Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 20-07-1986 página 26
ABC MADRID 20-07-1986 página 26
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 20-07-1986 página 26

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página26
Más información

Descripción

ABC, pág. 26- TRIBUNA ABIERTA -DOMINGO 20- 7- 86 E tocó plantear un jardín en t o r n o a un castillo que estaba restaurando en la provincia de Toledo. La cosa no era fácil. Construido en su parte esencial en el siglo XV presentaba una masa muy bella e imponente según se le miraba ai llegar. Asentado a la salida del pueblo sobre un terreno en suave declive, dejaba ver a su entrada sus dos plantas de generosa altura rematadas a ambos lados con sendas torres distintas: de tres pisos la circular, de origen romano, y de cuatro la prismática, coronada con buhardillas palomeras. La fachada era muy sólida, de mampostería toledana, ordenada cada dos metros en su altura con una hilada doble de ladrillo de tejar- verdugadas en nuestro idioma- -y muy poco taladrada. Solamente la portada mudejar, firmada por su alarife en la embocadura de piedra, aderezada con primores de ladrillo y cerámica vidriada, y el ventanal geminado que la completaba y presidía para vigilar los accesos tenían el carácter de ojos capitales. Los restantes huecos en las torres eran escasos, pequeños y ajustados a los espacios que iluminaban. M DIALOGO DIFÍCIL ENTRE EL ROJO Y EL VERDE E ¡castillo vividero se desarrollaba irregularmente, abrazando a u n gran patio cuadrado. Pero si su portada; orientada a poniente, estaba escenográficamente montada sobre una amplia plataforma ante la que presumía, la fachada opuesta que abría la casa al jardín sólo se asomaba discreta, en su segunda pianía, al terreno que allí le correspondía, a un nivel cuatro metros más alto que el de la entrada. El acuerdo entre los dos planos se hacía gracias a una suave y desordenada rampa que iba abriendo entradas a las huertas pobres que componían el paisaje en tablares apretados junto a la construcción en ruinas. Mi primer objetivo fue geometrizar su entorno próximo. De siempre recordaba el principio según el cual en toda excavación arqueológica se sabía de la presencia del hombre cuando aparecía una recta, un plano o una curva con radio. Los signos geométricos son las palabras de nuestro voculabulario ordenador. Así que comuniqué la plataforma de acceso a poniente con la de estancia, a naciente, por planos rotundos que sustituyendo a las rampas irregulares dejaran constancia clara de mi intención. Escaleras de pocos pero largos escalones- n o más de tres- hacían subir de un nivel a otro y las fachadas nacían dei suelo en líneas perfiladamente horizontales que combinaban con las rectas verdugadas que allá en el XV se ocuparon de señalar también sus alineaciones en la artesana mampostería. Las huertas, en principio inmediatas a la casa, se alejaron para enseñar su geometría viva y cambiante tras una frontera vegetal Clásica de alibustre en seto. Hasta aquí no hubo problemas. Estos surgían al proyectar las dos plataformas sobre las que la casa mudejar iba a jun ¡ar su papel. Yo quería incorporar la pradera jomo protagonista a un jardín toledano. Casi rida. Estaba claro que el jardín característico h la España seca fue el tiesto, bien de barro jcido o recortado en un hueco blando del sonarían como procede. Es un son que avisa y no se olvida. Así quedó resuelta la entrada- aunque allí faltaba a l g o- desde el primer momento. Por Miguel de ORIOL Pero ló más difícil suelo duro. Siempre tuvimos que concentrar del proyecto estaba en el jardín de estancia. el color, la flor, para administrar el agua, te- En él habían de concentrarse las actividades soro escaso en gran parte de nuestra Penín- características del ocio de nuestra era: piscisula. De esa concentración nació el variadísi- na, comedor exterior, pabellón con vestuario mo patrimonio de trazados de pavimento y de y barbacoa. Nada más lejano al clima arquidibujos en el rastrillado de nuestros jardines. tectónico que creaban nuestros ancestros allá Se trataba de poner en valor al divo, la se- por el XV entre guerra y guerra, en pleno sedienta planta vivaz, en su escenario de pie- carral castellano. Volví a jugar con la pradera. Tres platafordra, borduras y arena. Por otra parte, la pradera no se hizo habitual en nuestra tierra mas compondrían un conjunto: la central, de hasta que aparecieron sistemas de riego que piedra, irregular en su traza pero plana, estala hicieron funcional por su sencillo manteni- ría canteada de granito en sillares y dejaría miento de corte y rulado, a más del agua. El