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ABC MADRID 24-11-1985 página 49
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ABC MADRID 24-11-1985 página 49

  • EdiciónABC, MADRID
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DOMINGO 24- 11- 85 RELIGIÓN A B C 49 Buena nueva Observaciones seleccionadas de JUAN PABLO II ¿QUIEN RESMA El que es de la verdad escucha mi voz Evangelio En el prefacio de la liturgia de la fiesta de Cristo Rey encontramos un texto que nos disuade a unos y otros de los recelos y de los devaneos que nos puede sugerir esa expresión tan dañada por todos: Cristo, Rey del universo. Transcribimos ese texto al pie de la letra: un reino eterno y universal: el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz. ¿Esto es una afirmación o un deseo? Y si es una afirmación, ¿de qué mundo está hablando? Este prefacio lo sueltas en la calle y alguien te dirá: muy bien, y ahora cuéntenos usted una de vaqueros. Decíamos: recelos y devaneos, pero queríamos decir: incrédulos e impostores. Incrédulos: desde el miedo, desde la amargura, desde el fracaso, desde la experiencia de la impotencia y el desencanto, desde tanta mentira y dolor engendrados, incrédulos de tanto creer y esperar inútilmente, incrédulos de tantas versiones falsificadas, incrédulos: pescadores hábiles de tanto río revuelto. Impostores: que confunden el Reino con el imperio, la fe con la ideología, la verdad con el éxito, la vida con el silencio, la santidad con la moral vanidosa, la gracia con el privilegio, la justicia con sus mandatos, el amor con el disfrute y la paz con la sumisión. Unos y otros se colman, se irritan, se encastillan, se cargan de razones afiladas y pactan la no agresión hasta el primer descuide. Si Cristo hubiera identificado la verdad con su persona y no al revés, ambos tendrían la razón y la guerra su fundamento; pero Cristo no dijo: por mí a la verdad, sino por la verdad a mí. El cristianismo no es la historia de un ascenso del hombre sino de un descenso de Dios. Dios no nos provoca a abstraemos, nos invita a atendernos. La verdad no es un congelado ni un mosto que se almacenen. La verdad amanece cada mañana en cada ser y madura cada tarde, como un parral, laboriosamente, afanosamente; en cada jornada se agota una ración, solo se tiene la verdad que se toma cada día, la que no se toma se pierde. Mañana nos espera una verdad nueva y hasta el cansancio de la tarde no es de nadie. El que no lo entiende así, no entiende a Cristo. Cristo no reina porque gana, sino porque pierde. Cristo además de amar la verdad tenía la razón, pero tuvo que perder la razón para no ser incrédulo ni impostor. Cristo no reina por lo que ya se ha conseguido, sino porque puede ser escuchado cada mañana por los que aman la verdad; por éstos, por los que la buscan y no por los que dicen que la tienen, es por lo que se salva la historia. Jaime CEIDE L A verdad que nos demanda el hombre es, ante todo y fundamentalmente, una verdad que versa sobre el hombre... Somos heraldos, portavoces y servidores de esta verdad, que no podemos reducir a los principios de un sistema filosófico o a pura actividad política. Tampoco podemos olvidarla ni traicionarla... Gracias al Evangelio, la Iglesia posee la verdad sobre el hombre. Esta verdad se encuentra en una antropología que la Iglesia jamás cesa de explorar exahustivamente para comunicarla a los demás. Enfrentados con tantas otras formas de humanismo asfixiadas a menudo por una estricta visión económica, biológica o psicológica del hombre, la Iglesia tiene el derecho y el deber de proclamar la auténtica verdad sobre el hombre... Esta verdad total sobre el ser humano constituye el fundamento de la enseñanza social de la Iglesia y también la base de la auténtica liberación. A la luz de esta verdad, el hombre no es un mero sujeto de procesos económicos o políticos; estos procesos, por el contrario, se subordinan al hombre y están sometidos a él. Si la Iglesia se hace presente en la defensa o en el progreso del hombre, lo hace en aras de su misión, que aunque es religiosa y no social o política, no puede dejar de considerar al hombre en la integridad de su ser. La Iglesia sabe que su misión evangelizadora le obliga esencialmente a actuar en favor de la justicia y del progreso del hombre, hasta el punto de que la evangelización no sería completa si no tomara en consideración la incesante interrelación entre el Evangelio y la vida concreta del hombre, tanto personal como social. Tengamos también presente que la acción de la Iglesia en aspectos terrenales como el progreso humano, el desarrollo y la justicia o los derechos del individuo pretende estar siempre al servicio del hombre, del hombre tal como ella lo contempla con la visión cristiana de la antropología que adopta. Por tanto, no precisa recurrir a sistemas ideológicos para amar, defender y contribuir a la liberación del hombre... Esta voz de la Iglesia, que repite la voz de la conciencia humana, merece y necesita también ser oída en nuestro tiempo, cuando la creciente opulencia de unos pocos rivaliza con la creciente pobreza de las masas... Quienes ostentan responsabilidades en la vida pública de los estados y naciones tendrán que comprender que la paz interior y la paz internacional sólo pueden garantizarse cuando florece un sistema social y económico basado en la justicia... Debe subrayarse aquí una vez más que la solicitud de la Iglesia se dirige al hombre en su integridad. Para poder contemplar confiados el futuro del mundo del trabajo, es necesario que el punto focal de la actividad económica sea siempre el interés hacia cada ser humano: el hombre y sus valores deben ser siempre el principio y el fin de la economía. El concepto de la empresa como una comunidad de personas constituye el principal requisito ético que han de exigirse cuantos directa o indirectamente tienen relación con la vida social y económica de la comunidad. ¿Cómo pueden mejorarse las condiciones económicas, sociales y políticas en los diversos países y continente desde el punto de vista de la Laborem Exercens (Encíclica sobre el Trabajo Humano) y de los anteriores documentos papales sobre problemas sociales... La Encíclica expresa principios fundamentales que hunden sus raíces en la humanidad tal y como la Iglesia la ve. Forzosamente ha de mantenerse en un plano general. La Iglesia, en sus enseñanzas, debe abstenerse de sentar principios sobre temas sociales y económicos. Pero también es cierto y consecuente que los principios deben ponerse en vigor, y esta responsabilidad recae sobre las respectivas Iglesias nacionales, con la ayuda de investigadores y especialistas en todos los campos de la sociología, sociopolítica y economía. Los principios de la Encíclica deberán traducirse en aplicaciones prácticas. (c) The Times of London y News America SyndicateS Bajo la orientación de la Pontificia Comisión para las Comunicaciones Sociales, esta columna periodística ha sido preparada a partir de los escritos da Su Santidad el Papa Juan Pablo II por el rev. Joseph A. Vadino, antiguo ayudante del director de la edición en inglés de L Osservatore Romano Contiene referencias de la Encíclica Evangelii Nuntiandi, del discurso a la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla (México) el 28 de enero de 1979; del discurso a los empresarios y dirigentes económicos en Milán (Italia) el 22 de mayo de 1983, y del discurso al Congreso Internacional sobre Laborem Exercens, patrocinado por la Fundación Konrad Adenauer, en Roma, el 22 de mayo de 1983.

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