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ABC MADRID 20-02-1984 página 3
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ABC MADRID 20-02-1984 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 20 FEBRERO 1984 ABC que entonces tenían entre ocho y dos años- -en New Haven, cuando enseñaba yo filosofía en Yale. Le dejamos el piso de arriba (un dormitorio, un cuarto de baño, una sala) entero. Uno de nuestros hijos le preguntaba: ¿Y no tendrás miedo solo ahí arriba? ¿Y si te levantas por la noche y escribes un poema al miedo? Guillen se reía y decía que era muy probable. Y los niños decían ufanos: Es el único poeta importante que es amigo nuestro. Salinas y Guillen eran los dos poetas más viejos de la llamada generación del 27 Nunca creí que perteneciesen a la misma generación que los demás, sino a la anterior (a la misma de Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Ortega) Pero como escritores indudablemente formaban grupo con los más jóvenes que ellos. Eran de la misma constelación. No muy precoces (sobre todo, poco precoces entre la normal precocidad de los poetas) escribieron, publicaron a la vez que los del 27 en las mismas revistas y editoriales; sus libros aparecieron al mismo tiempo (o un poco después) Fueron estrechos amigos de todos ellos y conservaron siempre una enérgica solidaridad con sus coetáneos literarios, por encima o por debajo de tantas divisiones. Los historiadores de la literatura hacen bien en englobarlos y estudiarlos juntos. Los historiadores sin más, los que se interesan por el fondo de la realidad histórica, harán bien en investigar las sutiles diferencias que separan a Salinas y Guillen de los demás. Ante todo, sus figuras personales; quiero decir su estilo vital, su manera de hablar, su forma de locuacidad y cortesía, su manera de sentir la amistad. En segundo lugar, su actitud ante España y sus problemas, el grado y la cualidad de su interés por lo que pasa en el mundo, sus últimas devociones, por debajo de las vigentes en cada momento. Finalmente, volviendo a la literatura, a la poesía, creo que, si se escucha bien, se percibe una tonalidad sensiblemente diferente. REDACCIÓN ADMINISTRACIÓN Y TALLERES SERRANO, 61- MADRID- ó FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ACE unos días moría en Málaga el poeta J o r g e G u i l l e n lo había precedido algo más de treinta y dos años en la muerte su gran amigo Pedro Salinas, a quien acompañé, en Boston, en su último día. Se han presentado ahora en Madrid los ensayos de Salinas, tan prosista como poeta, sin que la poesía lo abandonara nunca. Entre los libros de ensayo de Pedro Salinas se cuenta El defensor, que yo comenté en 1951, cuando todavía vivía su autor- -quizá el único comentario en España de ese libro- Lo escribí en Wellesley, cuando ocupaba la cátedra- -y la casa en Norfolk Terrace- -de Jorge Guillen, ausente aquel año. Volvió unos días con ocasión de la muerte de su fraterno amigo Salinas, y hablamos largamente de él y de tantas cosas. En mi viejo libro Ensayos de convivencia está el artículo sobre El defensor, y otro, Pedro Salinas en la frontera escrito el mismo día de su muerte. Y allí está también un ensayo, Constelaciones y generaciones complemento de la teoría generacional inspirado precisamene por el caso de estos dos escritores. Sobre ambos había escrito antes, aunque ahora se cree que no se sabía nada en España de los españoles emigrados. En 1948 escribí Una forma de amor: la poesía de Pedro Salinas al año siguiente apareció el Diccionario de Literatura Española, de la Revista de Occidente los artículos sobre los dos poetas estaban firmados por mí. Con ambos me unió una fuerte amistad, muy larga en el caso de Guillen, cimentada en una admiración que nunca ha decrecido. Salinas, tan alegre, tan lleno de entusiasmo por la belleza, tuvo una declinación muy penosa; no sólo por la larga y