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ABC MADRID 06-09-1986 página 42
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ABC MADRID 06-09-1986 página 42

  • EdiciónABC, MADRID
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IV ABC española que un estudio sociológico lleno de estadísticas. Cinco horas con Mario es probablemente la mejor novela de Delibes hasta ahora. Está escrita en un momento crítico, en 1966: después de iniciado el desarrollo español, ya en los comienzos de nuestra modesta prosperidad, después del Concilio Vaticano ¡I- del que tanto se habló, por sugestión mía a Delibes, en El Norte de Castilla, que tanto ha influido sobre nuestro nuevo compañero- Menchu, la mujer de Mario, habla interminablemente con su marido muerto, evoca la vida en común, reconstruye un período de la vida española, a la vez que recompone a fragmentos, desde su vulgaridad, desde su incomprensión, la figura atractiva, insegura, generosa, de Mario. Pero, a la vez- y esto no se ha solido subrayar- hace su propio retrato, se presenta como una de las criaturas de ficción más vivas de toda la novela española contemporánea. No comparto la hostilidad que los críticos suelen sentir por la pobre Menchu; es una figura de carne y hueso, de singular veracidad, y lo humano es siempre interesante; está llena de vida, de deseos, de reacciones inmediatas; refleja, ciertamente, los tópicos de que está hecha en buena proporción la vida humana, pero no menos los que desprecian su pobre humanidad vulgar; lo que pasa es que los tópicos pueden ser, como ciertos puestos administrativos, de entrada, ascenso y término y los de Menchu son de término, están a punto de liquidarse; pero los de entrada, los ascendentes, son más fuertes y no menos tópicos. Yo siento simpatía por Menchu, que realiza con tan singular plenitud una forma de vida, que apenas tiene afectación, que no siente desgana ante la realidad, que es capaz de haber entendido tanto a su marido- desde su incomprensión, desde sus reproches, desde su deseo de que hubiera sido de otra manera... él mismo- Creo que no se puede entender la obra de Delibes sin tener en cuenta la realidad de su vida familiar: la compañíade tantos años de esa alegría serena que solíamos llamar Angeles; esa mujer, a la vez maternal y niña, sencilla y clara, que con su mera presencia alegraba la pesadumbre de la vida; los siete hijos que les fueron naciendo. A todos ellos los encontramos en las páginas que Delibes ha escrito. Ahora nos llega incurablemente herido; convaleciente hacia el trabajo, la creación y la esperanza de que no todo se lo ha tragado la tierra Yo viví en la calle de Colmenares, de Valladolid, desde que nací hasta los cinco años. Miguel Delibes nació un año después: no convivimos en la calle en que hubiéramos sido vecinos; el tiempo separó lo que afinidad hubiera unido, lo que vino a juntar después en amistad profunda. Yo sé lo mucho que espera la Academia de Miguel Delibes: su fino talento literario, su sensibilidad humana, su fabuloso dominio de la lengua rural y de las formas del habla coloquial de Castilla. Permitidme una esperanza más: la convivencia cercana, la amistad frecuente. Que la Real Academia Española sea nuestra calle de Colmenares. Julián MARÍAS de la Real Academia Española SÁBADO CULTURAL Homenaje a Delibes 6 septiembre- 1986 Reflexiones sobre Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso N O deja de sorprender que Miguel Delibes escribiera una novela epistolar, género que algunos consideran inactual. Debido al uso sistemático del teléfono, el hábito de escribir cartas ha menguado y, por lo tanto, las cartas representan hoy un mode- A diferencia de la seriedad narrativa operante en Los santos inocentes, se descubre en las cartas un personaje- narrador despreocupado por la protesta social. Desde el comienzo está claro que el autor se burla del narrador; invita al lector a reírse de éste, o lo formal de comunicación que atrae menos el interés de novelistas, críticos y teóricos. Pero con todo, siguen siendo un valioso modelo de comunicación escrita, diferenciable de la oral. Este subgénero de la obra literaria se beneficia de rasgos formales nada desdeñables. Repasemos algunos de ellos. Hay la presencia de un narrador cronista, que cuenta los hechos que le afectan o de los que tiene noticias. El narrador crea para el lector los demás personajes mediante referencias, impresiones y citas. Las funciones del narrador son básicamente tres: uno, informar al lector; dos, crear un estilo propio, y tres, controlar las distancias entre los tres entes: emisor, receptor y lector. Los capítulos de este tipo de novela a la fuerza son breves como pueden serlo las cartas en la realidad. El lector puede sentirse como destinatario de las cartas y a veces convertirse en redactor de las mismas. El número de corresponsales determina si la novela epistolar es monovocal o plurívocal, es decir, puede como en este caso, irradiar de un centro de conciencia o puede, como en otros casos, irradiar de varios. Finalmente, el aspecto material de las cartas- la cosa en sí -acaso interesante por su caligrafía, extensión, calidad del papel, etcétera, apenas se tiene en cuenta al analizar este tipo de texto. Es casi imposible reflexionar sobre la novela de que trato sin comentar en primer- término su título oximorónico: cartas de amor evoca juventud, impulso natural hacia la pasión, mientras sexagenario voluptuoso apunta más bien a una contradicción entre edad y gusto. ¿Estamos ante una novela que se ríe de sí misma? La imagen que se desprende de la cubierta sugiere que la experiencia no será calificable de romántica sino de otra cosa, posiblemente de cómica por lo menos de sus pretensiones líricas: se llama la atención sobre la figura patética del sujeto, no sobre et intercambio amoroso o la destinataria de las cartas. Para estudiar el discurso del personaje parece útil acudir primero a lo indicado por Delibes: Es una persona totalmente infumable. Lo tajante del juicio ya califica al personajillo, y para concretar que el protagonista representa a ciertos individuos del pasado real del novelista, en la época en que dirigió El Norte de Castilla vale añadir estas palabras: Es un tipo poco grato que se ha dado muy abundantemente y que no hay que olvidar. Porque, claro, hay que ver la de cosas que estos hombres han hecho luego en los periódicos. El emisor del discurso del personaje, presentado como tal, no tiene la simpatía del autor. En otras novelas, el narrador suele ser proyección del autor; incluso la voz deshumanizada que dictó Parábola del náufrago se halla más cerca del autor que quien escribe las cartas, cuya procedencia parece tan opuesta al espíritu de su creador. Que ahora ocupe el espacio narrativo un tipo infumable indica que el novelista no sólo es capaz de inscribirse, sino también de borrarse en la escritura. Al dejar la palabra a un tipo indeseable incorporar a la ficción una experiencia ajena a la persona y así enriquece su obra total. La aportación de Delibes al subgénero novela epistolar cierra el círculo de sus invenciones literarias, que ahora incluye formas narrativas muy variadas: desde el diario a la carta, desde el monólogo interior a la omnisciencia y, vistas de otra manera, desde el realismo más acendrado a la sátira política y a la antiutopía. Agnes GULLON

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