ABC MADRID 02-01-1987 página 93
- EdiciónABC, MADRID
- Página93
- Fecha de publicación02/01/1987
- ID0001580102
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ABC D ANDO por sentado que el principal protagonista del deporte de la caza lo es la caza misma- y no, en el sentido humano con que lo consideramos, lo es el hombre- es de singular importancia para los aficionados a esta actividad deportiva el tener el mejor conocimiento posible de las circunstancias que en cada momento y ocasión afectan a la propia fauna, la que para los ojos del cazador es la caza y a cuya conservación y aprovechamiento racional dedicamos nuestros desvelos. Por ello, vamos a procurar, con la periodicidad necesaria, facilitar pautas orientativas a los cazadores deportivos, con objeto de que de manera generalizada podamos tener el mejor conocimiento posible de cómo están las cosas, para actuar en consecuencia, obteniendo así- ¡ojalá! -los mejores resultados en nuestras expediciones cinegéticas, y ello sin afectar negativamente a especies que acaso precisen una cierta mayor consideración conservacionista. En este orden de propósitos, destacamos que, en cuanto a la caza menor a estas alturas de temporada de caza, la nota dominante es que los animales silvestres, dotados ya de sus máximas dotes de esquivez y defensa, resultan de redoblada dificultad en su captura. Así, las perdices rojas, especie reina de nuestra volatería, las que actualmente pueblan nuestros campos saben de sobra de los peligros de las alimañas de vuelo o suelo, así como de los peligros de la humana proximidad. Con la fuerte pluma invernal, su poderoso vuelo y consustancial esquivez, es más que dificultoso avistarlas siquiera, cuanto más abatirlas en el ejercicio de la caza. Es el momento de buscarías en las zonas soleadas, aledañas a las siembras nacientes, y preferentemente cercanas a lugares con defensa de malezas y monte bajo, en el que en seguida buscarán refugio cuando presientan peligros próximos. Es la eterna ley de la selección natural, que origina cada año que los ejemplares mejor dotados sobrevivan a la constante predación de la Naturaleza, y así sean éstos los que procedan a la natural reproducción de la especie cuando llegue la primavera. En los territorios en que estas bravas patirrojas son objeto de caza por el procedimiento de ojeo, ya se tiene constancia de la densidad residual de la especie, y si es el caso, deben acordarse las pertinentes medidas de finalización de su caza, de cara a la necesaria reposición de ejemplares que tendrán lugar cuando llegue la próxima época de cria. Pero no olvidemos que para cazar las perdices a ojeo es imprescindible que éstas no hayan iniciado su apareamiento y que éste normalmente empieza a VIERNES 2- 1- 87 CAZA ¿Cómo está la caza... w hdl i ¿L; Por fin el fiero e hirsuto cerdoso ha sido rendido por la destreza del cazador. (Jabalí de 110 kilos- y estaba delgado- abatido por S. A. R. Doña Alicia de Borbón; contaba con 1,60 metros de longitud desde base del rabo, y un metro de altura a la cruz. Este jabalí causó la muerte del perro Deutsch Draathar Pancho de la ñor de Lis que fue campeón del mundo de belleza, en Berna. producirse a mediados del mes de enero por San Antón- -el 17 de enero- cada perdiz con su perdigón... por lo que en cuanto se aprecie en un territorio que las perdices ya están en pares como solemos decir, debe suspenderse toda actividad de caza de la especie, puesto que el cazador deportivo ha de anteponer su sentido de racionalidad en el aprovechamiento faunístico a cualquier otra consideración, y no es ético perseguir a las perdices cuando éstas andan ya ocupadas y preocupadas en celos y amoríos que desdibujan sus dotes de esquivez y se facilita en exceso su captura. Cazar al salto o en ojeo las perdices cuando ya están apareadas no es serio, amigos... Naturalmente que esta situación y proceso no es simultáneo en toda España, puesto que la variopinta fisonomía orográfica y climatológica de nuestro país da lugar a que tengamos un auténtico mosaico de posibilidades diferentes, y con ello las especies silvestres ofrecen características de lo más diversas, según se trate de la cornisa cantábrica, de los ásperos y fríos páramos castellano- leoneses, de las abiertas llamadas manchegas, o de los abrigados pagos andaluces o extremeños. Cada interesado, por tanto, deberá tener muy en cuenta la circunstancia específica de su territorio de actuación cinegética para obrar en consecuencia. En lo demás, las