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ABC MADRID 05-02-1987 página 73
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ABC MADRID 05-02-1987 página 73

  • EdiciónABC, MADRID
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JUEVES 5- 2- 87- JESPECTACULOS -ABC, pág. 73. Histórico y aplaudido Mefistófele en la Zarzuela, presidido por la Reina Montserrat Caballé y Evgeni Nesterenko, soberbia pareja protagonista Teatro de la Zarzuela. 4- 11- 1987. Inauguración de la temporada madrileña. Título: Mefistófele libreto y música de Arrigo Boito, en producción del propio Teatro Lírico Nacional. Reparto: Mefistófele Evgeni Nesterenko; Fausto Giorgio Merighi; Wagner José Ruiz; Margarita Montserrat Caballé; Marta Mabel Perelstein; Elena Angeles Gulín, y Pantalis Dolores Cava. Orquesta Sinfónica de Madrid (Orquesta Arbós) Coro titular del teatro. Escolanía de la Sagrada Familia. Escenografía y figurines: Toni Businger. Coreografía: Cese Gelabert y Lydia Azzopardi. Director de escena: Emilio Sagi. Director musical: Romano Gandolfi. Existe algún paralelismo entre las inauguraciones de la temporada madrileña de este año, que acaba de terminar hace unos momentos en el teatro de la calle de Jovellanos, y la del Liceo, que se halla en curso. Aludo a ciertas características coincidentes que se dan en los títulos elegidos para cada uno de esos arranques y en el éxito registrado en ambos- más claro el catalán- por mor, fuerza y razón de sendos puñados de nombres cimeros de la lírica. Quiero decir que si la indisimulable endeblez musical del Don Quichotte de Massenet se vio disminuida en Barcelona, en cuanto ello es posible, por el espléndido e inteligente quehacer escenográfico de Piero Faggioni y cantante de Ruggero Raimondi, Gabriel Bacquier y Martha Sénn, aquí, en Madrid, la representación telonera del Mefistófele -representación, por otra parte, histórica, en cuanto que supone doble novedad: para Montserrat Caballé y para la Zarzuela- se ha aupado hasta el triunfo gracias a las formidables prestaciones de estos dos artistas de lujo: la misma primeriza Caballé y el gran cantante ruso Nesterenko. Los cuales, junto a un desigual conjunto restante de coparticipantes, han elevado en todo caso por encima de su real valor a un título que se encuentra harto más cerca de ser ese cruce que se ha dicho que es de casi todas las corrientes musicales de la época, que la obra de arte total que también se ha llegado, hiperbólica e inconcebiblemente, a ver en ella. Pero pasemos revista a ios trabajos de la inauguración. El de Montserrat Caballé, el primero. Y no por ser ella quien es, ni mucho menos, sino porque sólo su escalofriante l altra notte del tercer acto bastaría para hacerla acreedora de toda primacía, si no fuera porque también se produjo como la mejor Caballé en muchos otros momentos de esa Margarita que nadie hubiera podido adivinar que encarnaba por primera vez: tal su parte en el dúo de ese mismo tercer acto, Lontano, lontano que no la del tenor, replicante suyo. El bajo Evgeni Nesterenko, en seguida y a su tado. Su nobleza expresiva, su excelente línea, la diversidad del acento intencional que sabe aplicar en cada situación y su identificación absoluta con el personaje, lo convierten en un Mefistófele difícilmente Montserrat Caballé superable. ¡Qué desperdicio de voz, en cambio, la del tenor Giorgio Merighi! La posee no sólo hermosísima, sino también llena y amplia, como lo son las facultades. Empero no hay musicalidad, ni sentido expresivo, ni lógica de fraseo, ni firmeza de tono. Lo que se notaba más en las intervenciones a dúo. En cuanto al reencuentro con Angeles Gulín, aún en papel alejado de protagonismo destacado, no ha podido ser más feliz. Por la recuperación misma de la estupenda cantante, que me pareció en excelente forma, tanto como por su concreta traducción de Elena En los saludos finales no pudo reprimir ni la emoción ni las lágrimas. Completaron