ¡uc se nos acerca con Lcsto compungido y llorando ástimas. En la mayor parle de os casos es un tímido que quiere situarse, aparentando que es un infeliz, y siéndolo, mas con el propiSilo de conseguir lo que no conseguirá el smceramemc elaro y vahenic. Un nirto representativo de 1 timidez es ei ya viejo y olvidado Jaimilo. A muchos les parecía d e s v e r g o n z a d o y a u d a z cuando su timidez le Ikvaba a decir procacidades c indeeendas. Pon H mono al lado de los desinteresados y valientes, de ios que dicen la verdad sin ijue la teman, de los que son sinceloi ante los demás y optimistas fíente a la vida. De los que no temen perjudicarle cor la verdad de lo que piensan, L- a generosidad es virtud de valientes, e igualmente la sinceridad. Bl tímido, en cambio, buscará sus fines de un modo tortuoso, y nunca nos dará la cira. LA COLA DEL AUTOBÚS ADA cola (con perdón) t i e n e sus r e g l a s sus costumbres, su constitución no escrita, pero sí observada por una mayoría celosa de su cumplimiento, Eitas normas se elaboran ellas solas y se van perfeccionando con el liempoAsl como, pi r ejemplo, en La cola de la fruiería (SE no se obtiene número) se pide la vez preguntando: Quiín e la última? (aunque en la cola haya hombres y uno de ellos pueda t er el último, al que se le oblipj a contestar: -tUna ser idor j- en la cola del autobús, siempre que sea cabecera de línea, se pone uno en fila v ya está. Si es parada intermedia, la n o r m a no o b l i g a a g u a r d a r coLi, permitiendo al que llega i, l ultimo subir el primero, l o que todo el mundo encuentra natural poique desde antiguo así se ha establecido. En la cola de la frutería, una vez pedida la vez. eá costumbre ausentarse, si se tienen muchas personas delame, pero reservándose el tumo, diciendo que sólo va a preguntar el prenjo de las angulas (lo cual hace Volver l; i c hr- Tii a todo et ffiupoi. Di esta forma, muchas personas híibile H adcmús de presumir ante la galería, logran esi; ir en tres o cuatro colas a la vez, consiguiendo hacer la compra en la cuarta parte del tiempo. C La cola del autobús, en cambio, no se presta a tales triquiñuelas. Aquí llega uno v lietic que aguantar a pie firme, sin moverse, si no quiere perder el tumo. Por eso ios que esperan el autobús están siempre golpcando el suelo con los pies, para ixdentarlos y para desentumecer los músculos de las piernas. Otra caracieri tiea de La cola del autobús es b de permitir, mientras se espera, leer el periódico, una novela o hacer el cruciGrama apoyándose en la espalad del de detantí. En La frutería a nadie se le ocurriría haceí tal cosa, pues lodo el mundo queda en seguida como hipnotizado, con los ojos puestos en la báscula, admiraoo di; la habilidad del frutero en no pasarse ni un gramo en el peso, Y entretenidos en esto, no quedan ganas ni tiempo para otra cosa. Por ultimo, en la cola del autobús, cuando por fin llega, a veces no abre la puerta de enErAtia para ir de vado a incorporarse a otra parada intermedia, por venir otro a contmu. ición. Gencralmenii- e- rc dllimo ó o h a s t a ta mii. id del iravecio por estar muy próximo a llegar un tercero, lo que le da a la cola una animación especial, distinguiéndola de todas las demás colas. Julio PENEDO 20

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