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ABC MADRID 24-11-1984 página 55
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ABC MADRID 24-11-1984 página 55

  • EdiciónABC, MADRID
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24- novie mbre- 1984 SÁBADO CULTURAL ABC IX EL HiUDERO TEVENSON opinaba que si a un escritor le falta el encanto le falta todo. La obra múltiple de José Esteban Echeverría no carece de esa virtud. Hay escritores que perduran en la historia de la literatura; otros, los menos, en la propia literatura. Echeverría corresponde a ambas categorías. Su poema La cautiva. descubre las posibilidades estéticas de la pampa argentina y de los indios nómadas; su cuento El matadero nos toca de manera inmediata, más allá de las obras que lo siguieron o de- la fecha en que fue escrito. Increíblemente, hay quien ha percibido en El matadero el influjo de la picaresca española. Esta, según se sabe, no se le atrevió nunca a la muerte y se resignó a pequeñas astucias y a moralidades caseras. En el texto de Echeverría hay una suerte de realismo alucinatorio que puede recordar las grandes sombras de Hugo y de Hermán Melville. El preámbulo es vacilante, pero después van ocurriendo cosas atroces que nos parecen verdaderas. La historia está llena de sangre y llena de barro. El percance del gringo prefigura la muerte del unitario. Recuerdo que a mi padre le impresionaba menos aquella muerte que la del chico decapitado por el lazo. Los hechos del relato tienen más fuerza que lo que dicen los personajes. Pasa lo contrario en Don Segundo Sombra. Si la literatura argentina encierra una página que puede equipararse con El matadero, de Echeverría, esa página es La refalosa, de Ascasubi, si bien la primera tiene un poder alucinatorio que le falta a la otra, cuyo íntimo carácter es una suerte de inocente y chabacana ferocidad. Los dos textos fueron redactados en la misma ciudad y hacia la misma fecha. A los dos le tocaron en suerte aquellos años del principio y del caos, no tan lejanos en el tiempo y casi inconcebibles ahora, en que el hombre compartía la tierra con la antigua soledad y la hacienda brava, y que nos dejan una sensación de vértigo y de multiplicidad, ya que en aquel desmantelado escenario cada uno tenía que ser muchos. José Esteban Echeverría nació en la ciudad de Buenos Aires en 1805 y murió en la ciudad de Montevideo, en el destierro, en 1851. En Buenos Aires Echeverría fue dependiente en una casa de comercio; ser dependiente entonces no era una ocupación subalterna. A los veinte años viajó a Europa; para los sudamericanos de aquel tiempo Europa era Francia. Como Ricardo Guiraldés, Echeverría llevó su guitarra a París, la guitarra que había templado en los lupanares de los arrabales del Sur. Descubrió y leyó, a Víctor Hugo, lo cual es un acontecimiento en la vida de cualquier hombre. Lo fue singularmente para él, ya que le reveló el romanticismo. En 1830 regresó a Buenos Aires. Formó con algunos amigos la logia democrática- Asociación de Mayo. Conspiró contra la dictadura de Rosas y, como tantos unitarios, emigró al Uruguay. No alcanzó la batalla de Caseros; un año antes la muerte joven, que parece ser parte del destino del poeta romántico, lo sorprendió en la ciudad sitiada. S J

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