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ABC MADRID 21-11-1986 página 3
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ABC MADRID 21-11-1986 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 21 NOVIEMBRE 1986 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC parte invadida y dominada por las tropas napoleónicas. Lo que pasaba es que entonces se escribían extraordinarios libros en italiano o en alemán, como en otras épocas en español o francés o inglés. Desde hace medio siglo, y de manera creciente, el que quiera vivir en este tiempo tiene que leer en inmensa proporción las publicaciones de los Estados Unidos. Esa es la razón capital del auge universal de esa lengua, absolutamente justificado y del que no tiene sentido lamentarse. ¿Y las demás? Hay en el mundo unas cuantas lenguas extraordinarias que han alcanzado maravillosa perfección, que son habladas, en las cuales viven millones de personas del más alto nivel humano. El español de manera eminente, porque es la lengua propia- n o de comunicación, comercio o cultura- de unos trescientos millones de personas de diversos países, con matices diferentes, con orientaciones varias; es decir, una lengua universal, no solamente multitudinaria. Pero otras lenguas son de extremada importancia; sin salir del área europea occidental, el francés, el alemán, el portugués, el italiano. La preterición de estas lenguas es una enorme pérdida que el mundo no se puede permitir. Porque- dejando de lado ¡o que sus países respectivos representan en el momento actual- en ellas se han escrito millares de libros decisivos, imprescindibles, que no están traducidos y que, aun si lo están, todavía reclaman su lectura en la lengua original. Imagínese lo que significa que la literatura francesa, la alemana, la italiana, la española, etcétera, queden cerradas para la gran mayoría de los hombres de nuestro tiempo. ¿Es posible contentarse con la lengua propia y el inglés? El empobrecimiento sería pavoroso; está ya siendo pavoroso. Pero la situación actual, que me parece muy grave, está intensificada por dos factores que llevan la destrucción a límites insospechados. Por motivos primariamente políticos se ha producido en mu- REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 28006- MADRID muchos siglos el l a t í n fue la lengua común de los europeos cultos. En la Edad Media, sobre todo en sus primeros siglos, ello fue inevitable: las lenguas vivas, los romances, las germánicas, más aún las eslavas, estaban en formación. Eran fluctuantes, imprecisas, inseguras. La idea, muy difundida hoy entre lingüistas, de que todas las lenguas son equivalentes, y en todas ellas se puede decir todo, es una suposición gratuita y, por supuesto, nada positiva nada empírica. A los que dicen eso habría que preguntarles: ¿Cómo lo saben? ¿Se hubiera podido escribir la Crítica de la razón pura en ningún dialecto alemán del siglo X? ¿Se puede escribir en swahili el Fausto o la Divina Comedia? ¿Es imaginable la obra de Quevedo, Unamuno, Ortega en la lengua del Poema del Cid o incluso del Arcipreste de Hita? Dije hace tiempo que el latín fue el invernadero de la mente teórica, entre San Agustín y el Renacimiento. Gracias a él se pudo pensar con rigor, en una lengua de gran perfección, maravillosamente ajustada, durante el largo período de constitución de las lenguas vivas de Europa. Es cierto que esa lengua, no enteramente muerta pero no plenamente viva, imponía una distancia entre el hablante o escritor y lo dicho, y el desarrollo de las lenguas de la vida cotidiana permitió un prodigioso florecimiento de la literatura y el pensamiento. Todavía durante los siglos XV a XVII, y aun en parte del siguiente, el latín siguió siendo la lengua común, a la cual se traducían los libros destinados a una circulación internacional, más que a cada una de las otras lenguas. Y la Iglesia católica ha conservado hasta hace pocos años el latín como lengua litúrgica, universal, verdadera patria lingüística en que se encontraban y reconocían todos cuando estaban en país extranjero. El uso de las lenguas vivas no ha debido llevar al desuso, al olvido, al desconocimiento del latín, enorme pérdida para la comunicación y, todavía más, para el acceso a la inmensa mole de escritos teológicos y filosóficos en esa lengua. Pero hoy e problema se plantea entre las lenguas vivas. El italiano, el español, el francés han tenido fases de prestigio, de preeminencia, de pretensión- nunca lograda- de universalidad. En los últimos decenios todas las lenguas, excepto el inglés, han pasado no a segundo plano, sino algunas a segundo y Tas demás a tercero o cuarto. Los que las hablan como propias, para consolarse, atribuyen el predominio del inglés a la magnitud, riqueza y poder de los Estados Unidos. Olvidan que el italiano fue una lengua aprendida y cultivada en gran parte de Europa cuando Italia no existía como nación, cuando estaba fragmentada y sometida a diversos dominios; que el alemán alcanzó prestigio y difusión cuando Alemania era un conjunto de pequeños Estados, cuando estaba en su mayor D L URANTE LA VIGENCIA DE LAS LENGUAS chos países una tendencia a la descalificación de la mayor parte de su cultura. Lo que no tiene una orientación determinada se considera desdeñable, a veces despreciable, en ocasiones enemigo. Esta actitud ha alcanzado hasta a Francia, país sin decadencias, que ha solido afirmar su historia entera. Con Voltaire a babor y Bossuet a estribor se puede navegar -dijo una vez Ortega. Hacia 1960 empezó a imponerse en Francia la noción de que lo que no era marxista no tenía valor; y como el 98 por 100 de la cultura francesa no es marxista, esto llevó al abandono de la casi totalidad. Hemos visto cómo Alemania se ha desentendido, por motivos parecidos, de su prodigiosa tradición filosófica, entre Leibniz y Heidegger (un genio a quien ha visto morir en medio de una casi total indiferencia) Si esto es así, ¿cómo puede esperarse que los que hablan otras lenguas se interesen por las así disminuidas en sus países propios? Si quedan internamente desprestigiadas en lo más valioso que han producido, ¿es verosímil que susciten interés fuera de su ámbito? No quiero examinar este aspecto por lo que se refiere al español porque nos llevaría adonde en este momento no quiero ir. Pero hay, decía, otro factor de destrucción. Es la tentación de aceptar el predominio del inglés y renunciar a la lengua propia. Son dos cosas enteramente distintas: reconocer la preeminencia actual de la lengua inglesa quiere decir aprenderla, usarla, nutrirse sin rencor ni envidia de lo que en ella se produce. Renunciar a la lengua propia es perder la personalidad, no escribir desde uno mismo, disminuir aterradoramente la probabilidad de ser original. Si se escriben cosas i m p o r t a n t e s n u e v a s acaso imprescindibles en la lengua del país propio, será menester leerlas, traducirlas; y si son muchas y de gran valor, esto llevará a aprender la lengua en que se escriban para leerlas directamente y tan pronto como se publiquen. Es exactamente lo que ocurre hoy con el inglés. Lo curioso es que, en vez de hacer lo que ha llevado a esta lengua a su predominio, se invierte el método y se acelera el desprestigio, el encogimiento, el olvido de las otras grandes lenguas de Europa. El día en que nadie pueda permitirse desconocer lo que se escribe en ellas estarán salvadas. Cada una en su lugar- e n el lugar que merezca, que haya conquistado por el número y la calidad de sus hablantes y escritores- formarán todas el repertorio vivo de esa porción de Humanidad que llamamos Occidente; desde ese núcleo se podrán lanzar miradas a otros mundos, a otras culturas, minoritariamente interesantes, que deberán ser utilizadas a la distancia que realmente les corresponda. Es capital que la realidad sea respetada y que la vigencia de las lenguas corresponda a la efectiva realidad, pasada y presente, que les pertenece. Julián MARÍAS de la Real Academia Española

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