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ABC MADRID 27-03-1983 página 36
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ABC MADRID 27-03-1983 página 36

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página36
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Uiiu ii i ii MI i M 1 pasado domingT contó en este cuadernillo la historia del mcendio de mi casa, vista desde la altura del pequeño coraJÓn que yo entonces tenia, P e r o un sucefio t u m o ése tiene Giempre en las peqiieñas ciudades- -y mi Astorgra infantil lo era- -un a n c h o r e s o n a d o r de m u c h a s v i b r a c i o n e s Y asi fue como aquella tra redia fam i l i a r me p e r m i t i ó a m i niiiD. e x p l o r a r numerC) so 3 continentes desconocidoa d e n t r o del a l m a h u m a n a Descubrí p o r ejemplo, la. p a r a mi inexplicable, voracidad de los que se aprovechan d e la d e s g r a c i a a j e n a ¿quienn p o r ejemplo, robó aquel reloj q u e pendía de un c l a v o en u n a p a r e d q u e quedo intacta y en la qiíe el clavo permaneció alü. cümo ima denuncia del artero lad r ó n? Entendí, por ejemplo, las a n c h a s Honas de irracionalidad que h a y en el hombre cuando el miedo le dom i n a m e n o a u n d l a persona que. queriendo ayud a r n o s t i r ó d e s d e u n seg u n d o piso lo más preciado q u e en c a s a teníamos, u n a e s t u p e n d a v a j i l l j i d i a abuela. Comprendí que falsos son los refranes que a n u n c i a n que no hay amigos en U hora de la desgracia, veo a ú n a aquel sacerdote sólo desde aquel día conocido y amigo- -que, enaolanado y con m. anieo, e n t r o varias veces en la casa en l l a m a s p a r a a y u d a r a los míos. Si. aprendí muchas cosas aquel día Pero u n a sobre todas. Porque en mi Astorga infantil la gente se quería (a u n q u e a veces, c o m o se verán ae mezclasen al a m o r otros sentimientos) y asi. a las pocas horas del incendio teníamos ya el ofrecimiento de varias casíLS en las que oobiJümoB y Imias eUs. s flin q u e nadie hablara siquiera d e dinero. ¿Quién dijo q u e el e g o i s m o es el r e y del mundo E. Q La casa prestada descubrir los míos que Dios tiene a veces extraños caminos para c o n d u c i m o s a la felicidad. Era la c- asa más hermosa q u e he visto en mi vida, largos pasillos encerados por los q u e casi podría muy distinto. Y, como mi gente ts bastante especial, ya a p r i m e r a s horas de ta tarde empezaron a olvidai se del incendiu y se entregaron apasionadamíinte a la t a r e a de p r e p a r a r la lrf s cuatro se entregaron apasionadamente a la tarea: barrieron, fregaron, limpiaron, sacaron brillo a suelos y metales... Se olvidaron de su cansancio (apenas habían dormido, porque el incendio se prodtyo a líis dos y media d e la noche) y se r e í a n pensando en la wira de sorpresa q u e mi p a d r e p o n d r í a cuando, ai regresar del Juzgado, se encontrara con que l4 xlo estaba listo p a r a seguir Viviendo. Trabajaron contra reloj A las Kiele y media tenía que estar no sólo limpia la nueva c a s a s i n o puesto incluso en la mesa el cafe con teche que mi padre merendaba al llegar del trabajo, Ya viene, ya viene- grito mi h e r m a n a la p e q u e ñ a desde la ventana cuando le Vio llegar. Y todos se prepar a r o n p a r a disfrutar con el gozo que, sin duda, aparecería en el rostro de mi padre, Pero él miró todo con sonrisa triste, y dijo aolo: -Lo siento, pero tenemos que dejar ahora mismo esta casa. 1 Los míos no entendían. Y a ú n les costó mucho t e r m i n a r de c o m p r e n d e r cuando mi padre explicó que acababa de saber que la persona que nos había prestado la casa tenía lui pleito en el Juzgado, nYo sé que él no nos la ha prestado p a r a comprar mi ayuda, pero yo no puedo aceptar en este momento n i n g ú n favor suyo. Se q u e mi m a d r e lloro, que mtentó decir a mi padre que comprendería esta decisión SI él huhiei a sido juez, pero siendo tan solo secretario, ¿en qué podía el influir en la sentencia Pero nadie logró convencerle. Derrengados como e taban. mi madre y mis h e r m a n o s abandonai- on la casa en aquel mismo momontoL sin durmir i n ellji u n a sola noche. Recuerdo cnanto creció en mi la admiración hacia mi padre cuando lo supe Aunque muchos años mas larde a u n s e g u i d mi m a d r e soñando en aquella casa con sol y jardín en la que no llego a vivir. J. U Martin Descamo patinar, u n a enorme galería tan Juminosíi a u e se d i n a q u e no estaba hecha p a r a tomar el sol, sino q u e el sol se había fabricado para ¡lum i n a r a q u e l l a íjalería. Y u n a s e s t a n t e r í a s vacias de itecuí rdo que, e n t r e las Libros, que parecían s o ñ a r iis. is ofrecidas, habla u n a los quí? yo empezaría a comq u e fnlufliasmú a mi madre prar en cuanto nos repusiéJiMii! ijiidin No habían pa- ramos y que me harían olviHadü a u n doce hoi as del in- d a r los q u e ae me habían i i n d i o q u e nos dejó f n la m u e r t o en el i n c e n d i o El calle y ya habían empezado a cielo, pensy, no debe de ser nueva casa Mi madre reunió a mis h e r m a n o s (yo estaba en el seminario y supe todo esto mas tai de) y les dijo que había q u e l i m p i a r IH c a s a muy depriaa y ordenar los muebles que nos habían prestado, de tai m a n e r a que al a t a r d e c e r c u a n d o mi padi- e regresara de su trabajo, se e n c o n t r a r a y a la caím puesta y vividera, como si realmente n a d a UDS hubiera ocurrido. 36

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