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ABC MADRID 16-12-1985 página 36
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ABC MADRID 16-12-1985 página 36

  • EdiciónABC, MADRID
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36 A B C CULTURA Discurso de contestación de Francisco Ayala LUNES 16- 12- 85 Pere Günferrer es poeta escribiendo en prosa tanto como cuando usa el verso Aporta la colaboración de un hombre poseído de entusiasmo Señores académicos: Gran satisfacción me proporciona, y muy gustoso lo cumplo, el encargo de recibir en nombre de la Academia af nuevo miembro que hoy viene a incorporarse a ella. Su ingreso aporta a esta Casa la colaboración de un hombre joven y posído de entusiasmo, cuyas cualificaciones, pese a esa juventud suya, son generalmente reconocidas y están fuera de cualquier duda. Nacido en Barcelona el 22 de junio de 1945, Pedro Gimferrer estudió en la Universidad de su ciudad natal las carreras de Derecho y de Filosofía y Letras con maestros ilustres y entre compañeros que también han destacado luego en el cultivo de las Humanidades. Dentro de ese ambiente, pronto se manifestó su vocación poética dando frutos muy tempranos. Mensaje del Tetrarca, su primer libro de versos, apareció ya en 1963; y pocos años más tarde, en el 66, se publicó el titulado Arde el mar, que obtendría el Premio Nacional de Poesía, y al que los estudiosos de la poesía castellana atribuyen el cambio experimentado en ella desde la tendencia social que la había dominado hasta entonces hacia una dirección eminentemente estética. Su- oda a Venecia ante el mar de los teatros prestó el nombre de venecianismo al tipo de lírica que inauguraba- ornamental, rica de lenguaje, culta, refinada- en contraste con la de intención política, que buscaba inspiración en valores extrapoéticos. poesía lírica de una posición teórica y práctica que la novela tardaría aún en repudiar por su parte. Pero no es, bien se entiende, esta circunstancia de oportunidad y de efectividad histórica lo que en definitiva importa más. Lo que más importa en definitiva es la calidad intrínseca de la obra, que la hace perdurable por encima de la coyuntura histórico- literaria. La poesía ya desplegada con deslumbrante brillo, finura e intensidad en Arde el mar, y proseguida con iguales cualidades en títulos tan memorables e indispensables como La muerte en Beverly Hills (1968) Poemas 1963- 1969 y Poesía 1970- 1977, es de una autenticidad, de una verdad esencial, que le confiere validez perenne. Por virtud suya, cuenta hoy el autor entre los más destacados y apreciados escritores contemporáneos. Arde el mar resultó ser el estímulo decisivo para un cambio indispensable cultades expresivas, ya que un escrito en verso puede muy bien no ser poeético, ni en su intención siquiera, mientras que una obra en prosa- digamos, por ejemplo, la Celestina o el Quijote, entre la infiniedad de las que podrían citarse- puede en cambio ser poesía en un nivel de excelsitud. La prosa de Gimferrer tiene siempre calidad artística, y en muchos de sus textos, en tantas y tantas páginas de sus Dietarios y, desde luego, en la novela Fortuny, que ha sido objeto de varios galardones, alcanza sin duda alguna la categoría del poema, ya que ahí el lenguaje está puesto al servicio de la invención imaginaria creando estructuras verbales capaces de suscitar la emoción estética. Ahí el poeta se manifiesta en prosa, hace de la prosa un poema. Pero la dedicación de Gimferrer a las letras no se reduce a la creación poética en verso y en prosa o al ejercicio crítico. Ha desenvuelto, asimismo, una extensa labor de traductor, entre cuyos frutos destacan hasta ahora tres espléndidos volúmenes: la selección y versión al castellano de la obra de Ausías March, una traducción con notas de la obra escogida de Ramón Llull, y la traduccón, también anotada, del anónimo Curial y Güelfa. Apenas hará falta ponderar la importancia de esta tarea, cuyo mérito ha sido oficialmente reconocido con la concesión de un Premio Nacional de Traducción entre lenguas españolas. Quiero subrayar tan sólo por mi parte el hecho de que, en lugar de emplearse en traducir del castellano al catalán como algunos hacen- operación fútil, a juicio mío, ya que el público lector de Cataluña es bilingüe y tiene así acceso directo a tos textos originales sin necesidad de ese servicio. Nuestro nuevo compañero de la Academia está prestando a los millones de hispanoparlantes que, no sólo en esta Península, sino en todo el ancho mundo, desconocen la