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ABC MADRID 22-06-1985 página 67
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ABC MADRID 22-06-1985 página 67

  • EdiciónABC, MADRID
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22- junio- 1985 SÁBADO CULTURAL ABC IX -Relatos- -Poesía El crepúsculo celta W. B. Yeats Alfaguara Madrid, 1985. 196 páginas Antología poética Joan Maragall Introducción y selección de María Pares. (Edición bilingüe. Alianza Editorial. Madrid, 1985 Joan Maragall es un mito de la cultura catalana. Revelarlo a todos los españoles aquí y ahora es mucho más que puro oportunismo sociopolítico: es dar con la clave no sólo de la formación de la conciencia catalana, sino también aprender una lección de esa cultura que lee la historia a través de la literatura, de la poesía en este caso. Antología poética (edición bilingüe) junto a algunas claras comprobaciones, explica la raíz y el empuje de un pueblo que por encima de todas las cosas ama las coJoan Maragall sas precisamente documenta el dinamismo de una sociedad y, sobre todo, reafirma la fascinación del poeta- que no es otro que Joan Maragall- ante el misterio de la vida. Hasta aquí es lugar común que el lírico catalán, nacido en Barcelona (1860- 1911) es uno de los escritores que mejor conforman la identidad catalana. Con ello se refuerza su personalidad política, pero acaso se hace palidecer su contribución puramente literaria. Ni siquiera la hermandad generacional con los redescubridores de España en 1898 y su amplio epistolario con Unamuno lo alejan de una dialéctica autonomista. Bien se ve, en esta apretada y exigente selección, que Maragall, si es verdad que da las notas canónicas de la conciencia colectiva, no por ello se anula en su comportamiento poético. La aparición hacia finales de siglo del autor del Canto espiritual sobre un contexto demasiado subsidiario de la cultura francesa y española- como señala certeramente María Pares en su espléndido y a la vez didáctico prólogo- es la de un profeta. Y aún más claro: la de un iluminado. El tradicionalismo y el romanticismo que acunaban a la lírica catalana encuentra en Maragall no el arcaizante tono de la renaixenga cuanto la palabra luminosa, estremecida, profunda del hombre catalán, en un tiempo catalán, marcado por la evolución renovadora. Maragall, al que flanquean nombres eomo Goethe o Novalis, de un lado, y de otro, Verdaguer o Aribau, en gracia a su libertad imaginativa calcifica en términos modernistas el clasicismo y el romanticismo en una fórmula personal la gozosa exaltación del hombre y de la vida. Mantiene este libro una ordenación ya clásica en la obra maragalliana- l a utilizada por los hijos del poeta en Obres Completes de Ediciones Selecta (Barcelona, 1960) De modo que juegan mejor los apartados agrupados por Maragall que los títulos de sus libros- Poesías 1895; Visiones y cantos 1900; Los dispersos 1904; Enllá 1906, y Secuencias 1911- sin que ello suponga ninguna contradicción. En Maragall cada poema es autónomo y se relaciona con su propio impulso anímico. Lo que intensifica más que distrae la coherencia de su poesía. El libro permitirá al lector corregir algunos convencionalismos- acaso esa imagen excesivamente patriarcal de su mundo rural, acaso su franciscanismo cristiano- entre los que figura la complejidad de su ortodoxia religiosa. Y su vitalismo sin desmadres. La nueva lectura de poemas tan espectaculares en su época como La vaca ciega El hayedo de En Jordá El almendro El mal cazador El conde Arnaldo Canto espiritual Oda nueva a Barcelona o El Ampurdán etcétera, engrandece mucho más la simbolización de su mundo. Y da a su poesía un sentido cada vez más universal. Maragall quiere que su reino sea de este mundo y que este mundo sea Cataluña. Porque su trayectoria vital y literaria, al hilo de lo que decía Caries Riba, no es del pasado ni del silencio, sino que prefigura más bien alguna redención que ciertamente esperamos Una redención que el autor de Canto espiritual encarna en la lengua, patria más amplia que la que determinan las fronteras. Maragall ha ganado con el tiempo. Sin duda porque sus revelaciones, lejos de terminar en un futurible inane, son hoy sustantivas verdades de la conciencia colectiva. Si la poesía es para él palabra viva y