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ABC MADRID 29-01-1984 página 3
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ABC MADRID 29-01-1984 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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EDITADO POR PRENSA ESPAÑOLA SOCIEDAD ANÓNIMA 29 DEGENERO DE 1984 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA N los tiempos en que, dentro del ámbito que ocupaba una posición central en el mundo, dominaba una cultura cristiana que se consideraba la única válida, o al menos incomparablemente superior a todas las demás, como el sentido histórico no estaba desarrollado- -apenas existía- -era casi imposible distinguir lo que esa cultura tenía de cristiano y lo que tenía de social, histórico, temporal, dependiente de condiciones puramente humanas. Entonces era casi inevitable confundir la evangelización con la transmisión de esa cultura que llevaba el Evangelio, el mensaje cristiano. Parecía una cultura cristófora que era comunicada como el excipiente normal de la revelación. La consecuencia es que se transmitía, con el contenido de la fe, por supuesto una interpretación teológica, y mucho más: con los Mandamientos, los usos morales- -los mores- -de la Europa cristiana, incluso aquellos que no eran excesivamente cristianos. Esta actitud, que en alguna medida estaba justificada, hoy nos parece insostenible. Pensamos que la verdad cristiana es universal, que está destinada a todos los hombres de todos los tiempos, que se la puede interpretar partiendo de mentalidades diferentes con los recursos de varios sistemas de pensamiento. Nos damos cuenta de que la moral cristiana tradicional incluye en sí elementos que son una adherencia histórica y social de los pueblos que fueron cristianos temprano; elementos que a veces significan una adulteración de la inspiración evangélica. ABC puede consistir en otra cosa que en renovarlas desde dentro mediante el estímulo del cristianismo. Yo diría que se trata de injertar el cristianismo en el sistema vivo de una cultura que le era ajena para hacerla dar nuevos frutos originales, no tomados en préstamo de otras. Por otra parte, al despojar al cristianismo de las adherencias históricas injustificadas, de la corteza que se le ha agregado durante siglos, no hay que eliminar su historicidad. Cristo se ha encamado en un momento preciso de la Historia, en un lugar concreto del mundo (la escandalosa referencia á Poncio Pilato en el Credo es testimonio de ello) habló en una o varias lenguas; compartió la cultura del pueblo de Israel; se sirvió de los medios de expresión de ese pueblo; el Antiguo Testamento está escrito en hebreo; el Nuevo, en griego, con términos y conceptos que pertenecen a la cultura helénica; el cristianismo se ha extendido en Oriente y en Occidente; ha habido una teología griega y otra latina, nutridas del pensamiento de Grecia y de Roma; el latín, durante siglos, ha sido la lengua de la Iglesia (y sigue siendo su única lengua común, a la que se está renunciando con demasiada ligereza) A este tronco originario se han ido añadiendo las contribuciones teológicas, litúrgicas, literarias, artísticas de los pueblos románicos, germánicos, eslavos. No se puede identificar el cristianismo con la teología de San Irerteo, San Agustín o Santo Tomás; con el Dies ¡rae o la Divina Commedia o San Juan de la Cruz; con la catedral de Toledo o la de Chartres o San Pedro o Santa Sofía; pero, ¿quién se atrevería a decir que el cristianismo no tiene nada que ver con esas realidades? El cristianismo tiene una historia, y ésta forma p a r t e esencial de la t r a d i c i ó n de la Iglesia. La evangelización de una RE D A C C I O N ADMINISTRACIÓN Y TALLERES SERRANO, 61- MADRID- 6 E CRISTIANISMO Y CULTURAS (y II) cultura cualquiera tiene que ofrecer esa historia y hacerla asimilable, compartirla con los que llegan a la oncena hora Quiero añadir todavía una palabra más. Cuando se habla de evangelización de las culturas se piensa sobre todo en culturas que no son cristianas, que han nacido y se han desarrollado fuera del cristianismo. Creo que hay que pensar primero en la evangelización de la culturas cristianas en este momento, hacia el final del siglo XX. Eso que se llama secularización va con frecuencia más allá de la delimitación de las esferas de lo religioso y lo estrictamente temporal que caracteriza la historia europea durante mas de dos siglos, y de una manera progresiva que no excluye algunos pasos atrás o en otra dirección, es la pérdida de las raíces cristianas de la cultura y de los usos, el olvido del origen y el sentido de muchos principios, creencias, interpretaciones que brotan de una actitud cristiana que se ha atenuado y que a veces ha desaparecido enteramente. La evangelización de las culturas que han sido cristianas y han dejado de serio o lo son de manera inerte es una empresa que se presenta a los cristianos de nuestro tiempo. ¿Cómo hacerlo sin recaer en la confusión o la mezcla de lo espiritual y lo temporal? El único medio sería profundizar los contenidos de la cultura r más allá de la superficialidad que demasiadas veces los afecta. Hay que poner al hombre frente a las cuestiones últimas, que rehuye desde el siglo XVIII y sobre todo desde 1960. El olvido de esas cuestiones, o su aplazamiento indefinido, es la tentación de la cultura europea- -y hoy habría que decir, en general, de la occidental- es decir, de la cultura que se llama cristiana. Evidentemente, es menos cristiana; pero si se miran las cosas de cerca, se ve que es también menos cultura, que renuncia a ser esa luz, esa claridad que permite alcanzar la única seguridad que es propia del hombre: aquella que necesita para elegir, para imaginar y proyectar su vida en medio de radical inseguridad que es su condición y su destino. Una cultura que se niega a plantearse las cuestiones últimas, a enfrentarse con ellas sin certeza de poder resolverlas, que vuelve la espalda a los problemas acerca de los cuales el hombre necesita claridad, es infiel a su misión propia. Nos encontramos a última hora con que la evangelización dé la cultura cristiana consiste en obligarle a ser de verdad una cultura. Julián MARÍAS de la Real Academia Española Estamos persuadidos de que se puede ser cristiano sin convertirse en español o francés, o inglés, o italiano (o europeo, u occidental) permaneciendo fiel a la cultura propia Sin embargo, hay un peligro oculto en esta verdad evidente. Se tiene la tendencia a admitir que se puede llegar a ser cristiano sin cambiar nada en la mentalidad, las creencias, los usos de la sociedad a la cual se pertenece. Pero esto equivale a aplicar a los otros países lo que acabamos de rechazar para los de Occidente: la aceptación en bloque de todas las adherencias sociales e históricas que- -lo hemos reconocido- -no tienen nada que ver con la religión cristiana. Y, al fin y al cabo, los elementos s o c i a l e s d e los p a í s e s de Occidente han nacido en la cristiandad, bajo el influjo y la inspiración de la religión de Cristo, lo cual no ocurre con los países cuya historia es extraña a ella. La evangelización de las culturas no GoN -1

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