lengua catalana, el favor inestimable de poner a su alcance los clásicos de su literatura, contribuyendo muy eficazmente a su conocimiento y difusión. Crítico Al margen de su creación poética, Pere Gimferrer ha ejercido también la crítica literaria, pictótrica y cinematográfica con mucha asiduidad, publicando ensayos muy notables en varias revistas de alto prestigio intelectual; y estas actividades literarias han dado a su nombre una proyección pública mayor que esa norotiedad, siempre restringida, aun cuando acendrada y sólida, que el puro poetizar consiente; pues claro está que, como no sea por virtud de algún equívoco cuya raíz suele encontrarse en causas externas, o tal vez radique en el propio texto poético, la poesía genuina se mantiene recluida dentro del coto cerrado de sus secretos gustadores, quienes- eso s í- se irán sucediendo unos a otros generación tras generación a lo largo del tiempo. A esta íntima tradición está asignada la obra lírica de Gimferrer. A partir de 1970, fecha de Els miralls, libro al que seguirán Hora foscant (1972) y foc cec (1973) su poetizar va a producirse en lengua catalana, traducida por él mismo al castellano en el torno úe Poesía 1970- 1977. El poeta muestra ahí parejo dominio y capacidad creadora en uno y otro idioma; y ese dominio dual va a manifestarse tanto en el verso como en la prosa. Nuestro nuevo compañero es, según yo lo entiendo, antes que nada y sobre todo un poeta lírico, pero su personalidad no está limitada, tal como hemos señalado, al estrecho, exigente, exquisito y particularísimo recinto de la lírica, sino que, dentro del variado campo de las letras, alcanza un despliegue plural, evidenciando en cada sector igual excelencia. Unas palabras todavía acerca de la prosa de Gimferrer. Pero Gimferrer es poeta escribiendo en prosa tanto como cuando usa ef verso. En nuestro idioma- y lo mismo ocurre en otros varios- suele restringirse et significado de la palabra poesía a la creación verbal versificada. Esta carencia nuestra- que otras lenguas no padecen- de un vocablo para designar el conjunto a los productos del arte pético nos- ocasiona con frecuencia difi- Arde el mar Aunque se trate de mi experiencia personal y tenga por eso un alcance meramente subjetivo, no resistiré a! deseo de confesar aquí la impresión de indecible delicia que este libro, Arde el mar, me produjo en su momento, una impresión siempre renovada y confirmada luego, cuantas veces vuelvo a recorrer con la vista sus versos. En mi fuero interno, saludé entonces su aparición como lo que en efectos resultaría ser: el estímulo decisivo para un cambio que, ya para aquellas fechas, estaba haciéndose indispensable, en la orientación de la literatura española. Precisamente el mismo año de 1963 en que Gimferrer diera a la imprenta su Mensaje del Tetrarca había querido la Revista de Occidente hacer balance de la situación general de nuestro país al cumplirse los cuarenta años de su inicial aparición ¡terribles cuarenta años, los que van del 23 al 63 de este siglo! y yo dediqué el estudio que se me había encomendado a discurrir ahí sobre la Función social déla literatura calificando de desdichado- para indignación sin duda de alguna gente- el hecho de que poetas y novelistas se hubieran creído y siguieran creyéndose en ef caso de suplir mediante sus obras de creación imaginaría la tarea de aquella siempre necesaria crítica político- social cuyos canales estaban obturados por la censura dictatorial. La publicación de Arde el mar en 1966 vino a marcar por fin- -según dicho queda- el abandono en Un poeta sucede a otro No quisiera poner término a estas líneas sin apuntar a la circunstancia feliz de que, en la ocasión presente, en lugar de haberse limitado el académico que hace su ingreso a cumplir el ritual elogio de la personalidad de aquel a quien viene a sustituir en el sillón, le haya dedicado íntegro su discurso de neófito con palabras de tan ferviente compenetración como las que acabamos de oírle. Un poeta sucede a otro en esta Casa, y entre ambos hubo una confesada relación de discípulo a maestro. Antes de ahora, ya había publicado Gimferrer una Antología total de la poesía de Vicente Aleixandre, seleccionada y prolongada con el atento esmero que les es propio y que correspondía a su gran admiración hacia él. Constituye ese prólogo un estudio muy cumplido que, -todavía- y a le hemos sabido de sus labios- -se propone el autor complementar en el futuro, acometiendo de nuevo el intento.

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