en su eje longitudinal, perpendicular y centramullido y suave tejido vegetal se había im- do a la casa, una piscina larga y estrecha al puesto, además, como suelo ideal para pa- modo del estanque árabe. La música del sear descalzo y limpio en torno a nuestra dio- agua asistiría como clásica en nuestro repersa adorada, el agua, aunque fuera en la torio. La gran meseta pétrea estaría rodeada piscina. Pero en el encuentro entre nuestra de arbustos de desarrollo horizontal a cuya vieja arquitectura y la maquillada pradera uno sombra nacerían las dos praderas llanas en cota inferior: una dedicada a solarium, con árapreciaba artificio. boles en los bordes; la otra, a juegos, con las El destino de la plataforma de entrada al geometrías de líneas que los caracterizan. castillo era el de siempre en lo fundamental: Al materializar esta parte del proyecto noté los coches debían seguir el ritó, de dejar al visitante ante su puerta. El aparcamiento era lo inmediatamente que la cosa no funcionaba. nuevo. Todo se ordenaría según un trazado Los críticos, aquellos cuya opinión apreciaba, de giro completo, de suficiente amplitud, alre- se ensañaban con la impropiedad que había dedor de mi imaginada pradera, para convi- cometido cruzando idiomas tan dispares. dar a la apreciación de la arquitectura allí ¿Cómo vas a combinar la pradera con una presente. Creía yo que con la sola limitación arquitectura mudejar? -m e decían- Pero ¿cómo voy a trasladar al agua en la que te del verde por una hilada de ladrillo, tan apropiada en la fábrica de la casa, se lograba la bañas, nuestra arena, la que tanto nos gustraducción a nuestro idioma de aquel paisaje ta? -pensaba. Despacio fui amueblando la meseta de la extranjero. Pero no bastaba. Apetecía que en la alfombra monocroma cantara un color piscina con las piezas que sólo el tiempo como foco de atención. Así surgió un macizo sabe situar con precisión. Siempre de piedra enfáticamente elíptico- otra vez el tiesto geo- y señalizando las entradas que la costumbre métrico- de flores que en invierno serían fue determinando, los fustes de columnas y amarillas- pensamientos- y en verano ro- algún capitel fueron ádrianizando el paisaje. sas, petunias soñadoras. Las fronteras entre las praderas laterales y el campo natural se fueron determinando con Resuelto el centro, había que definir las dibujo preciso: los juníperos y los espinos, plazas de aparcamiento, que dispersé a con rampas que volaban bajas, paralelas al modo de rayos de estrella en torno al anillo suelo, dejaban por un lado desplegarse al de circulación. verde y por el otro a España. En los vértices interiores de la estrella siCon el tiempo fueron estableciéndose ejes tuamos árboles de sombra fresca, imprescin- de uso que pedían formalización arquitectónidibles para este menester en aquel clima. ca: así los geranios rojos, en distintos tiestos, Determiné el perímetro de cada una de las encontraron su sitio, bien en puntos singulaplazas- -o rayos- con la misma hilada de la- res en el plano horizontal o colgando de la fádrillo que había contorneado la pradera cen- brica dorada, para establecer una tertulia que tral, para contener de igual modo el verde ya sonaba de maravilla a mi vista, como arque se ocupaba de colmar ya el resto del re- monizadora entre el jardín húmedo y la seca cinto de entrada hasta su límite, un muro de piedra castellana. buena altura que, de la misma piedra y color La geometría floral recuperaba así su prode la casa, y rematado por una amplia albar- tagonismo mediterráneo y ayudaba a tapar dilla de teja, hacía muy bien su papel de mar- las cicatrices que siempre presentan nuestras co encerrador de un ambiente. praderas. Estas, suaves y mullidas, servían de lecho a la vera del agua. El rojo había heDiscutimos mucho sobre la calidad y textucho que el verde estuviera contento con el ra del suelo que pisarían los coches. Ocupaoro. Y yo aprendí estos lugares comunes ba una parte menor del jardín de entrada, para los que saben, pero que a mí, en mi larpero era precisamente la que, a vista de pága carrera, nadie me había contado. jaro, dibujaba la silueta de estrella descrita. Al ver que tanta gente, harta ya de riegos y Decidimos que la tierra, compactada pero permeable, fuera cubierta de gravilla armoni- hormigas, está levantando las praderas para zada en los ocres dorados que perseguía- recrear nuestras viejas fórmulas de jardines mos. Las ruedas en su despacioso rodar- e l pavimentados cuento mi historia para hacer trazado se desarrollaba en corona circular- propia también la frescura verde.

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.