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ABC MADRID 24-03-1986 página 3
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ABC MADRID 24-03-1986 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 24 DE MARZO DE 1986 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA JARA los que tenemos p r e d i lección por la colina y castillo Rojo granadino, el libro de Emilio García Gómez Poemas árabes en los muros y fuentes de la Alhambra es un regalo de juventud, refinado por el paso del tiempo. Porque en ese libro se recorren algunos períodos- y de los más interesantes- de la vida de un gran escritor y un sabio de dimensión universal. Es difícil encontrar un scholar tan profundo, tan riguroso, tan estricto, un hombre que domine la lingüística, la filología, la poética, incluida la música y el ritmo y, además, la Historia, la diplomática (y esto no lo digo por sus cargos de embajador, sino como ciencia auxiliar de la Historia) la genealogía y la arqueología, y que, a su vez, posea la inspiración del poeta, la elegancia de un escritor que une la claridad y hermosura verbal al gracejo, y que lo mismo está familiarizado con los arcanos de los pueblos lejanos o próximos del Oriente que con la sociedad en la que vive y brilla. Porque Emilio García Gómez es un tipo de hombre que generalmente nos ha faltado en nuestra sociedad, un tanto estereotipada y un tanto seca, cuando no agria. Pienso que en ese aspecto es uno de esos ejemplares humanos que en tanta abundancia nos proporcionó el siglo XVIII, y que en los salones de la Ilustración alcanzaron las cotas más altas. Como en aquellos espíritus superiores, la mundanidad no estaba reñida con el intelecto. En los Salones del Faubourg St. Honoré, García Gómez hubiera sido un ídolo- e n los más menguados del Madrid de una época también lo fue- y prueba de ello es aquel maqistral artículo publicado en ABC en recuerdo de Leticia Durcal. Se nos dirá que ¿qué tiene que ver todo eso con el libro sobre los poetas árabes en los muros de la Alambra? Pues yo creo que sí, porque estimo que la personalidad de un creador se refleja hasta en el último rasgo de su obra, por insignificante que sea. Tanto más se refleja cuanto la personalidad es más rica, amplia y caudalosa. Otro punto: un hombre con personalidad es un hombre con estilo. No todos tienen estilo, y alguien que carezca de él es muy difícil que despunte en la creación artística. El estilo es el hombre, se ha dicho con frecuencia, que no impide su verosimilitud. La palabra estilo poviene del griego stylos punzón, con el cual escribían los antiguos en tablas enceradas. Por este lado, el estilo, se refiere a la escritura, y ésta es, sin duda, la etimología más aceptada, pues siempre los escritores, de una u otra forma, mandan. Pero yo pienso que no se puede descartar otra etimología que no con las letras, pero sí con el arte de la arquitectura tiene mucho que ver. Si los romanos dieron al soporte principal del clasicismo el nombre de columna, no olvidemos que los griegos lo llamaban estilo, de stylos lo que está de pie. Y, por eso, cuando decimos estilo dórico, estilo jónico o estilo corintio, tenemos que convenir que aquí estilo obedece a columna. Y como la columna era o más expresivo, el estilo por extensión nació del soporte o columna. De este modo, cuando metafóricamente hablamos del estilo de escribir, tampoco debemos olvidar del estilo de construir. Y ABC en el libro de Emilio García Gómez se unifican ambos estilos, porque se habla de literatura, de poesía, pero también de arquitectura, de muros y fuentes, de algo que no está escrito sobre el papel o sobre las tablas enceradas de los antiguos, sino sobre el mármol, el estuco y la madera de un edificio que constantemente renueve nuestro asombro. Por eso no es de extrañar que este libro esté dedicado a la clara memoria de Leopoldo Torres Balbás, espejo de sabios, de caballeros y de amigos, que murió el año 1960 cuando sólo tenía setenta y dos años y acababa de jubilarse, pero se encontraba en plena actividad, y cuando podía seguir dando los mejores frutos de su talento. Muchas cosas, por tanto, me unen a este libro, dedicado al que fue mi maestro en la Escuela de Arquitectura y en tantos órdenes de la vida, y lo sigue siendo por sus obras científicas y por su recuerdo, que no se ha borrado de mi mente. Pero, además, Emilio García Gómez recuerda cómo el año 1952 se publicó el llamado Manifiesto de la Alhambra donde recogí algunos de los