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ABC MADRID 15-11-1985 página 22
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ABC MADRID 15-11-1985 página 22

  • EdiciónABC, MADRID
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22 ABC OPINIÓN Panorama VIERNES 15- 11- 85 ELOGIO DE LAS MEDICINAS S OY un gran tomador de medicinas. Es posible que esto que digo de entrada les moleste a algunos lectores. Les pido perdón. No tomo medicinas por capricho, como si fueran caramelos, pero me complacen las medicinas, en especial las medicinas pequeñas y bonitas, que me prescriben mis médicos, a los que rindo homenaje en esta breve crónica. No soy tan insensato como para tomar medicinas por mi cuenta, al buen tuntún. Como a un personaje de novela, me hubiese gustado vivir en los tiempos en que los medicamentos se componían de cálamo aromático, de cascara de naranja, de vinagre de los siete ladrones. Entonces no se vendían comprimidos que en tres minutos quitaban la hemicránea, pero tampoco había complicaciones que causan hemicráneas cada tres minutos. Cuando entro en mi farmacia me quedo casi extasiado contemplando el botamen de la botica, los albarelos con nombres griegos y latinos. En otros lugares, las medicinas modernas, con sus colores llamativos y sus títulos excitantes, por su rareza, que yo no comprendo, pero que me agradan por su grafía. Azorín, al salir de su casa para tomar el sol, se dejaba prender por las farmacias. Tengamos siempre la más honda consideración para las farmacias. Veía el maestro medicamentos que necesitaba y medicinas que no necesitaba. Y tal vez le atraían más estos últimos. ¿Podremos resistir la tentación de entrar en esta farmacia y no llevarnos un tubito de comprimidos y una cajita de tabletas de algo que no habíamos probado nunca? Don José- así le llamaba y o- después de haber pasado por su farmacia, se metía en una librería. Las librerías, ¿no son acaso las farmacias del espíritu? Ramón Gómez de la Serna fue un enamorado de las medicinas. Y cuando aparecieron los antibióticos, lo esperaba todo de estos medicamentos. Creía en la penicilina, porque venía del moho, de eso que precisamente persiguen las mujeres en nuestro despacho En cierta ocasión le llamó al orden el inolvidable doctor Marañón. Piense usted- l e dijo- -que todos los medicamentos pasan por el hígado. Mas Ramón siguió tomando medicinas. Con don José Ortega y Gasset consultaba el humorista poeta sus medicamentos. También Ortega tenía sus cajones llenos de medicinas. En algunos pueblos dirían de boticas Y no está mal. Ramón decía que Ortega poseía una urotropina efervescente que era divina. Siempre ha existido, en gran parte de la comunidad social, una cierta aversión a las medicinas. A mí me han dicho algunas personas: No tomes tantas porquerías. ¿Son acaso porquerías las medicinas? Un amigo me dijo el otro día: Yo no he tomado ni una medicina en mi vida. ¡Qué ostentación! Parece que ahora se ha reavivado la manía contra las medicinas y las farmacias. ¿Por qué? Yo tomo medicinas para estar bien y si me apuran ustedes para estar mejor. Siempre, con el médico detrás, como un sabio guardaespaldas. Francisco Javier MARTIN ABRIL Planetario C EL COLOR Y LAS HORAS intolerante y filipesca, estas algaradas del color y la forma en libertad? No son los socialistas, son los publicitarios, los ases de la radio, los modistas, los pintores, los que están dándole el volquetazo radical a la sociedad española hasta hacer de Madrid, en sólo una noche, la plataforma para lanzar una nueva marca de relojes que, fabricados a razón de un millón por mes, salen a darle la batalla a los digitales japoneses y los laboratorios de muñeca norteamericanos que pulverizan el tiempo y se lo comen picado en las minipimers portátiles de pulsera. Qué audacia. Barnum, aquel norteamericano que hizo su fortuna exhibiendo por los Estados Unidos a una negra centenaria como si fuera la nodriza del presidente Washington, palidecería de envidia ante ese circo efímero, brillante mariposa en la noche de La Moraleja, que en vez de mixtificar la vejez proclamaba la rutilante juventud física y relojera de nuestra hora. ¿Y qué es la hora? Cualquiera lo sabe. Según frena su velocidad el giro de la Tierra, o los minutos son más largos o el día tiene que tener más minutos. Los que implacablemente medirán con su palpitar indiferente los corazones de cuarzo de los relojes de nuestro tiempo. Eric Temple Le Bell escribía hace poco en su libro La flot du temps que el tiempo es uno y eterno. ¡Qué va! Ahora es vario y multicolor, rojo, blanco, negro azul, clásico, sofisticado, deportivo o moderno en la muñeca de la mujer o del hombre. El día larguísimo de Hammerfert, Noruega, que sólo tiene en un año un día, una noche y tres meses de crepúsculo, es diferente que el tiempo de la jet soctety tan apresurada. Por eso olvidamos ya el reloj de la abuela y pedimos a cada hora su reloj y su color, que no es mucho pedir. Lorenzo LÓPEZ SANCHO OMO si el tiempo fuera un volatinero que nos llevara a todos en irresistibles saltos mortales desde el nacer al morir, hace días vimos lanzar un nuevo reloj suizo hacia la popularidad bajo una carpa circense, junto al golf de La Moraleja. La fiesta, organizada por una de esas nuevas entidades de imagen pública que ahora hacen y deshacen desde las marcas de los refrescos a los jefes de Estado, trasladó a sus numerosos invitados a un salto en el tiempo, desde la eterna juventud antigua del circo a la efímera juventud moderna de la moda. Más que la imagen de un reloj nuevo, lo que nacía allí era la imagen de la España nueva con las maniquíes de larguísimas piernas y esmeraldas brillantes bajo los arcos pulimentados de las cejas, con modelos deslumbrantes- ellas y los chicos- -por la algarabía insolente de los rojos, los verdes, los blancos, los tornasolados casi cosmonáuticos. ¿Cuándo hubiera podido imaginar aquella España de negro hasta los pies vestida SE ALQUILA LOCAL COMERCIAL de 500 m 2 en el centro de Valladolid, calle Santiago Interesados llamar al 91- 446 39 37 Para ganar dinero en BOLSA necesita esfar bien informado. SUSCRÍBASE A por 9.400 pías año. Teléfono (91) 435 oe O2

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