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ABC MADRID 20-11-1985 página 19
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  • EdiciónABC, MADRID
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MIÉRCOLES 20- 11- 85- OPINION -ABC, pág- 19 N pueblo antiguo como el español, de larga y poderosa historia, debe y puede asumir la totalidad de su pasado sin temores ni complejos. La historia a beneficio de inventario es un recurso infantil impropio de naciones maduras. Los diez años transcurridos desde la m u e r t e de Franco dan una cierta perspectiva de lejanía para enjuiciar serenamente la figura del anterior jefe del Estado y su larga etapa de mando. Sin caer en la polémica maniquea de los bandos enemigos de la guerra civil, nos parece necesario hacer una valoración desapasionada sin la pretensión de que sirva como comentario último y definitivo. La guerra civil de 1936 llegó como una fatal e irremediable tragedia a la vida española. Fue un acontecimiento impuesto por un conjunto de circunstancias internas y exteriores de aquellos años. El engranaje resultó imparable y la concatenación de las circunstancias, vista desde hoy, aparece como una compleja y obligada trama que desembocó en una sangrienta lucha de mil días de duración. No fue posible la paz porque el lastre de las pasiones heredadas pesaba demasiado en la vida diaria y acabó arrastrando a la sociedad hasta el fondo de la guerra. Los que la querían eran más fuertes que quienes trataron- -inútilmente- -de evitarla. Recordamos aquí la carta del general Franco, desde Canarias, al entonces ministro de la Guerra, el 23 de junio, en la que le advertía del peligro inminente del estallido si no se tomaban inmediatamente determinadas medidas por parte del Gobierno. No olvidamos tampoco el gesto inútil por tardío de don Diego Martínez Barrio en la noche del 18 de julio al telefonear al general Mola y pedirle que detuviera el enfrentamiento armado. Así, la guerra civil sobrevino como una especie de maldición inscrita en el destino nacional. El tremendo saldo negativo de la contienda, las víctimas, las destrucciones, los prisioneros, los exiliados y el abismo de rencores y de venganzas originado por el conflicto facilitó al jefe supremo del Ejército victorioso U EL GENERAL FRANCO A LOS DIEZ AÑOS DE SU MUERTE la consolidación de su poderío político y la convicción íntima de qué esa atribución total de autoridad en la cúpula del Estado era una necesidad histórica a la que no debía hurtar su ejercicio y responsabilidad personal. La segunda guerra mundial, declarada a los seis meses del fin de la contienda española, acentuó en el ánimo de Franco la voluntad de acumular en su persona todos los atributos y mecanismos de la soberanía. ¿Tenía Franco un proyecto político de Estado en su mente? Pensamos que era más bien un pragmatista intuitivo con un gran sentido de la oportunidad. Frenó al sector monárquico del Ejército con la promulgación de la ley Fundamental de 1947 sometida a referéndum, con lo que si bien el régimen tomaba la apariencia formal de una Monarquía, era en realidad una salvaguardia legalista para convertir su mandato personal en vitalicio. Osciló entre la doctrina tradicionalista y los puntos doctrinales de un falangismo sometido, que le servio de apoyatura para movilizar a una parte de las masas populares. Pero sus programas ideológicos de futuro fueron siempre más antis que positivos: antieuropeísmo, antimarxismo, antipartidos políticos, antidemocracia, antiliberalismo, antisufragio universal. Las consecuencias internacionales del resultado de la segunda guerra mundial no sólo le dejaron indiferente, sino que agravaron aún la hondura de su recelo ante las naciones occidentales, con la curiosa excepción de los Estados Unidos, a los que, llevado de su sentido de la oportunidad, veía con moderada simpatía como aliados potenciales en los avatares de la guerra fría. el NEGAR que durante su largo periodo de ejercicio autoritario España llegó a un grado considerable de progreso material en muchos terrenos sería ignorar la evidencia. Entre 1939 y 1975 transcurren treinta y cinco años de la vida de España que contienen una considerable obra de elevación del nivel económico, desarrollo industrial, modificación de las infraestructuras productivas y de transportes, crecimiento espectacular de la energía hidráulica, concentraciones urbanas y reducción del porcentaje agrario laboral. Pero hay que recordar también la parte oculta del balance: sin el espectacular desarrollo europeo de los años sesenta y setenta, sin el impresionante flujo comercial, financiero, inversor, turístico y laboral, la economía franquista no hubiera podido despegar de los niveles del racionamiento y el gasógeno. La autarquía predicada por Suanzes, Girón y el propio Franco no dejaba de ser un simplismo irrealizable, incompatible con la pujanza europea. La interdependencia económica y militar es el signo del Occidente desarrollado: entonces y hoy conforma el primer supuesto de la vida española. capítulo la etapa franTODO esedeimportantecomquista desconoció por pleto la evolución que se producía en el tejido sociológico de la comunidad española. El mayor nivel de vida conllevaba un cada vez mayor deseo de libertad. Estas nuevas generaciones se sentían ajenas a la fosilizada repetición de los dogmas ideológicos procedentes del bando victorioso en la guerra civil. Movimientos, primero clandestinos y más tarde públicos, iban produciéndose con mayor intensidad en Universidades, escuelas, fábricas, empresas y en el seno de la propia buroc r a c i a del E s t a d o franquista. Los intentos de abrir el sistema a una gradual evolución hacia la democracia tropezaron siempre con una resuelta y cerrada tenacidad. Las repetidas iniciativas y declaraciones de Don Juan de Borbón, Jefe de la Casa Real Española, desde su voluntario exilio en favor de una fórmula que contemplase el papel decisivo de la Corona en la evolución hacia una Monarquía democrática y constitucional capaz de superar la dicotomía de las dos Españas, cayeron en el vacío. En un momento histórico de dificultad para su régimen, Franco decidió, finalmente, designar al Príncipe Don Juan Carlos como sucesor a título de Rey en julio de 1969. A partir de ese momento, la salida pacífica del sistema personal y autoritario estaba asegurada, teniendo en cuenta el talante inequívoco del Príncipe y la equilibrada ponderación de su carácter durante los difíciles años que transcurrieron hasta 1975, en que se inició al subir al Trono el sustancial proceso de la transición democrática. además de un gran militar español, FRANCO, de un profundo era hombre Presidente- Editor GUILLERMO LUCA DE TENA Director LUIS MARÍA ANSON Subdirectores Darío Valcárcel, Ignacio Ramos, Manuel Adrio, Rafael de Góngora Jefas de Redacción: J. Amado (Documentación y Archivo J. Ayuso (Economía) J. F. Dorrego (Internacional) A. A. González (Mañana) J, Javaloyes (Opinión) L López Nicolás (Reportajes) C. Maribona (Nacional) J. Olmo (Edición) L, Prados de la Plaza (Tarde) J. M. Santiago Casteto (Colaboración) J. Viia (Noche) Secciones: J. Rubio (Arte) A. Garrido y J. Espejo (Confección) F. L. Agudin (Cultura) J. C. Diez (Deportes) C. Prat (Dominical) A. 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Si el clima de reconciliación, superador de discordias y rencores, que ha traído consigo la Monarquía constitucional ha demostrado la posiblidad de convivir en paz dentro del debate democrático de las fuerzas políticas legales, es preciso ayudar a ese procese de modernización con la serenidad más estricta al enjuiciar a los personajes de nuestra historia contemporánea. Esa tarea nos parece fundamental para la convivencia futura de los españoles.

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