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ABC MADRID 07-02-1987 página 3
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ABC MADRID 07-02-1987 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 7 DE FEBRERO DE 1987 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 28006- MADRID En la ocasión cairota ya apuntada, don Manuel Diez- Alegría hizo por reconciliar mi desconocimiento de cualquier tema militar- termopilas incluidas- con sus apasionantes aproximaciones de carácter cultural a los mismos. ¡Qué tarde excepcional para la memoria! Claro que yo no acudí a la Embajada de España tan desprovisto de referencias como aparento. Llegaba del Alto Egipto, de Tebas, de mis templos tutelares, y lo hacía equipado con una reciente lectura del libro Ejército y sociedad, que si bien no abordaba aquella suprema contradicción del carácter pacifista de los antiguos egipcios, que fueron los faraones guerreros del Nuevo Imperio, sí predisponía a esperar de mi futuro entrevistado una cierta complicidad en la admiración por aquel país y su historia. Al fin y al cabo, en los escritos de don Manuel destaca siempre el peso de la historia y el rutilante mensaje de las culturas, de todas las culturas, acompañando al tema central del papel del Ejército err el avance de las mismas. No piense el lector que, dados mis antecedentes, introduzco la experiencia egipcia con calzador en esta página que quisiera de admiración hacia el amable contertulio de algunos crepúsculos sobre El Cairo. Por el contrario, la experiencia egipcia tenía que aflorar necesariamente en un hombre tan afecto a la cultura; alguien que, según comprendí y además supe por otros, quiso aprovechar su embajada para conocer a fondo la historia de un país que, desde la época de los faraones a los primeros heremitas cristianos, ha sido origen de tantas experiencias del espíritu calificadas, después, como occidentales. Y a nadie ha de extrañar que en aquella tertulia don Manuel A enemigo que huye, puente de plata manifestase su fervor por la cultura del Imdijo don Manuel, hablando de cierto persoperio Antiguo en Saquara (Menfis) al tiemnaje que hubiese proporcionado un estupo que destacaba la serenidad que emana pendo titular a la revista de marras. Desdel románico catalán, en el valle de Bohí. graciadamente para ella, el entrevistador y Coincidencia hermosa, pero no extraña. En el entrevistado se confabularon para sustiambas experiencias, tan alejadas en el tuir el nombre que hace vender por los metiempo, los espíritus fatigados podemos ennos triunfalistas de Valle Inclán, Stendhal y contrar el esplendoroso reclamo de los oríGaldós, creo recordar. Además, el señor embajador remató la maniobra sustituyendo genes, la conmovedora evidencia de una los codiciados chismes de palacio- m á s primera vez En Saquara, el hombre exactamente, cierta chismografía de El Par- egipcio se descubrió a sí mismo y supo dopor una disertación sobre el arte roculminarse a sí mismo. En Saquara, la culmánico catalán y- ¡v a y a sorpresa! -el tura egipcia encontró su período clásico y Cuarteto de Alejandría del señor Durrell. (Al lo dejó allí, en el más austero de los paisadía siguiente me desplazaba a mi Alejanjes, ejerciendo de guía, actuando como dría natal, y don Manuel me sugirió que, al regreso, cotejase mis opiniones con las norma. que él tenía formadas sobre el fascinante hibridismo de la ciudad de los tolomeos. Diré que, dejando aparte el ya lejano interludio de mi servicio militar- -que en cualquier caso fue insólitamente cómodo y regalado- mis conocimientos sobre la milicia han sido siempre nulos. Ya de niño prefería los novelones de Dickens a los soldaditos de plomo; los folletos de películas americanas a los muy ponderados tebeos de la colección Hazañas bélicas. (De todo esto da un testimonio tardío Juanita Marsé en una narración de su último libro, que me presenta en las noches también lejanas de la Gauche Divine intercambiando programas de la Metro y la Warner con Vicente Molina Foix, que no Fox. Y si ya no fue así PRINCIPE DE VERGARA, 29 por edad, pudo haber sido por temperamento. I MADRID I UVE el privilegio de c o n o c e r a don Manuel Diez- Alegría durante su embajada en Egipto. Imagino que, en mi caso, no podía suceder de otro modo. Tampoco podía faltar un cierto grado de sorpresa. Pues antes de descubrir en la conversación al gran intelectual, al ameno causseur que ha bía en don Manuel, vivía yo de imágenes preestablecidas y, justo es decirlo, inevitables. Por un lado, el militar de elevado prestigio