pensamientos que el monumento me despertaba. En el Manifiesto se dice: Entre los versos de IbnZanrak en la Sala de Dos Hermanas se descubre la casa como jardín y el jardín como casa. No es metáfora, es realidad. Hoy, la arquitectura moderna exorna sus interiores de una manera muy sencilla; son paisajes reales los que penetran del suelo al techo mediante los grandes ventanales. Es un descubrimiento que, anticipado en la Alhambra, fue valorado por añadidura con sutiles resonancias. Estos versos adornan- c o n alternancia de círculos y de cartelas- el circuito posible de la Sala de Dos Hermanas, que a sí misma se declara Jardín. Traducidos por el gran arabista en su libro Ibn- Zanrak, el poeta de la Alhambra han sido levemente retocados- s u traducción se entiende- en este libro último: Soy el jardín que la hermosura adorna; verla, sin más, te explicará mi rango. Las Pléyades de noche aquí se asilan; de aquí el céfiro blando, ai alba, sube. Jamás alcázar vimos tan excelso, de más claro horizonte y más anchura. Nunca vimos jardín tan verdeante de más dulce cosecha y más aroma. REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 2 8006- MADRID P POESÍA EPIGRÁFICA LA MAYOR COLECCIÓN DE ALFOMBRAS PERSAS Y ORIENTALES Certificado de origen y garantía de cambio. FACILIDADES DE PAGOVKAÁ M- -nJ P. Pintor 3 Ml 1 Rosales, 10 S Tel. 241 90 884 TM Estas y otras bellísimas estrofas apoyan lo que decirnos. La casa es un jardín y, por ende, el jardín es una casa. Estos versos epigráficos, que son laúdes en honor a los príncipes constructores, también pueden entenderse como sutil explicación de los propósitos que animaron a los artífices que crearon aquellos alcázares. No digo una guía explicativa, pero sí una guía poética. Para conocer la Alhambra, monumento de inagotables lecturas, será necesario contar con el nuevo libro de Emilio García Gómez. Este refinamiento poético, esta sutileza de sentimientos, este preciosismo formal, no parecen a veces convenir con aquella violencia y con aquellos dramas que tenían lugar en escenarios tan exquisitos. Los tres grandes poetas epigráficos, Ibn al- Yayyad, Tbn al- Jatib e Ibn Zanrak, fueron, por de pronto, primeros ministros. Curiosa sociedad en la que los primeros ministros se reclutaban entre los mejores poetas. Algunos de nuestros vates actuales sentirán un cosquilleo, no sé si de envidia o de sorpresa, al considerar costumbres tan alejadas de las nuestras. Pero también se consolarán al saber que estos ministros- poetas morían en el destierro, en la cárcel, en el patíbulo o en las más atroces circunstancias. Como Ibn alYayyad fue una excepción, García Gómez nos dice: Morir en su cama tras una vida de setenta y cinco años, bajo seis reyes y con un cambio de dinastía, en ascenso permanente y sin sufrir ninguna mihna (prueba o desgracia grave) es batir una marca olímpica en aquella Granada nazari, donde el pan suyo de cada día era la violencia y e asesinato (su predecesor y sus dos sucesores consecutivos murieron inmolados en espantosas tragedias) De esta manera, Ibn al- Jatib fue perseguido por el que había de ser su sucesor, Ibn Zanrak, que le siguió a Marruecos, presidió el Tribunal Inquisitorial del proceso que le costó la vida y volvió a Granada, donde siguió como primer ministro hasta la muerte de Muhammad V. Yusuf II lo destituyó y lo encarceló. Su sucesor, Muammad vil, lo volvió a reponer, pero en 1393 los esbirros del Sultán alcanzaron su casa, y mientras leía el Corán con sus hijos y criados, los asesinaron a todos, en presencia de las mujeres. Tenía sesenta años. El destino se decidió por el talión. Poesía exquisita, alcázares de ensueño y una sociedad pervertida y cruel son el resumen de un libro admirable, que nuestro primer arabista dedica al primer arquitecto restaurador que ha tenido España. A tal señor, tal honor. El libro en el que están escritos estos poemas, La Alhambra hubieron desaparecido, con sus cuatro palitroques, entre el polvo de sus escombros; pero, como dice el autor, La Alhambra ha seguido siempre viviendo, porque siempre ha sido amada, y entre aquellos que más la cortejaron, cuentan el arquitecto restaurador que, con su sensibilidad y destreza, le devolvió la vida física y el poeta que supo arrancar las notas que dormían en el arpa, tal vez olvidada. Torres Balbás y Emilio García Gómez son dos nombres que deberían grabarse en la Alhambra en atbolapillo. Fernando CHUECA GOITIA

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