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ABC MADRID 23-02-1984 página 3
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ABC MADRID 23-02-1984 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 23 FEBRERO 1984 FUNDADO EN 19O5 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABC Escribo algunas cartas caso. Pero cuando no es la juventud, precisamente, la que reina en una convención como ésta a la que ahora me refiero, porque se supone que todos los comensales allí reunidos tienen algún respaldo de popularidad, hay que matizar esas toscas maneras de ir al grano tan directamente. Nada, que no me atrevo ahora yo tampoco a entrarle al tema por derecho. Pero la verdad es que he salido de la dichosa comida lleno de humillación, presa de inesperada soberbia, movido a piedad por mis descendientes, convicto de responsabilidad ante mis no muy numerosas fans viciado repentinamente de condolencia masoquista por esta patria nuestra, madrastra de sus hijos verdaderos También bruscamente despierto, como arrancado de la consoladora duermevela de algunos pocos e inmerecidos laureles. ¡No somos nadie! Sobre todo yo, como en el descarnado chiste. Y todo esto, sufrido de pronto como consecuencia de la tardía y desafortunada manera que usted tuvo de entrar en conversación, mi distinguido compañero de banquete. Porque yo, con esa irreprimible manta de dar a conocer abusiva y a veces muy intempestivamente mi humilde condición de escritor, y temiendo siempre lo peor- -que es lo que iba a ocurrir- -había cambiado con mi compañero de la izquierda, más conocido que yo, y por méritos propios, en el campo de la literatura, había cambiado, digo, algunas ideas provisionales, pero suficientemente expresivas y reveladoras, también ajustadamente pedantes, para que usted fuera estando al corriente de mi condición. Como usted ya me había mirado a hurtadillas con unos ojos que hacían evidente su absoluta falta de interés por mi persona, yo le había hecho a mi compañero de la izquierda algunas profundas observaciones, como, por ejemplo: El escritor es un minero, es un picador que después de su jornada de trabajo se lleva el pico al hombro durante el resto del día y gran parte de la noche. También le había dicho: Ya sabes lo que opinan algunos, que todo estriba en durar más que aquellos que te niegan o te zahieren; sí, sí, eso de sentarse a la puerta de tu casa hasta ver pasar el cadáver de tu enemigo; lo malo es que si te descuidas y vives un poco más de la REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN Y TALLERES SERRANO, 61- MADRID- 6 M I distinguido amigo: Me ha dado usted la comida. Así como suena: me- ha- dadousted- la- comida. Se trataba de un banquete en el que los comensales eran financieros, profesores, escritores y algunos otros intelectuales. Uso este término por su vaguedad amparadora, por su determinante sutileza, porque ahí entra todo, y del vocablo también se sale cualquiera, ya que la palabra, que ofrece coturno y servidumbre al mismo tiempo, es puerta franca a la que nadie se atreve a poner candado, y rendija distensible por la que se puede colar cada quisque y quedarse dentro de por vida. Nos congregaba un acontecimiento cultural en una de esas comidas que reúne gentes diversas y a la vez uniformes, donde cierta notoriedad es la constante en los componentes del encuentro. Una de esas tenidas donde es conveniente andarse con pies de plomo si no se sabe quién es la persona que le ha tocado a uno como vecino de mesa. Cuando es una señora la compañera de jornada gastronómica, la cosa tiene menor peligro ante cualquier ignorancia imprevista, porque ellas tienen facilidad proverbial y efectiva para ligar dialécticamente con el lucero del alba, si se tercia; lo que digo sin la más pequeña mácula peyorativa. Pero los hombres somos más duros y egoístas, menos maleables, más inexpugnables en nuestra intimidad. No se trata de llevarse de la ocasión una amistad para toda la vida, sino de ejercitar unas determinadas reglas de convivencia que todos deberíamos cumplir con discreción, con destreza y, si nos fuera posible, con cierta originalidad. Procuré usted cuando se encuentre en una situación así, en la que