histórico; por el otro, más reciente, el militar que se ganó el corazón de la progresía de la época al aventurarse a guardar un comportamiento de demócrata en un momento poco propenso a estos caprichos de la conducta. Imágenes que, siendo ciertas, no completaban la soberbia impresión que iba a llevarme del señor embajador y, muy pronto, ilustre académico. La editorial que financiaba mi enésimo periplo egipcio pretendía reproducir en su revista pnncipal la imagen de don Manuel que resultase más noticiable y sensacionalista para la voracidad informativa de aquel 1978. Por suerte para el recuerdo, yo me sentía escritor más que periodista y egiptólogo frustrado antes que cronista político con frustraciones no menores. Don Manuel prefirió ostensiblemente los aspectos más románticos de mi propia embajada. Así, la entrevista tuvo un tono cultural muy alto por parte del entrevistado, pero no era lo que esperaban obtener los patrocinadores de mi viaje. Cierto que don Manuel me contó las anécdotas espectaculares que ejlos ansiaban ver publicadas, pero me pidió el off the record absoluto y yo consideré que me hacía ingresar en un terreno que siempre ha de ser sagrado. Los grandes actos de la historia no tienen por qué convertirse en cotilleo si sus protagonistas optan por la elegancia de un silencio a tiempo. T CREPÚSCULO EGIPCIO CON DIEZ- ALEGRIA Sí se me permite una comparación, diré que, escuchando a don Manuel, pensé en una de las personas que supieron ganar mi admiración en mayor grado y en menos tiempo: don Salvador Espriu, poeta. La misma predilección por las experiencias clásicas, incontaminadas; el mismo, sereno rigor en la ironía, una idéntica severidad en e juicio y una parecida elegancia en la curiosidad. Cierto que es una impresión aparente, acaso de una única primera mano, pero valga como correspondencia de admiración hacia dos hombres, de oficios tan distintos, unidos por la coincidencia de no ejercer jamás el de tinieblas; dos intelectuales que se erigen ante mi irreflexión de entonces como un soberbio ejemplo de la madurez en ejercicio pleno. Ya he insinuado que decidí sorprender a mis patrocinadores con un retrato de don Manuel Diez- Alegría basado en sus experiencias culturales y sus aficiones artísticas. Iluso como soy, imaginé el aplauso que provocarían unas declaraciones del teniente general sobre el arte egipcio o el trabajo que en aquellos momentos efectuaba el profesor Sánchez Almagro en la zona del Fayum. No gustó a la editorial que nos apartásemos del sensacionalismo o, más simplemente, de la indiscreción, y así las opiniones de mi entrevistado sobre aquellos temas o sobre el papel del Ejército en la obra literaria de Pérez Galdós o Baroja no merecieron el honor de una primera página, ni siquiera la deferencia de ocupar algunas en la revista principal de la casa. La inolvidable conversación de aquel crepúsculo cairota fue a parar a una revista subalterna y, para colmo de males, el rigor, la serenidad, la sabia madurez de DiezAlegría alternaron inevitablemente con fotos de señoritas exhibiendo las sus partes a todo color. Y don Manuel me hizo saber que, aun gustándole la entrevista, aquella coincidencia con el mercado de la carne pasado por el papel de offset le había molestado. También a mí me molestó que, todavía en 1978, la frivolidad más inconsecuente pudiese manipular contenidos serios y respetables o con intención de serlo. Pero yo era entonces un escritor de alquiler, y como afirma la sabiduría ancestral de los payeses catalanes, quien tiene el culo alquilado no se sienta cuando quiere Si es cierto que todo encuentro con personajes excepcionales implica alguna lección, por pequeña que fuese, diré que mis conversaciones con don Manuel DiezAlegría me dieron la más inesperada de las experiencias: me enseñaron a mirar con ojos nuevos unas ruinas que creía conocer a pie juntillas. Las de Saquara precisamente. Nunca he vuelto a ellas sin recordar al ilustre personaje que me enseñó a observarlas lejos de los misterios gratuitos y el colosalismo barato que la banalidad del siglo suele atribuirles. Me prestó don Manuel la mirada del viajero clásico, para sustituir a la del romántico enloquecido. Y en esta lección vuelve a mezclarse con el recuerdo del poeta Espriú, quien solía hacerme un discurso de signo idéntico sobre aquel lugar sagrado. Sobre Saquara, sí, donde el sabio Imhotep dio a Egipto las pautas de la vera perfección. Desde los orígenes de mi tiempo, gracias a los tres. Terenci MOIX

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