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ABC MADRID 13-02-1987 página 52
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ABC MADRID 13-02-1987 página 52

  • EdiciónABC, MADRID
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52 A B C LARRAs 150 AÑOS BE UNA MUERTE ROMÁNTICA VIERNES 13- 2- 87 Entre Horacio y San Agnstín N La Nochebuena de 1836 la presentación y desarrollo de los temas, el calculado recargo de tintas, el gradual crecimiento de! a tensión, revelan un plan riguroso cuyo fruto es una creación perfecta en su estructura. Nada sobra y nada falta. Naturalmente la originalidad de Larra no le impide aprovechar recuerdos literarios. Hace tiempo se señalaron reminiscencias que no pueden sorprendernos dada la bien conocida formación clásica del autor. Es indudable que tuvo muy en cuenta una sátira de Horacio, la Vil del libro ll Bis en la que Davo, esclavo del poeta, se encara con él, le reprocha la insinceridad con que alaba la austeridad de los antiguos romanos mientras va de banquete en banquete, le afea sus adulterios y pone de relieve lo grotesco y peligroso de sus tretas para lograrlos. Tanto en las Confesiones como en La Nochebuena un hombre de letras, ansioso de gloria y triunfador en la sociedad, se percata de su real desdicha al comparar su vida en zozobra con la elemental felicidad de un borracho. En las dos obras se atribuye el encuentro a designio providencial; aunque de muy diverso modo: Agustín proclama sinceramente la acción salvífica de Dios; Larra, que se declara supersticioso a fuer de descreído, ironiza, repitiendo con sarcasmo el lugar común de predicadores y moralistas: La Providencia, que se vale, para humillar a los soberbios de los instrumentos más humildes, me reservaba en él en mi criado mi mal rato del 24 Agustín contrapone la inquietud que le atosigará noches y días al fácil sueño con que el beodo eliminará la resaca: el asturiano pregunta a Fígaro: ¿Por qué te vuelves y te revuelves en tu mullido lecho como un criminal con su remordimiento, en tanto que yo ronco sobre mi tosca tarima? El mendigo se había embriagado con vino: Agustín con el anhelo de la gloria mundana que no había conseguido aún; en La Nochebuena, las últimas palabras del criado son: Yo estoy ebrio de vino, es verdad; pero tú lo estás de deseos y de impotencia. Esta serie de coincidencias no puede ser casual. Nuestra imagen de Larra, progresista y escéptico, hace que en un principio nos resistamos a admitir que en su obra más desesperada tuviera presente un pasaje agustiniano. Sin embargo, se había educado en instituciones religiosas- e l colegio de San Antón, de escolapios; el Imperial, de Jesuítas- y en esos años de adolescencia pudo conocer el episodio del mendigo, bien por lectura directa de las Confesiones, bien a través de la predicación. Creo más probable lo primero: la tradición de sus descendientes ha conservado la noticia de que el P. Eustaquio Tinoco, su maestro escolapio de Humanidades, le familiarizó con textos patrísticos: Mariano José con él devoraba los libros latinos, recreándose en las traducciones de los Santos Padres y gozando con los poetas: el dulce Virgilio y el didáctico Horacio sobre todo Es notable que en esta frase puedan entrar juntos el providencialista Agustín y el epicúreo Horacio; más notable aún es que ambos, tan distantes entre sí y cada uno de Larra, dejaran huellas convergentes en La Nochebuena. Rafael LAPESA de la Real Academia Española MAJO como viaja por el monte un c o r z o c u e v a neric i o de muerte escribía, poco después de su ruptura matrimonial, Mariano José de Larra a su amigo Ventura de ia Vega, tras el afrentoso verano de 1834. Larga carrera la del romántico corzo herido, puesto que no iría a caer, de vuelta de tantos viajes, hasta un lunes de Carnaval de 1837, tal día como hoy. Casi exactamente al comenzar el otoño de aquel verano escandaloso de 1834, el gran actor Carlos Latorre, estrenaba en el Teatro del Príncipe la mejor obra dramática de Larra: Macías inspirada en la leyenda del trovador gallego al que en su tiempo llamaban Macías O Namorado Probablemente para Lope de Vega, la historia del que Bances Candamo calificó como El español más amante y desdichado no fue sino más de los temas históricos y legendarios que le servían para hilvanar comedia tras comedia. Lope era hombre de muchas aventuras sentimentales. Larra, no. Por eso éste al refrescar el viejo asunto poético, tuvo que sentirlo desde la propia experiencia que vivía: un matrimonio desdichado y una violenta pasión adulterina con Dolores Armijo, casada con el oficial de caballería José María Cambronero. Al poner en boca de Macías, Los amantes son sólo los esposos. Su lazo es el amor. ¿Cuál hay más santo? Larra proclamaba su propia pasión, defendía su legitimidad, del