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ABC MADRID 07-04-1983 página 65
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  • EdiciónABC, MADRID
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JUEVES 7- 4- 83- ESPECTAeULOS Crítica de teatro A B C 65 La de San Quintíii mi Galdós revocado pero descolorido Título: La de San Quintín Autor: Don Benito Pérez Galdós. Versión y puesta en escena: Juan Antonio Hormigón. Escenografía y figurines: Tomás Adrián. Música: Albéniz: Intérpretes: Raúl Fraire, Fernando Delgado, Diana Pedérsen, Aurora Pastor, Manuel Andrade, Santiago Alberquilla, Andrés Resino, Pilar Puchol, Fidel Almansa, Rosa Vicente, Ana Isabel Hernando. Teatro María Guerrero. Ricardo III de Shakespeare, en el Español Esta noche se estrena, en el teatro Español, la obra de Witliam Shakespeare Ricardo III bajo la dirección de Clifford WíItiams e interpretada por la compañía de Eusebio Lázaro, que cuenta, para su montaje, con la colaboración del Ministerio de Cultura y del British Council de Madrid. La acción de Ricardo III tiene lugar en 1485. La obra sé contiene a sí misma- -comenta su director- pero conviene resaltar que se refiere al episodio final de un periodo de la historia inglesa qué comenzó más de un siglo antes c o n la muerte de Eduardo Ilí. Su sobrino Ricardo se convirtió en Rey sólo para ser depuesto y asesinado por otro sobrino, Enrique IV. La facción Lancaster de la familia se establéctó así firmar mente en el Trono hasta la muerte de Entp que V. Durante el reinado de su sucesor, Enrique VI, la rama York de a familia luchó por afirmarse y ganar poder mediante una serie de batallas que llegaron a conocerse coma Las Guerras de las Rosas (el símbolo de los York era una rosa blanca, el de los Lancaster una roja) Al fina) vencieron los York. Enrique VI fue asesinado y accedió al Trono el York Eduardo IV, a sü Vez seguido por Ricardo III, quien periíiariéció en el Trono un año escaso, hasta su muerte en la batalla de Bosworth. El nuevo Rey Enrique Vil inauguró la dinastía Tudor. íS Las diversas crónicas dé esta secuencia, incluyendo el ciclo de siete obras escritas por Shakespeare, están repletas de Ricardos, Enriques, Eduardos y Jorges, lo que puede crear cierta confusión en la lectura ele las obras. Pero la confusión desaparece con la representación; r Él propio Eusebio Lázaro ha sido el encargado- de la traducción de ésta obra al español quien c o n r é r t t a como actor, confieso no sentir más necesidad que la derivada de ese extraño impulso, que nos hace a los de este oficio subir al escenario- y vivir una vida ajena, con la nuestra propia, durante el efímero tiempo que duren las representaciones. Sin embargo, algo más ampliamente y como hombre de teatro, sí siento que debo aclarar algo respecto á la aventura de este Ricardo Til en la España de 1983, dirigido por el director inglés de la compañía más. afamada del mundo, la Royal Shakespeare Gompañy. Respecto a Ja obra, en muchos ensayos escritos por exegétas del poeta inglés, se pueden encontrar teorías y estudios que nos hablan, de la contemporaneidad de Shakespeare y de la universalidad de tos conflictos que plantean los personajes de sus obras. Por tanto, no cansaré con lo superfluo de d tarlos, y sea el resultado de nuestra puesta en escena lo que determine si, en este caso, existe o no la conexióníéntre el tema de Ricardo llt, la violencia del Poder y sus crímenes, con los problemas- que vivimos hoy. Tal vez, el espectador tenga, como yo, la sensación de que nuestro mundo ha desarrollado con creces la capacidad del mal que se refleja en la obra, con la ventaja de una mayor sofisticación er los medios de producirte y- -lo que es peor- -quitándole su excepcionalidad al hacerlo cotidiando. Quintín uno de sus éxitos fabulosos, nos parece ahora pobre cómo estructura y como mensaje. Inhábil comovtexto. Ya nadie puede percibir, como los espectadores de su tiempo, el contraste del lenguaje tíaldosiano con el de Echegaray. La garra; ha sido limada por el tiempo y por los desvelos de Hormigón, que esta vez no ha acertado. Lorenzo LÓPEZ SANCHO Entre Tadeusz Kantor y Peter Brook, ta zigzagueante programación del Centro Dramático Nacional coloca ahora en el escenario del teatro María Guerrero una vieja obra de don Benito Pérez Galdós, La de San Quintín r e v i r a replanteada y dirigida por Antonio Hormigón. J y y La de San Quintín ya es sabido- -los programas de mano, cié todas formas, lo dicen- se estrenó en a Comedia él 27 de enero de 1894. Antes habían pasado por esa prueba Realidad que inicialmente