el reparto no sólo dignamente, sino con verdadero acierto, la mezzo Mabel Perelstein, la contralto Dolores Cava y el tenor José Ruiz. Punto y aparte merece el coro titular del teatro, que prepara José Perera, importante coprotagonista en esta ópera. Se produjo, salvo en el cuarto acto, en el que se pudo contabilizar más de un desajuste, como firme baluarte de cualquier organización lírica. No será, probablemente, ajeno a este rendimiento el hecho de estar a las órdenes de quien ha hecho el milagro de darle la vuelta al coro del Liceo. Y que esta noche cumplió con una versión general, si a veces un punto premiosa, de evidente decoro. El que se advirtió en la Escolanía que dirige César Sánchez. Lo tuvo el trabajo escenográfico, quizá un poco monocorde, de Businge; que acertó de lleno, sin embargo, en los figurines. Y el de dirección escénica de Emilio Sagi, que supo aprovechar muy bien los discretos y generalmente apropiados diseños coreográficos, si bien le faltó un poco más de imaginación a la hora de distribuir y organizar la géstica dei brujerío del segundo cuadro del también acto segundo. Leopoldo HONTAÑÓN Ana Laguna, triunfadora en la noche del Ballet Cullberg Madrid. Julio Bravo Mats Ek, director y coreógrafo del Cullberg Ballet, que se ha presentado en Madrid, afirma que lo que más le fascinó de Giselle fue su riqueza de contrastes. Pero quizá en esta versión de una de las obras más celebradas se haya excedido en ese contraste. Los miembros de la compañía, con Ek al frente, venían a afirmar que el baile clásico carecía de vida, y que su mayor utilidad era la de preparación técnica de los bailarines. Fiel a ese pensamiento, el hijo de Birgit Cullberg ha creado un Giselle contemporáneo, donde, esporádicamente, aflora la danza clásica. Y esta barrera apenas traspasada en las dos formas de ver el baile separa, también, la cara y la cruz del espectáculo. La cruz es la concepción. La idea de una Giselle frágil e inocente se desvanece desde que se alza el telón. Con el fondo de unos campos delicadamente naifs y con una exquisita suavidad en los colores, se presenta a una campesina más cercana a la idiotez que a la sencillez. Toda la magia y la irrealidad del segundo acto se caen al presentarse en una especie de manicomio, sustituyendo toda la ligereza y la inmaterialidad de las bailarinas por algo mucho más parecido a una pesadilla. Así las cosas, la coreografía transcurre mezclando fracasos y aciertos de manera bastante notoria. En el haber tenemos la acertada adecuación de los movimientos a la sencilla música de Adolphe Adam, y su diana al marcar muy bien con la coreografía la diferencia entre las dos clases sociales que aparecen en el escenario, la brillantez de los movimientos de los conjuntos y su definición de los personajes. Como cruz, la falta de claridad en las ideas del segundo acto, especialmente de las escenas finales, muy confusas. Los bailarines son, sin duda, lo mejor del espectáculo. En primer lugar, Ana Laguna, poseedora de una excelente técnica y una gran expresividad. Junto a la española, brillante triunfadora de la noche, Luc Bouy compuso un expresivísimo Príncipe Albrekt, ayudado por su apostura, e Yvan Auzely fue un elástico y atormentado Hilarión, violento o tierno según lo requiriera la escena. Mucho mejor el cuerpo de baile en el segundo acto que en el primero- mejor habituados, sin duda, al escenario del Monumental- con mención especial para Lena Wennergren (Myrta) y Vanesa (Bathilde) que, con toda la compañía, obtuvo un gran éxito Falleció el pianista excéntrico Liberace Liberace, el excéntrico pianista conocido tanto por sus llamativos atuendos como por su virtuosismo, falleció ayer en Palm California, a los sesenta y siete años. Sufría anemia, enfisema y una dolencia cardíaca, aunque tuvieron que ser desmentidos los insistentes rumores de que había contraído et SIDA.

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