mismo modo- o mucho más claro- que un siglo después ia suya, homosexual, García Lorca en las páginas, voluntariamente enigmáticas, de El público Movido, el gran articulista, el crítico modernizador, exigente y temido, entre sus profesícas por Víctor Hugo y por Dumas, el drama de Macías le salió decididamente hugolino, un verdadero precursor del romanticismo que ya avanzaba sobre el Madrid agitado de la Reina María Cristina. Una cosa eran sus traducciones de comedias y dramas de Scribe, a quien conoció en París, como Desdichas de un amante dichoso El arte de conspirar Partir a tiempo que encontraban curiosos ecos en la situación española al ser estrenadas en Madrid, y otras aquel Macías enamorado y rebelde que, en el fondo liberaba a su autor, tantas veces escéptico y antidemócrata, y daba expresión a sus sentimientos más rebeldes y revolucionarios. Larra, al producirse la escisión liberal de 1836, podía optar por el grupo de Isturiz, partidario de la Corona, anticarlista y defensor de las reformas necesarias dentro de la realidad, postura muy conservadora, frente al grupo de Mendizabal, populista, antirealista y partidario de la soberanía nacional. Su corazón estaba en la marejada contradictoria que le llevaría al pistoletazo frente al espejo del 13 de febrero de 1837, al convencerse de la imposibilidad de recuperar el amor de la bella infiel, Dolores Armijo. Moriremos de amor decía Macías a Elvira al final de una tirada de mediocres versos. No faltan quienes sostienen que Larra murió del mal de España. Leyéndole detenidamente, y más en sus trabajos como crítico teatral que como articulista político o de costumbres, se ve que era además de pesimista lo bastante escéptico para no quitarse la vida por una disconformidad vitla con el desespe- ranzado y violento vivir de su pueblo. Larra murió con cierta actitud estética y no poco snob ante un espejo, por una profunda identificación con Macías, el personaje de su drama mejor, en el que no sólo se encarnaba él y su situación, sino también el Marsilla, de Los amantes de Teruel de Hartzenbusch, y con el Trovador de García Gutiérrez, dos amantes desdichados y empujados por la fatalidad a una situación de adulterio irrenunciable. Como él. Las críticas de Larra sobre esas dos comedias, descubren las variaciones de su pensamiento estético. Sus contradicciones. Compara a García Gutiérrez con Shakespeare, pero le hace objeciones de verosimilitud, que nada importa a los románticos, y de tiempo, aunque confiesa- y esta es una actitud nuevano ser esclavo de las reglas. Apoya la actitud de Marsilla, luchando contra la fatalidad por su amor, aunque Isabel se haya casado en su ausencia con Azagra, y descubre que todos los personajes de Hartzenbusch, el desdichado Marsilla, la infeliz Isabel y el poderoso y paciente Azagra, obran a un fin y movidos por un resorte superior a ellos mismos Aprovecha Larra la doble ocasión de estas críticas, largas, minuciosas, en dobles artículos de El Español para defenderse cíe cuanto le acusan de mordaz y satírico contra los que de maldicientes nos acusan Y, a la par, consagra como autores de importancia inmediata García Gutiérrez, desconocido el día antes del estreno de El trovador en Í 836, y de Hartzenbusch, llevado fulgurante a la fama, al grupo de la aristocracia que se hace a sí mismo, con el estreno de Los amantes de Teruel en enero de 1837, cuando a Larra, corzo herido le quedan- y todavía no lo sabe- menos de tres semanas de vida. Es Larra crítico exigente con actores tan famosos y notables entonces como Latorre, Romea, la señora Lamadrid. Minucioso en la inadecuación de los repartos, en su tiempo, todavía más aguda y deformadora que hoy. Rico en alardes comparativos. Para la crítica de la comedia que consagra a Hartzenbusch, ejemplifica Larra con El convidado de piedra Ótelo Fausto El Quijote La Bourgeois gentilhomme La peau de changrin y hasta con el ya famoso huevo de Colón. Una época nueva se abría para el teatro en la hora en que uno de sus personajes, Mariano José de Larra, encarnado en Macías O Namorado se pega un tiro romántico. Cotejar situaciones y personajes de las dos piezas ya citadas, del Don Alvaro del duque de Rivas, que es de 1835 y con su propio drama Macías nos descubriría el asombroso parecido de personajes y situaciones que hoy sería intolerable. Aquel lunes de febrero a marzo de 1837, otro gran personaje romántico, llamaba a la puerta de la fama en un cementerio. El enterrado era Larra. El joven poeta desconocido, recitaba ese vago clamor que rasga el viento es el son funeral de una campana Se llamaba José Zorrilla. El romanticismo entonaba sus loas funerarias al borde de la tumba del gran crítico de la España del siglo XIX. Lorenzo LÓPEZ SANCHO

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