vivificadora, la fuerza de su catalán está en producir esa palabra. En medio de la vastedad catalana, la soterrada energía de su rítmico verso no sólo es un pararrayos que retiene las vibraciones del cosmos, el estremecimiento de lo autóctono. Incluso es también un resonador de las grandes aspiraciones catalanas y peninsulares. Porque Maragall, que cuenta con el flujo cósmico imprescindible para sacudir su poesía con hondas emociones, formula lo que es comúnmente aceptado como la filosofía de su pueblo: el Escolta, Espaya late y persiste con el pragmatismo realista de la dinámica burguesía catalana. Y es que, efectivamente, Joan Maragall piensa menos en los honores artificiosos y estancados que en el vivir. Y habla de otra manera Si a esto unimos su convicción de que el mundo reflejado en su patria hermosa, sus anhelos se cerrarán con el deseo de la eternización de la vida presente tan transparentemente expresado en el Canto espiritual De ahí su apego al mito catalán, alimentado por un afán de vida. El paisaje, la vida familiar, la naturaleza, quedan exaltados- a l igual que las figuras literarias: el conde Arnaldo, fray Juan Garín, Serrallonga, etcétera- en una simbolización mítica. Son parte de Cataluña. Un lector culto puede resolver con provecho cualquier insuficiencia. La oportunidad del libro ayuda además con ventaja: lo que Maragall decía hace casi un siglo sigue teniendo una validez moral y estética: Tot és camí, tot és drecera- -si ens dem la mar Florencio MARTÍNEZ RUIZ Los fantasmas de los decapitados y las vecinas muertas que pasean por las calles de la aldea, los adivinadores, los brujos blancos, los habitantes del País de las Hadas, los duendes que ríen, los nigromantes, el diablo que roba campanas, el bosque encantado, los viejos que rememoran historias contadas por sus abuelos (ya centenarias en vida de los abuelos de éstos) las almas de los moribundos que salen por las ventanas, toda una mitología popular, toda una etnia milenaria desfilan por este libro de William Butler Yeats (1865- 1939) a quien T. S. Eliot consideraba el mayor poeta de su tiempo. Las breves composiciones de El crepúsculo celta no son relatos, como se ha dicho, sino más bien estampas o crónicas de la vida irlandesa. Estampas, crónicas, testimonios en los que la áspera madera de la tradición oral se convierte en delicada ebanistería de la tradición cultural; escenas casi ingenuas, que representan las cosas hermosas y significativas de este mundo malogrado y torpe Yeats investiga y ordena, compila y testifica, pero no al modo de los modernos historiadores y estudiosos del folclore, sino anteponiendo la magia de la realidad, el sentido legendario de los acontecimientos, a la aséptica enumeración de sucesos pretéritos. Y en esto puede decirse que se aproxima más a Herodoto, a Hornero y a Virgilio que al mero codificador de datos, porque lo que busca no es el efecto (la historia) sino la causa (el mito) lo que quiere noes reseñar las gestas y tragedias de un pueblo, sino retratar su alma, glosar su tabulación colectiva. Es el criterio de un poeta (en este caso épico) no el de un historiador; es la cosmovisión de quien contempla la historia como a un objeto de arte, como a una manifestación de belleza temporal que puede ser perdurable: La belleza heroica- escribe- esa belleza que es la más elevada y que, según dice Blake, es la que menos cambia de la juventud a ia madurez: belleza que ha ido desapareciendo de las artes desde que esa decadencia que llamamos progreso colocó a la belleza voluptuosa en su lugar (pág. 85) El mundo celta, como el Islam, como el budismo, tiene un concepto religioso de la vida hasta en sus minucias cotidianas. Aquellos inmemoriales galitzios de Polonia, que en Inglaterra se llamarían galeses y en España gallegos, se diferenciaron desde siempre del resto de los europeos occidentales por su mentalidad mágica, opuesta a la de civilizaciones originadas en la lógica aristotélica y el pragmatismo romano. El celta vive en otra dimensión, en la que lo sobrenatural cohabita casi en un mismo plano con la realidad objetiva. Otra dimensión, otro mundo, otro pueblo que, más que a esquemas históricos, responde al universo de los grandes soñadores como Yeats. Luis DE PAOLA

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