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ABC MADRID 24-08-1983 página 69
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  • EdiciónABC, MADRID
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c El dulce sabor del éxito De Alexander McKendrick. 1957. Blanco y negro. Noventa y dos minutos. Hoy, a las nueve y veinticinco, por la Primera Cadena, en Sesión de Noche Crítica ¿Y por qué... No deja de ser notable que todos los que de alguna manera comentan en la televisión las vicisitudes de las dictaduras que tantas veces han arruinado a las democracias instituidas en pueblos ibeMás conocido por sus comedias, roamericanos, parece ser que realizadas en los años de esplen- nunca se han preguntado: ¿Y por dor de los legendarios Estudios Ea- qué en Europa y en Norteamérica ling, y entre las que la más famosa sea, acaso, El quinteto de la- -Estados Unidos y Canadá- -se muerte actualmente en la carte- han consolidado tantas democracias, y en cambio no hay ninguna en Sudamérica que pueda presumir de haberlo logrado, o que no corra el riesgo de perderla? Y al decir esto no nos olvidamos de México, donde el PRt gobierna una democracia sui generis que ha ganado todas las elecciones generales desde 1934, cuando ocupó la presidencia Cárdenas. Si no nos diese mucha pereza calentarnos en la testa revisando la complejísima historia de Iberoamérica, comprobaríamos, preparando El dictador chileno Augusto Pinochet una estadística elemental, que el proceso patético que siguió a su independencia, se puede resumir en una constante alternancia: dictadura- democracia, democracia- dictadura. Y no deja de ser curioso que Chile, precisamente Chile, es el pueblo que tenía fama de ser menos militarista, aunque Pinochet es uno de los más tenaces y duros dictadores en la historia hispanoamericana. Y esa pregunta se puede responder: porque la democracia en todo lo esencial es válida para los pueblos del mundo, pero no en lo accidental. Es evidente, por ejemplo, que los techos de las libertades no pueden tener la misma altura en los pueblos de sangre fría- -y aún en ellos no son idénticos esos topes- que en los pueblos de sangre caliente. Y por esta razón todos los hispanos necesitamos mucho tiempo y mucha sensatez para consolidar nuestras democracias y para que funcionen correctamente, sin escandalosas y picaras deformaciones. Y si en España hemos conseguido pasar de una dictadura a una democracia sin arrimarnos al abismo de una nueva guerra civil, es porque conseguimos montar una Constitución que, a pesar de sus trascendentales fallos, ha instituido una Monarquía y ha consa- grado, como Rey, a Don Juan Carlos I, avalado por los siglos como sucesor de sus abuelos. Una institución que no supieron conservar los brasileños, ni los mexicanos, aunque éstos no podían aceptar a los Monarcas españoles que se oponían a su independencia. Todo lo cual quiere decir que los iberoamericanos necesitan librarse de cualquier mimetismo que sea inadecuado para ellos cuando se les presenta la oportunidad de constituir una democracia, idéntica en lo esencial pero diversa en ¡o accidental, insistimos. A B C 69 Detrás de la pantalla: TRES DEUDAS CON DEGLANE Tony Curtís, protagonista de El dulce sabor del éxito lera madrileña, McKendrick hizo gala de un enorme talento en el campo del cine dramático, del que es muestra no sólo la película que hoy nos ofrece, sino también el que fuera su filme prácticamente postumo el infravalorado Viento en las velas Película inédita, salvo error, en las pantallas españolas, El dulce sabor del éxito primer título americano del realizador británico, es una historia centrada en el mundo de cierta Prensa yanqui, una denuncia, sin discursos, de ciertos excesos de Poder. Puede que, a veintincinco años vista, y en función de la permisividad actual, ciertos aspectos del guión de Clifford Odets y Ernest Lehman parezcan ingenuos. Pero, en cualquier caso, en el filme cuenta, antes que la mera trama argumental, la descripción de caracteres, el retrato de Nueva York, el brillante tratamiento de lo que pudo quedarse en simple melodrama. Una admirable fotografía de James Wong Howe pone de relieve el aspecto wellesiano del filme, que subraya una música espléndida de Elmer Bernstein. Y el cuadro de intérpretes hace una excepcional labor, con Tony Curtís a la cabeza y, entre los secundarios, una destacada actuación de Barbara Nichols. Mala Pasable Buena Muy buena Para cinefilos El paso de Bobby Deglané por Televisión fue efímero, mal pagado e irrespetuoso con su talento real comunicativo. Prado del Rey, que ha acogido a lo largo de sus veintiséis años, a tantos talentos para catapultarlos y a otros tantos mediocres para envanagloriarlos no percibió- -en razón a la escasa profesionalidad que ha lastrado grandes áreas directivas del medio- -las enormes posibilidades de quien no sólo era maestro en radiofonismo activo, sino en medios audiovisuales. La locución vivísima de grandes combates pugilísticos, un concurso dominical para la tercera edad, y algunas otras colaboraciones esporádicas, constituyen toda la telebiografía de una personalidad que hubiera podido ser altamente rentable para una Televisión en génesis en varios aspectos: la plasticidad de la comunicación verbal, la simpatía telegénica, el respeto a la amenidad- -condición tantas veces cotidianamente desbaratada, basta con conectar con Prado del Rey y alrededores- la persuasión, la agilidad, la repentización, la improvisación racionalizada, etc. Y, como resumen de todas estas dotes, una muy relevante: la profesionalidad. El periodismo- -sea radiofónico o de cualquier otra natura- leza- -adquiere su verdadera encarnadura de magisterio en la actuación profesional. En el mantenimiento de una calidad contrastada reside precisamente esa profesionalidad. Hay una España de Bobby Deglané como prueba de un maestro que supo mantener la atención hacia su labor y sus creaciones, haciendo su palabra transitiva: eso ha sido un ejemplo de entrar en la Historia, es decir, en la memoria de las gentes. Si el no reconocimiento de esa personalidad es, en Radiotelevisión, una deuda ya impagable, otra, que puede ser hecha efectiva, es la publicación de las memorias magistrales que preparaba días antes de su muerte, como culminación de una síntesis de experiencias de años y trabajos. La tercera deuda es muy sencilla de pagar. Es una deuda de respeto a la memoria. A la valentía ante la muerte, que asumió hasta con rasgos profesionales, manteniendo entrevistas sobre ella, cuando ya la tenía como inminente. Respeto y recordatorio a la vocación. A la lección de humildad del creador que, por encima de sí mismo, amó su trabajo y a las generaciones jóvenes. Esa lección de Deglané es imperecedera. SPECTATOR MIÉRCOLES 24- 8- 83

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