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ABC MADRID 10-01-1987 página 47
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ABC MADRID 10-01-1987 página 47

  • EdiciónABC, MADRID
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Jiero- 1987 director de escena colocado en una situación límite por las contradicciones que lo sacuden. Hombre que, a pesar de los punzantes dramas interiores que cobija su espíritu, ha dedicado su vida a enmascarar su relidad más íntima, su condición homosexual, rindiendo tributo a un teatro realista y burgués- e l teatro al aire libre en busca del aplauso fácil y del aprecio social con obras, por ejemplo, como su anodino y estereotipado Romeo y Julieta. En su sueño, sin embargo, no va a poder resistirse a los embates de un público muy distinto al habitual, el que simboliza los instintos y la capas más oscuras de la conciencia, que le apremia a mostrarse tal cual es y le obliga a dirigir la representación de un verdadero Romeo y Julieta, en el que, superando cualquier condicionamiento social o moral, pueda aparecer al fin el amor auténtico, que, desde la perspectiva pansexualista. que domina la obra, puede encarnarse con plena dignidad en cualquiera de sus variantes, incluida, naturalmente, la homoerótica. El desarrollo y representación de este verdadero Romeo y Julieta es lo que Lorca nos escamotea hasta el cuadro quinto, y en su lugar nos deja esa misma búsqueda, pero remitida a un plano más profundamente psicológico del ente del director, donde ya no será el director de un drama de amor verdadero, sino el protagonista de ese drama, en el que se dibuja el debate interno y la tensión de fuerzas que concretan su frustración amorosa. Así pues, tanto la escenificación de Romeo y Julieta con que el director pretende demostrar que es posible el verdadero teatro y el verdadero amor, aunque acabe en fracaso, como la búsqueda que, acompañado de hombres y caballos, emprende con idéntico propósito y con igual resultado a través de una estructura de descenso progresivo que lo hunde en zonas cada vez más resbaladizas, pero más desenmascaradoras (frenesí báquico en la ruina y ámbito de la ultratumba en el sepulcro donde perviven todos los deseos no satisfechos) no son s ¡no el haz y el envés de una misrrtá realidad, social o individualmente considerada. Desolador, sin duda, el mensaje, que aquí sólo puede ser esbozado, y, sin embargo, con ello ya podemos decir que Lorca ha construido probablemente la que puede pasar por ser una de las obras más atrevidas del teatro europeo del siglo XX. Obra de provocación y heraldo de la desintegración de un tipo de cultura sustentada en cuestiones básicas como el principio de identidad, el amor fecundo o el ejercicio cómodo de la razón. Lorca parece coincidir en parte con los intentos de algunos miembros del Teatro Alfred... de París, que por fechas similares aspiraban a contribuir a la ruina del teatro, de todo el teatro anterior se entiende, por medios específicamente teatrales. Pero no conviene ir demasiado lejos en encontrar filiaciones o semejanzas con dramaturgos extranjeros contemporáneos. La verdad es que El público está repleto de materiales culturales de larga tradición, literaria o no, y en ello Lorca se muestra, como siempre, más integrador que depurador. En el texto se percibe, por supuesto, el influjo shakesperiano, patente incluso en la incorporación de algún fragmento de Romeo y Julieta (por cierto, el procedimiento de utilizar textos shakesperianos en Colas se encuentra en alguna obra Tzara) aunque, con todo, me atrevo a decir que más importancia, aunque encubierta, posee por la AB B ÍÍTcratno ABC VII El espejo de nuestro tiempo N el L aniversario de su muerte, el éxito de Federico García Lorca crece, cada día, en el mundo entero. A la vez, está naciendo una nueva imagen de Lorca más precisa, menos tópica, más universal: el estreno de El Público es un elemento decisivo en esta nueva imagen y muestra claramente, a la vez, la actualidad permanente de un gran poeta. Para explicar su fama no basta con su lamentable asesinato, que conmovió al mundo entero. Un asesinato, por otro lado, que no fue un error ni debe sorprendernos: las fuerzas de la intolerancia, tan presentes en la. historia española, no podían aceptar la existencia de un ser profundamente rebelde, en la vida y en la obra. No basta, tampoco, con la leyenda folclórica de su andalucismo ¡que el propio poeta rechazó repetidamente. Hay algo más: una universalidad que nace de las profundas raíces que le unen a su pueblo, de las metáforas simples y podérosas con que expresa el drama cotidiano de la vida y de la muerte. El