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ABC MADRID 19-03-1983 página 49
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ABC MADRID 19-03-1983 página 49

  • EdiciónABC, MADRID
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marzo- 1983 CULTURAL Cotufas en el golfo Discrepando, con perdón l arece ser que cada cual lleva consigo su esqueleto, y por lo que respecta al mío, si no he tenido ocasión de contemplarlo entero, algunos de sus pedazos sí los vi, fielmente recogidos en las fotografías. Por cierto que tienen algo de fantasmal, por transparentes que quedan, y qué en una de sus partes llevan hierros pavorosos, de los que hacen tintinear a los chivatos de los controles en los aeropuertos. Pero cosas tan personales no deben de interesar a nadie, de modo que declararlas en un artículo del ABC viene a ser como una especie de impertinencia. Sin embargo... No hablo a tontas y a locas de mi esqueleto, rio lo traigo a colación por un capricho o como ejemplo de mal gusto literario. La cosa queda bien justificada por el hecho visible de que mi cotufa anterior, -la publicaba el i 2 de jos corrientes en este mismo lugar, os, tenta como ilustración idónea no uno, sino dos esqueletos, el tat sedente, y otro ambulante, ambos cargados de siniestras referen- cias, que es lo. que corresponde a su figura según la semiótica tradicional (qué cuándo fue constituida, aún no se llamaba así) Reco- nozco que, al verlos, me quedé turulato. Yo había escrito algo acerca de la vanidad de las estimaciones literarias, pero no contempladas desdé el otro lado, sino desde éste tan soleado en que vivimos. Determinada decepción más o menos sorprendente me había suscitado una sonrisa, no. una mueca. La mueca es lá manera de sonreír que tienen los esqueletos, y encima de su dudosa belleza trae algo así como una joroba de trascendencia como te ves, me vi; como me ves, te verás del orden de la inscripción pintada en un cementerio de mi tierra, camino de Betanzos a Ferrol: unas frases tremebundas; de las que Je quitan a uno Jas ganas de vivir, y que como compensación inaplazable, conducen a Ja taberna inmediata a tomarse una copa y a ver si la muchacha que le sirve tiene las piernas bonitas y no se le adivina la osamenta. jÉs demasiado fúnebre la broma de la inscripción aquélla! Y fuera de lugar además, porque, aunque figuraba en un lugar visible de un cementerio, el lugar está en Galicia; donde nadie la lee: los gallegos, én materia de huesos de difuntos, tenemos nuestra experiencia y puntos de vista prácticos; La primera medida tomada, frente a augurios macabros de un más allá siniestro, fue él de quitarles importancia. Lea, quien quiera, Un ofto de vidrio de un tal Alfonso Rodríguez Castelao, y alcanzará a comprenderlo; Estq det esqueleto fue invención malintencionada de aquellos amargados del siglo XIV, hacia el final, más o menos, tomado en ocasiones posteriores por algunos barrocos practicantes del humor negro, y algo más adelante, y sin ningún sentido def humor, por algunos románticos mateducados capaces de decorar d huesos de difunto la mesa de un banquete de bodas. ¡Los liay- cenizos! Nosotros, los muchachos de mi tierra, hacíamos con calabazas fingidas calaveras, y les metíamos dentro un cabo encendido de vela: bien instaladas én una encrucijada, no. ponían z miedo a nadie, porque los transeúntes de mi tierra tienen- más miedo de los vivos que de los muertos. Los -muertos nunca han hecho daño a nadie n i han venido jamás con cuentos del más allá, sino, todo lo más, con salmos penitenciales cantados entre ambulantes y nocturnos. Los muertos están muertos, y el mejor destino que se. puede dar a un esqueleto gue tuvo la mala suerte de salir de la tumba, sino, es volver a ella, es la incineración, ¡qué diablo! Todo, menos sacar azúcar de él. En materia de esqueletos conviene siempre repasar Ja meditación de Hamlet ante la calavera de Yorick: lo que le trae al recuerdo aquel hueso; descarnado son los labios graciosos dal bufón, es su ingenio feliz cuando vivía La liturgia católica nunca se puso tan macabra, hasta que se inventó el Dies ¡rae Al alma de los muertos no los recibe música de huesos, sino la gloria de la Jerusalén ce- leste. Lo de entenebrecer el tránsito vino rríás tarde. Y como me gusta ser justo tengo que reprochar a mis paisanos el haber sustituido a morte por o pasamento ¡Qué pasamento ni qué niños muertos! La copla atlán tica; aunque lusitana, viene a decir: Que malíhefixen ávida, que me face viver ásrmf Que mal he fixen á mórte que nao se jembra de mim. Morte, no pasamento. Y sin muecas ni alharacas. Cerrar tos ojos, y ya está. Le pido a mi admirado Grau Santos que, cuando me saque en un dibujo, sea entre flores y muchachas bonitas: algo cuyo esqueleto no pueda adivinarse. Ni aun ei mío, aunque esté mas inmediato. Gonzalo TORRENTE BALLESTER fe la Real Academia Española

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