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ABC MADRID 09-11-1984 página 92
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ABC MADRID 09-11-1984 página 92

  • EdiciónABC, MADRID
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José María Barcena Galería El Greco Príncipe de Vérgara, 204 Hasta el 17 de noviembre De 10,30 a 14 yde 17 a 21 Elia Torregrosa Editora Nacional Gran Vía, 51 UNQUE la madrileña Elia M. Torregrosa Salazar ha publicado sus ilustraciones desde hace muchos años (bajo el seudónimo de Xelia) hasta 1980 no comienza a exponer sus obras en Madrid y provincias. No tiene nada de extraño, pues, que su nombre pueda resultar poco conocido como pintora, ya que su labor principal ha sido el dibujo y la publicidad. De ello conserva Elia Torregrosa su excelente dibujo, patente en varios retratos y acuarelas que, junto a una treintena de óleos, forman su exposición. Cabezas, figuras, desnudos, de una parte; de otra, flores, árboles y paisajes. Y es sobre todo en los árboles donde la pintora vuelca su talento, al menos para quien ignoraba esta faceta de su arte: chopos, pinos y otros ejemplares de la planicie y la montaña se yerguen hacia unos cielos azules, apenas turbados por nubes blancas. Busca la pintora rincones poco frecuentados, torrenteras, cumbres solitarias de la sierra de Madrid; pero también se detiene en las composiciones florales (celindas, amapolas, mimosas) y en la vegetación baja (arbustos, retamas) en los que su pincelada se Hasta el 17 de noviembre De 10 a 13,30 y de 16,30 a 20 N ACIDO en Torrelavega pero centrado en Asturias, José María Barcena es un acuarelista conocido y estimado en Madrid, donde ha celebrado seis exposiciones dedicadas al paisaje y, en especial, al paisaje asturiano. Y es que las nieblas, los verdes y ocres y los azules astures se adaptan perfectamente a la paleta de Barcena, que no busca efectismos luminosos como los levantinos, sino que trabaja la pintura en capas sucesivas, insistiendo cuando trata de lograr una solidez una rotundidad y limitándose a pinceladas más suaves cuando de captar neblinas y lejanías se trata. Treinta y ocho acuarelas, en mediano formato en su mayor parte (72 x 50 cms. dedicadas al paisaje, género predilecto de los cultivadores de la pintura al agua que, como José María Barcena, gustan del aire libre y de la soledad de los campos, las montañas y los ríos, forman esta muestra, en la que también están representadas Cantabria y Madrid. Cuando llega a ¿astilla, la luz de sus acuarelas cambia y se introducen algunos tonos calientes, que contrastan con la gama fría de los temas norteños. A Puerta Cerrada (Madrid) Pero en ambos ambientes la pincelada busca definiciones concretas, perfiles definidos por la oposición de los colores y sombras y reflejos muy trabajados. Habilidad y maestría para Sánchez Camargo; Viático para nuestras nostalgias de La Montana para José María de Cossío; Excelentes trozos de paisaje donde luz y atmósfera quedan perfectamente contenidos para Figuerola Ferreti, la acuarela de Barcena se inscribe en la línea más ortodoxa de esta especialidad, sin trucajes, sin apoyaturas de gouasche sin raspaduras. No se busquen en ella, repetimos, efectismos ni innovaciones. Sólo (y es bastante) el limpio ejercicio, el amor al oficio, la sensibilidad. Descanso del ensayo recrea, logrando una pintura sencilla, objetiva, firme y transparente que nos invita a desear para su creadora un largo camino de progreso y perfección como escribe Alfredo Ramón. Pintura, en cualquier caso, honesta y emocionada, sentida y con capacidad de comunicamos la paz y el equilibrio que brota de sus colores. José María Lázaro Galería Lázaro Carlos III, 3 Hasta el 17 de noviembre De 18 a 21,30 Tomás Horrach Salón Cano Paseo del Prado, 26 Hasta el 17 noviembre De 18 a 21 H AY un deseo persistente en José María Lázaro de no encasillarse en su afortunada posición de retratista que, con una facilidad asombrosa (o un don inspirado) viene realizando desde hace muchos años una galería de rostros, especialmente femeninos, de auténtica calidad. Este deseo le lleva a exponer, intermitentemente, sus experiencias con el óleo y, como en esta ocasión, sin limitarse a la figura. Porque si bien es cierto que casi todos los cuadros de Lázaro son retratos (con o sin modelo determinado) no es menos cierto que sus exploraciones de la naturaleza muerta o de) mundo de los gatos tienen esa misma validez artística. Podría parecer patética ese ansia de alejamiento de la facilidad (innata y adquirida) por el r e t r a t o si no supiéramos que, tras el pintor, se oculta un poeta que intenta plasmar en sus cuadros ensueños y sensaciones, corporeizados en unas figuras o unas entidades que, en definitiva, sólo le sirven de pretexto. En otras ocasiones, el objeto de su búsqueda era el color; en ésta es la luz. Luz solar o cenital, de un cirio o de un tragaluz, el 92 A B C S La libélula óleo juego de la sombra parece obsesionar a Lázaro, incluso cuando sumerje los cuerpos desnudos de sus modelos ideales en fluidos etéreos o acuáticos: juncos y algas, vientos y nieblas visten la desnudez y, at mismo tiempo, nos transportan al universo lírico del pintor. Comprobado su oficio, sólo cabe discutir su temática. Y la metáfora no se discute. E ha dado el caso, con frecuencia, del pintor castellano que, enamorado de la luz del Mediterráneo, se ha afincado en Cataluña o en Levante para siempre. Pero también existe el caso inverso, como el caso de Tomás Horrach Bibiloni (Palma de Mallorca, 1947) quien, al igual que Rusiñol en su día, encontró en los cielos castellanos (Segovia, La Granja, Sepúlveda, Pedraza) la luz soñada, el otoño dorado de su pintura. Y hemos citado especialmente a Rusiñol porque también Horrach gusta de la claridad tamizada, de los tonos suaves y pálidos, de los verdes fin de siglo de los malvas y los colores indefinibles que, sin duda, son el símbolo de una cierta nostalgia Medio centenar de cuadros, en distintos formatos, ha colgado Tomás Horrach en el Salón Cano, en los que se evidencia su excelente técnica de dibujante (esos caballos de la mejor escuela inglesa) y de pintor (esas rocas, esos jardines de San Ildefonso) Se trata de una pintura que rompe, en cierto modo, con la línea de la galería, pero que la enriquece con un aspecto diferente de la realidad: no es la realidad lu- En una vaguada de Madrona miñosa e impresionista de otros artistas españoles que frecuentan el Salón Cano, sino algo muy sutil, muy delicado y un poco melancólico, como las ensoñaciones de un p o s r o m á n t i c o La paz de los campos, bucólica, como en Regidor; los lagos, dormidos, como en Rackham; las arboledas, los monumentos, los crepúsculos, todo rezuma una indefinible nostalgia de algo perdido y que el pintor ha reencontrado y visto con los ojos de la sensibilidad. Nada grita, nada detona en estas armónicas composiciones de Tomás Horrach, realizadas ai óleo pero con calidad de pastel, con exquisita delicadeza, con refinado gusto. VIERNES 9- 11- 84

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