Público es el testimonio de un momento glorioso de la cultura española, en vísperas de la II Repúbltea: la España de concepción amorosa y la fusión de planos imaginativos El sueño de una noche de verano. A pesar de ello, aún me parece más sustantiva la presencia latente del auto sacramental español, sobre todo en el hecho de concebir la obra como una psicomaquia en la que un personaje, un hombre o el horñbVe, libera sus angustias, temores, dudas y esperanzas a través de un juego dramático en el que todas las situaciones y procesos acontecen en la mente del protagonista. Ello por no remitirnos a detalles concretos como el empleo de la lucha física para revelar el conflicto interior, el cambio de vestidos indicativo de metamorfosis espiritual o el abrazo de un personaje a otro como forma de entrega y rendición anímica. Decir que el drama aparecen también motivos aislados que revelan la presencia de Lope o de Tirso no hace sino abundar la idea de que Lorca jamás abandona su profundo conocimiento del teatro clásico español. Por supuesto, ello no debe velar otras presencias importantes, ya sea en el plano ideológico (El banquete de Platón y El origen de la tragedia, de Nietzche son, por ejemplo, capitales para el cabal entendimiento de Ruina romana ya en elestético (la mitología clásica brota con frecuencia y, por poner un caso quizá remoto, se detecta un par de veces el influjo imaginativo del Bosco) Desde luego, estamos ante una dramaturgia, en 1930, que poco tiene que ver, teatralmente hablando, con los dramas y tragedias que Lorca compone entre 1930 y 1936. Dramas y tragedias que, aun en su calidad indiscutida, supone un compromiso con las inevitables circunstancias hitóricas. Lorca sabía que su Teatro imposible lo era de verdad. Ciertamente, las comedias irrepresefitables adjetivo del poeta- Así que pasen cinco años y El público- conllevaban una impo- E la Residencia de Estudiantes, de Luis Buñuel y Salvador Dalí; una España joven, abierta a! mundo, a la altura de la circunstancia histórica de la modernidad. Es también, El Público, un testimonio personal, una búsqueda desgarradora, un viaje al fondo de la noche Al trabajar en el montaje me ha parecido que es algo así como un grito de angustia, como alguien que se hunde el puño hasta la garganta y saca a la luz las entrañas más doloridas... Una obra profundamente nueva, una obra clásica: el amor- -de cualquier clase que sea- la muerte, él juego del teatro, la necesidad absoluta de romper la barrera que separa al autor dramático de su público... Son temas eternos para una obra de hoy, que plantea un reto dificilísimo a los actores, lo mismo que a los espectadores. El Público nos coloca frente a un espejo para que podamos contemplar nuestro propio drama, el de cada uno de nosotros. ¿Seremos capaces? A pesar de. la dificultad intrínseca de la obra, confío que la voz universal de la poesía conmueva la sensibilidad del público. Lluís PASQUAL sibilidad de representación, pero no sólo por su desbordante libertad imaginativa, sino también por su adhesión, sobre todo en el segundo caso, a la moral subversiva Poema para ser silbado denominó a El público que, desde tiempo atrás, venían defendiendo los surrealistas, de quienes, a pesar de algunas sorprendentes coincidencias dramáticas, le separa un hecho capital: Lorca nunca intenta la destrucción del lenguaje, que aquéllos consideraron el último bastión de la racionalidad. Por contra el granadino jamás renuncia al control lógico, en términos poéticos, de cada imagen, de cada situación, de cada palabra. Se trata, indudablemente, de un tipo de teatro que merece un mayor acercamiento por parte de la crítica y el público en general, sobre todo si consideramos que, por encima de modas experimentales y vanguardistas, el autor declaraba en abril de 1936 que en tales obras se encontraba su verdadero propósito De hecho, la valentía de su intento le hacen anticiparse muchos años en aspectos que un día habrá que aquilatar a autores tan fuera de discusión como lonesco o Tadeusz Kantor. Bienvenida sea, pues, la iniciativa del Centro Dramático Nacional de representar esta obra de dificultad no despreciable por la complejidad que le sirve de base. Y sobre todo, expresemos el deseo de que la representación ¿podría ser útil una guía sincopada de lectura? no se convierta en un mero encanto de los sentidos atrapados por las bellezas plásticas de la escenificación y la sugestión de la palabra lorquiana. Desde luego, nada estaría más alejado de la verdadera intención, generadora de desasosiego, que guió a Lorca. Julio HUELAMO KOSMA

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