tiene que estar un par de horas al lado de alguien a quien no conoce, tratar de informarse con anterioridad sobré algunos datos del interesado, y si no ha sido capaz de averiguarlo, dispóngase a entrarte por distintos caminos que puedan resultar adecuados para los fines que persigue. Claro que los antiguos y bienintencionados tratados de urbanidad se han quedado tan obsoletos como la propia palabra obsoleto, y no vale recordarlos. Pero, al hilo de los tiempos, sin ayuda de textos, nos vamos pertrechando de las suficientes armas para tomar esa bastilla que es en un primer encuentro toda persona desconocida. Y hay que tener cuidado para no encontrarnos de pronto con ese desplante de mala educación, que alguien usa todavía, aunque no precisamente sentándose a manteles: ¡Usted no sabe con quién está hablando! En todo caso, más vale estar en antecedentes. La gente joven, alternadora y desenfadada, tiene unas fórmulas, acaso un poco precipitadas, de las que algo podríamos aprender. Un muchaho saca a bailar a una chica y en seguida le pregunta: ¿Estudias o trabajas? Elemental principio, iniciación de diálogo no muy luminosa, santo y seña un tanto hortera, aunque puede servir al PARA UN SEÑOR QUE SE SEMTO A MI LADO EH UN BANQUETE cuenta se te llena de muertos la acera de enfrente, y puedes acabar por encontrarte totalmente solo, lo que no sé si es peor. Usted permanecía en silencio, sumido en una falsa escucha, indiferente ante todo to que a mí se me pudiera ocurrir. Yo sí sabía, al menos, que usted pertenecía al mundo de las finanzas y, por un momento, pensé que podría decirle a mi compañero de la izquierda- -tirando de retroceso para que la carambola le sirviera a usted de incentivo- En una taberna de mi barrio hay un ladrillo colgado de la pared en el que se puede leer: Hemos llegado a un acuerdo con los Bancos, ni ellos venden vino ni nosotros prestamos dinero Pero lo pensé mejor y me guardé el aforismo, porque la verdad es que temí que no le hiciera gracia la broma y las cosas se pusieran peor. Y, al fin, un poco harto de que usted siguiera obsequiándome con su desatento mutismo, creí que había dado con la flecha envenenada capaz de atravesar su sordera que ya me parecía agresiva. Con una leve sonrisa, que a mí por dentro me pareció muy mundana, dije: En un banquete como este, aquel señor ingenioso e inteligente, le dijo a su compañero de mesa, notable filósofo y escritor conocido por su agudeza verbal, con frecuencia critica e hiriente, y que llevaba una gran parte de la comida sin pronunciar una sola palabra Por favor, diga usted algo, que callado és peor. Fue en ese instante cuando usted se dirigió a mí y me dijo: -Usted, que parece aficionado a la literatura, ¿sabe qué hemos patrocinado una exposición dedicada a César González Ruano... Lo de aficionado me hizo polvo, la verdad. Pero acaso me dolió más que usted no supiera lo que no tenía por qué saber, que yo había sido muy amigo de César y que se me quejó muchas veces del desdén y del desconocimiento, cuando no del abandono, de muchas gentes de su tiempo. También me acordé en aquel momento de la señora que un día, poco después de a muerte del escritor, entró en el Teide y dejó una rosa roja- -madura como la señora; pero menos pálida que ella- -sobre ta mesa de mármol donde César había escrito centenares de artículos... Y pensé que aquella dama era como esta misma España: las dos eran como esas viudas plañideras que se gastan más en cera para el marido muerto que se gastaron en miel para el marido vivo... Anteayer mismo ¿sabía usted, mi distinguido comensal, quién era César González Ruano? Un poco antes de ayer mismo, cuando tan bien le habrían venido patrocinio y exposición, libro y comida en la que pudiera participar... He ido a esa exposición y usted y yo no nos hemos visto. Fui después de la inauguración, y estaba yo soto en la sala. Siento que no hayamos coincidido. Porque usted podría haberme dicho: Creo que nos conocemos. ¿No hemos comido juntos el otro día... José GARCÍA NIETO déla Real Academia Española Un medio publicitario único para transmisión de mensajes comerciales a ochenta y nueve países

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