había sido una novela dialogada de 1889; La loca de la casa 1892, también novelada preceFemando Delgado, Manuel Andrade, Sandentemente, había compuesto don Benito tiago Alberquilla, Rosa Vicente y don Beotra versión escénica, la de Gerona y los y hito Pérez Galdós dos enormes éxitos de público más regateados por la crítica habían convertido al gran con los caprichosos juegos de luces, que novelista en el necesario fenómeno de rup- rompen el naturalismo galdosiano, introdutura de un teatro que entre Ecnegaray, Vital ciendo inútiles guías para la atención del esAza, Luceñó o Ramos Carrión, ágptaba sus pectador. v- i anteriores formas y no reflejaba ya las inquie- Ekdrarna, jque en Galdós era realista, hutudes dé una sociedad que, entre dificultades, mano, natural, sacado de su tiempo, oído hoy se renovaba. es extemporáneo, pasado, levemente ridículo. La constante oposición galdosiana entre los Fue otro de los más resonantes éxitos de Galdós, esta nueva comedia que ahora, casi personajes hipócritas, en este caso los Buendía, y los sinceros, la duquesa, Víctor, resulta noventa años más tarde, se remoza en un forzado por la extrempsidad interpretativa. Ni escenario madrileño. ¿Era necesario? Si pensamos en la necesidad de restaurar é) con- (a Composición que hace Fraíre de Canseco, rii la que hace de don César Fernando Deltacto del público actual con los grandes autofes d e l p a s a d o s í Pero si íp q u e egado son de recibo. El primero hace un tipo pretendemos es reactualizar los criterios so- cSsj de guiñol; envarado, grotesco de postura ciales de la obra, nos encontraremos con que y ádénfian: E l segundo; crispado, insopórtael enorme cambio del mundo, de las ideolo- splernente rudo y grosero, deteriora por comgías, de las clases y de los comportamientos, pleto eltipo de hipócrita sin escrúpulos que le descubriremos que La de San Quintín es está encomendado. un fósil. A partir de. esos excesos todo se descom Hormigón ha tratado de revitalizar ese íósil 5 pone. Rosa Vicente dice su texto sin ratear introduciéndole escenas que no están en el fária sílaba, lo dice con toda convicción, pero, texto original, y eso lo ha dejado peor. Esas s 1 fáy! sin una nota humana verdadera, sin maalusiones a Galdós, como presente en Ficó- cices válidos. Hay momentos en que lo conbriga, lugar de la acción, tanto por su vecin- vierte en una proclama, y, por contraste, Fidel dad cómo por los artículos y pensamientos de Almansa, afligido por uno de tos figurines él, que vanamente se han introducido en el más ridículos que hemos visto últimamente, papel del notario Canseco, son ridículos añada una sensación arlequinesca con su desdidos que no pueden disimular su intención compuesto movimiento, ya que el más rígido de incluir una doctrina, más que social, socia- sá su pareja lo descompensa. lista que no estaba en el texto original. NinCuatro personajes equivocados son demaguna de las modificaciones y añadidos mesiados. No hay montaje que los resista, y eso jora la comedia. Por el contrario, la le sucede al trabajo, que se adivina esforentorpece. Lo mismo en las escenas añadizado, de Hormigón. Lo natural se convierte das que en los juegos pianísticos interpola- ren artificioso. Los otros personajes quedan dos, o en la transformación del ámbito, una empalidecidos, el marqués de Falfán, don sala a través de cuyo ventanal se ven árbo- ¡José, porque se acercan más a lo real; Lá les, en una especie de terraza al mar por el ¿acción se descompone. En vez de actualique va y viene, antigua, inocente, innecesazarse parece orientada a hacernos reír de las ria, una iluminada maqueta de barco, miendiferencias sociales, de los prejuicios que totras la señorita Pedersen desgrana ilustraciodavía imperaban en 1894 y que Galdós debenes musicales que al propio Albéniz le laba. Las predicaciones socialistas incluidas costaría cierto trabajo aceptar. quedan en pegotes. Y es que es inútil impoTodo produce una confusión de escenarios nerle al: público unas conclusiones. Estas, la allí dónele ef método de Galdós los proponía ydocSrina, la moral, deben brotar naturalmente, daros y determinados. Esa duquesa que coreo Galdós quena, de ta acción y el predillega y hace abrir sus baúles y maletas a toda cado del drama. prisa, en la terraza, exige al espectador un En suma, Galdós no vuelve con buen pie a esfuerzo imaginativo para pensar que el lugar nuestro presente. Parece antiguó, retardado. de la acción ha cambiado. Y lo mismo sucede Era un anticipado, n rompedor; Lade San

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