dolorosa enfermedad, sino por una pasión de España que lo tenía en carne viva. Desde su salida en el verano de 1936 no volvió nunca. No pensaba más que en España; se sentía como el pez fuera del agua- -sumergido transitoriamente en ella, lo justo para respirar, cuando estaba en Puerto Rico, donde quiso ir a dormir el último sueño- cualquier cosa de España- -unos caramelos madrileños, un poco de carne de membrillo- -lo conmovía hasta las lágrimas. ¿Por qué no volvió nunca, confundiendo su patria con sus gobernantes? ¿Tal vez lo disuadieron de ello, con una sutil coacción que se ejerció sobre tantos? Guillen supo defenderse, y hacía varios decenios que no se privaba de España, manteniendo su más ciara independencia. Tenía una enérgica vocación de felicidad, y la vocación casi siempre se realiza. Su obra poética la refleja asombrosamente. Gozaba de casi todo: del amor, de los paisajes, de los libros, de ios amigos. Nunca olvidaré el fin de semana que pasó con nosotros- -mi mujer y nuestros cuatro hijos, H DOS ASTROS DE LA CONSTELACIÓN Salinas tuvo una v i d a relativamente corta, sesenta años; después del desgarramiento de la guerra civil y la turbulencia de la mundial le quedó poco tiempo para serenarse y remansarse. En muchos sentidos su figura quedó truncada, sin plena expansión. Literariamente, su indudable cima es La voz a ti debida, publicada hace ahora justamente medio siglo, y que sigue vibrando como entonces. Guillen ha tenido un largo tiempo para vivir, para escribir, para iniciar diversas trayectorias- -que alguien debería estudiar- para volver, para quedarse, para hacer balances. No sería justo simplificarlo, meterlo en un cajón con etiqueta, rodeado de adjetivos encomiásticos. Merece algo más. Por gratitud a su noble figura, a su obra prodigiosa, a su fidelidad a muchas cosas dignas de ella. Pero todavía más porque los españoles tienen el deber y, más aún, la necesidad de apoderarse de sus bienes, de sus riquezas inalineables, de aquello que constituye lo mejor de su realidad. ¡Qué mal poseemos lo que tenemos! Desde nuestra historia- -esa desconocida- -hasta los hombres- -y mujeres, claro- -que constituyen nuestra más profunda realidad. Sin salir de nuestro siglo, en tantos sentidos asombroso, tenemos en barbecho lo más sustantivo de nuestra cultura. Se cuentan con los dedos los libros suficientes sobre nuestros mayores creadores. Los dejamos pasar en medio de la indiferencia o la hostilidad; cuando mueren se derraman sobre ellos elogios, sobre todo si los inspiran desde fuera; pero no es eso lo que interesa, sino poseerlos, entenderlos, apropiárselos, alimentarse de ellos, dejarlos vivir en nosotros. Si se pasara revista a los grandes de España que han vivido en este siglo daría gana de llorar de rabia medir en qué grado son poseídos, comprendidos, continuados, resucitados por sus compatriotas- -y llamo así a todos los que hablan nuestra lengua. Salinas y Guillen eran dos astros de primera magnitud en esa constelación que llamamos con el año del centenario de Góngora, año en que no pasó casi nada y, desde luego, menos que en los que lo flanqueaban. Formaban parte de esa configuración estelar, independiente de las distancias reales entre las diversas estrellas, que resulta clara, inteligible, resplandeciente. Pero una constelación no es una nebulosa: se compone de estrellas individuales, distintas, aunque agrupadas, inconfudibtes: así es como tienen todo su valor. Si Salinas y Guillen representaban, como creo, una modalidad histórica peculiar, por ellos debería empezar la delicada operación de comprenderlos en todas sus dimensiones para que no se olviden ni se pierdan, para que puedan refulgir con su luz propia. Un medio publicitario único para transmisión de mensajes comerciales a ochenta y nueve países Julián MARÍAS de la Real Academia Española

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