liebres, situadas en zonas de mínima altitud en esta época de fuertes fríos, parecen presentar una aceptable densidad, aun debiendo significar la extraña aparición- según refierende numerosos ejemplares muertos de manera natural y presentando extraños núcleos de vermes en sus visceras; ésta singular- y desde luego lamentable- situación nos ha sido comunicada desde amplios territorios del Nordeste peninsular, y confiamos en que se deba a algo pasajero que se resuelva por sí solo, aunque quede como extraña anécdota en el recuerdo de quienes lo hayan presenciado. Por fin, los conejos, favorablemente repuestos en su densidad tras los brotes epizoóticos de mixomatosis del pasado verano, aunque naturalmente a estas alturas de temporada también acusan la lógica merma de densidad, ya empiezan a denotar la consabida inquietud previa a sus ciclos de reproducción y no es aventurado pensar que dentro de poco más de tres o cuatro semanas empezaremos a ver gazapillos en la mitad meridional de la península. Con esta posibilidad es ocioso significar la conveniencia de atemperar la caza de esta especie a su ciclo reproductor, algo que el deportista de la caza hace de buen grado, pensando en el futuro de la especie y en el suyo propio como cazador... Y en cuanto a las especies consustancialmente migratorias- por más que alguna de ellas se haya convertido en sedentarias en determinadas regiones españolas- debemos destacar que lo relativo a las codornices, actualmente de presencia constante en el Oeste y Sudoeste peninsulares, parece que las hay en mucha menor densidad que en los últimos años, acaso por la lamentable circunstancia de que en esas zonas- d e amplísimos cultivos de maíz y algodón- también está la química agrícola empezando a hacer de las suyas... i Eso es lo que acaba con la fauna silvestre y no la actuación del cazador deportivo... ¡Y pocos son los que se percatan de esta tristísima realidad, provocada por unos afanes de consecución de unas mayores rentabilidades agrícolas, que ni con mucho compensan el tremendo descalabro faunístico que cada año originan! ¡Y lo cierto es que absolutamente todos los productos químicos de utilidad agrícola tienen sus sucedáneos o sustitutivos carentes de algunos ingredientes, que son los que envenenan a los pobres animales silvestres... Por su parte, las palomas torcaces siguen asentadas en sus pagos de invernada, en el Centro y Sur peninsulares, y es en las grandes dehesas donde cabe aconsejar su caza aprovechando sus diarios movimientos a los comedores y bebedores. Todavía es pronto para empezar a pensar en la repasa de las torcaces, de la que informaremos cuando estas poderosas voladoras empiecen a regresar a sus cuarteles de cría en el centro y norte de Europa. Y en cuanto a las aves acuáticas, mal está la cosa en general, hasta el punto de que entendemos atinadísimas las medidas de prohibición de su caza adoptadas en algunas Comunidades autónomas, y es sabido que zonas riquísimas en acuáticas, por desecaciones atolondradas, han privado a estas aves de reductos importantísimos para su presencia de invernada en nuestro país. También en esto hemos de confiar en que las medidas que reiteradamente preconizamos sean adoptadas mientras aún es tiempo de salvar zonas húmedas afamadísimas por la querenciosa presencia de estas especies silvestres. Por último, en cuanto a la caza mayor, ya se han celebrado la mayor parte de las cacerías (monterías, a la española, las más de las veces) en los territorios más tradicionalmente afamados, y tenemos noticia de haberse obtenido en alguna ocasión ejemplares magníficos (concretamente sabemos de un formidable venado- posible medalla de o r o- en la reciente montería de Navalonguilla) aunque en general la solapada repetición de caza en los mismos territorios- algo que prohibe la ley- origina un empobrecimiento de especies, particularmente en cuanto al cervuno, y sobre todo que en donde se cazó durante la berrea se siguió cazando al rececho, y luego se pretende celebrar monterías, los resultados casi siempre son malísimos y la palabra estafa y fraude se oyen por doquier... ¿No sería lógico autorizar la celebración de monterías solamente donde no se cazase durante la berrea ni a rececho... Sólo así cabrá ir erradicando las veladas estafas a que son sometidos inconscientemente muchos aficionados, que abonan sumas muy importantes por asistir a esas monterías, en las que a la hora de la verdad poco o nada queda digno de caza... F. H. R. A B C 93