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ABC MADRID 23-03-1986 página 3
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ABC MADRID 23-03-1986 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 23 DE MARZO DE 1986 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA OCAS c o s a s son tan importantes como las que afectan a la lengua. Es la primera interpretación de la realidad, sobre la cual se superponen todas las demás, las doctrinas o ideologías. Es ella la que lleva o conduce al pensamiento, de manera que la calidad de éste depende de su soporte lingüístico, o si se prefiere, de su realización hablada- secundariamente escrita- Una de las causas del descenso intelectual que se advierte en casi todos los países occidentales- temo que en los demás también- es el deterioro de la lengua que han experimentado en los últimos decenios, y que la orientación predominante de la enseñanza amenaza con acentuar. Normalmente se fija la atención en los aspectos más gruesos y salientes de ese deterioro de los idiomas; principalmente, en los de carácter léxico- que son los menos graves- la introducción de palabras extrañas, por ejemplo, que la lengua acaba por asimilar o rechaza al cabo de algún tiempo. Mayor importancia tienen las agresiones a las sintaxis, a las construcciones propias de cada lengua, a los giros que la hacen sabrosa y expresiva. Hay una tendencia a la que no presta atención, que se desliza incluso en las teorías, que se manifiesta en los criterios gramaticales y hasta en la confección de diccionarios, y que me preocupa extraordinariamente: lo que podríamos llamar el extremado actualismo lingüístico. Es evidente que hay una lengua actual, distinta de las pretéritas, que constituyen el pasado de la lengua. La de Chaucer, la de Shakespeare, no son el inglés actual, como no es el francés presente el que hablaban o escribían Rabelais, Montaigne o Ronsard. Ni es español actual el del Berceo o el Arcipreste de Hita, ni el de Fernando de Rojas. Pueden ser maravillosos, incluso fácilmente inteligibles, pero no son la lengua de hoy. Lo malo es que de esta evidencia se está pasando a algo que en modo alguno es evidente: la creencia de que la lengua actual se reduce a la que hablan coloquialmente los que la tienen como propia, la que usan los locutores de radio y televisión, la que escriben los redactores de diarios y revistas. Todas las expresiones- vocablos o giros- que no son habitualmente usadas por las mayorías se reputan anticuadas y se relegan al pasado, destinadas tal vez a los diccionarios históricos. Esta tendencia me parece destructora, y amenaza con causar un empobrecimiento increíble de la lengua, hacerla retroceder a niveles de primitivismo que la dejen inservible para los menesteres superiores y para la plenitud personal de ios que la hablan. La lengua actual no es solamente la que se habla por la calle o se escribe con un mínimo de pretensión literaria. Esa lengua es, por supuesto, actual, y su ABC desdén u olvido ha sido un error durante mucho tiempo; pero en modo alguno es todala lengua actual. Esta tiene un considerable espesor- que, por cierto, varía de unas lenguas a otras- forman parte de ella expresiones que no usan todos habitualmente, que se han usado hace mucho tiempo, que acaso son menos frecuentes en algunos registros del lenguaje, pero que son presentes y probablemente sobrevivirán a muchas actualísimas pero sin duda efímeras; es decir que forman, más que gran parte de las recientes, el torso de la lengua, su fondo permanente aunque variable. Siempre me ha causado sorpresa el hecho de que el extranjero que conoce bien una lengua la habla o la escribe muchas veces mejor que el nativo medio en todo caso, su lengua extraña suele ser más rica que la propia de muchos hablantes; y no me refiero a los medievalistas que hablan la lengua del siglo XV o los estudiosos del Siglo de Oro que propenden a hablar la lengua del Barroco, es decir, a la deformación arcaizante, sino a los que han aprendido una lengua en los niveles más altos y con gran cantidad de lecturas. La lengua de todo el siglo XX es absolutamente actual, no sólo los coloquialismos- o falsos coloquialismos- de los cinco últimos años; la del siglo XIX conserva casi íntegra su actualidad y vigencia; y si retrocedemos más, nos encontramos con bastantes sorpresas. Es claro que si Feijoo se pusiera a leer un periódico de hoy, o se sentara frente a un televisor, o entrara en un bar frecuentado por estudiantes, se sentiría muy desorientado; pero el recíproco no es cierto: si nos ponemos a leer el Teatro crítico o las Cartas eruditas y curiosas, aunque nos separen de su prosa bastante más de dos siglos, apenas notamos extrañeza: es casi íntegramente actual, aunque sea ajena a Feijoo gran parte de nuestra lengua. REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN TALLERES- SERRANO, 61 28006- MADRID P EL ESPESOR DEL PRESENTE DE LA LENGUA Precisamente el español, más que otras lenguas, alcanzó muy pronto su madurez y estabilidad; si se prescinde de la ortografía de manuscritos o impresos antiguos, que aleja y hace extraños los textos- y que desde el Renacimiento apenas tiene valor, porque era anárquica e irrelevante- no ya Lope de Vega o Cervantes, sino Garcilaso y hasta Jorge Manrique, son en altísima proporción actuales ¿Quién siente ajenas las Coplas que a la muerte de su padre compuso hace más de medio milenio Jorge Manrique? Y esto vale tanto para los españoles como para los hispanoamericanos, para todos los que tienen como lengua propia el español. El espesor de la lengua varía según las lenguas, según sus épocas y, por último, según sus registros. El inglés, el francés o el alemán del siglo XVI están mucho más lejos del presente que el italiano o el español de la misma fecha. En las fases de constitución de un idioma, cuando es inseguro y fluctuante, su actualidad es muy angosta. La lengua tecnológica envejece pronto y resulta arcaica. Por razones aproximadamente opuestas, la lengua burlesca es de escasa duración. El caso extremo de fugacidad son las formas lingüísticas restringidas a grupos profesionales o de edad; por ejemplo, el habla coloquial de los muy jóvenes, de los estudiantes: nada hay más pasado y arcaico que el lenguaje estudiantil de hace tres cursos. Por la lengua cultivada, nutrida de lecturas, aquejla en que se puede hablar con precisión, rigor y belleza de cualquier cosa, la que permite escribir con seguridad y dominio, con maestría, de asuntos complejos y profundos; aquella en que se puede expresar la intimidad, si no es demasiado tosca; la que hace posible narrar algo que no sea enteramente trivial; la que hace eficaz la persuasión que vaya más allá de la anestesia de tópicos o lugares comunes o consignas; esa lengua, que debe ser la nuestra si no queremos ser unos primitivos balbucientes, tiene considerable espesor, sin mengua de su plena actualidad. El despiojo mayor que puede hacérsele al hombre es arrebatarle su esperanza en la pervivencia- propia y ajena, la suya y la de los demás- En este mundo, la privación más grave es la de la plenitud de la lengua, que es el instrumento de la comprensión, la expresión, la libertad. No es nigún secreto que en ocasiones se intenta, deliberadamente, empobrecer, envilecer la lengua. Tal vez con la mejor intención, por seguir irreflexivamente una moda, pedagogos y lingüistas pueden contribuir a dejarnos una lengua tan pobre, adelgazada y frágil que se quiebre de puro sutil y nos deje casi desnudos, indefensos y mudos. Julián MARÍAS de la Real Academia Española PRINCIPE DE VERGARA, 29 MADRID

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