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ABC MADRID 08-12-1982 página 9
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ABC MADRID 08-12-1982 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página9
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Reportaje gran familia, las diversas familias unidas por lazos de parentesco. ¿Se estará destruyendo, con el crecimiento y la modernización, esa ciudad única? Apenas había empezado en 1968; he estado temblando de que se hubiera evaporado en estos catorce años. No es así. No sólo Jerusalén no ha perdido su estilo, sino que me parece haberlo depurado, va desapareciendo lo que no era tradición, sino cochambre. Se va distinguiendo lo que es la superposición de capas históricas de lo que es mera acumulación de suciedad, abandono, pobreza. Una cosa es un estilo de vida, y otra su decadencia, la imposibilidad de llegar a él. La relativa prosperidad de la ciudad entera la levanta hasta sí misma. Y ello sin distinción de zonas o barrios: probablemente nada está más cuidado y mejor atendido que el recinto en torno a las dos famosas mezquitas; y aunque el nivel de vida de los barrios judíos es más alto que el de los árabes, la distancia es mucho menor que en otros tiempos, y tiende a disminuir. ¿Cómo se está evitando que el desarrollo, el progreso y la modernización acaben con Jerusalén, la sustituyan por otra ciudad, que no tendría de común con ella mucho más que el nombre? En tantos lugares de la vieja Europa, de Espapa sin ir muy lejos, na ocurrido así. Léase el dramático libro de Fernando Chueca, La destrucción del legado urbanístico español, y se verá hasta dónde puede llegar el vandalismo bien intencionado (o casi) peor a veces que las guerras. Y la historia no es nueva: Quod non fecerunt Barban, fecerunt Barberíni. Varios factores, muy diversos, están contribuyendo a la salvación de Jerusalén. Uno de ellos, el ser una ciudad disputada, sobre la cual están puestos todos los ojos. Capital de Israel- -con la misma justificación histórica por la cual la capital de Italia tenía que ser Roma, lo cual hoy parece evidente, pero costó ríos de tinta y de sangre- los israelíes tienen clara conciencia de que Jerusalén es suya, pero no sólo suya. Saben que tienen que compartirla, mantenerla abierta a los demás, y sobre todo a las tres religiones que la consideran santa, a las tres religiones- -temporalmente, los tres pueblos -del Libro. La cuidan como una herencia que tiene copartícipes. En otras palabras, saben que no pueden hacer de su capa un sayo sino que tienen que dar cuentas. Curiosa forma de lo que podríamos llamar posesión con justificación. ¿No podría ser esto un modelo para un nuevo concepto, más complejo, delicado y justo, de la propiedad? En el otro extremo pondría yo la propiedad del petróleo por los países a los que el azar ha puesto encima de los grandes yacimientos geológicos y que han decidido ejercer, en un grado nunca conocido, el yus utendi et abutendi. En segundo lugar, Jerusalén está protegida por la necesidad de la convivencia de miñonas heterogéneas, que no se funden, sino que componen un mosaico; pero un mosaico es una figura, una armonía; si esto falta, es simplemente un caos; y en un caos nadie puede vivir. Claro que eso es lo que quieren algunos, pero no los que están dentro de la ciudad, ni siquiera del país. Sólo se puede convivir en una ciudad; por eso Jerusalén tiene que ser una, y sobre todo tiene que ser ciudad, ese instrumento delicado, esa invención genial y milenaria que ha tomado mil formas y está siempre en peligro. Pero hay dos factores más, tan distintos entre sí que vienen de zonas de la realidad sin aparente MIÉRCOLES 8- 12- 82 conexión, y que convergen como en la vida humana se encuentran todas las realidades con las cuales se hace: uno es la piedra; el otro, la nostalgia. Jerusalén es un ciudad íntegramente de piedra. Está construida sobre roca, y hecha de roca, que es el fundamento de todo el lugar en que está emplazada. Tantas veces destruida, siempre recons- truida con la misma piedra de que está hecha. Es una nueva versión del mito del Fénix. Esta materia, este material impone su estilo a lo largo de los siglos y las dominaciones. La misma piedra cruza los milenios de la historia, impone su admirable tiranía arquitectónica. La nobleza del material asegura un mínimo de dignidad a la urbe. Y es el elemento unificador, envolvente, de todos los barrios, nuevos y viejos, de cual- quier religión u origen étnico. Sin la piedra, ¿dónde estaría Jerusalén? No solo es resistente, tenaz, erguida frente a la adversidad y la mudanza, sino que cuando la demolición o el incendio parecen haber acabado con ella, renace, como de una matriz inagotable, de las canteras que vieron nacer a Jerusalén. Y la nostalgia. No de ahora, de siempre: de los cautiverios, de las destrucciones, de los templos asolados, de los enajenamientos religiosos o políticos, de las invasiones y dominaciones, de las prohibiciones, o simplemente de la distancia y la imposibilidad de llegar. Jerusalén ha sido siempre, para medio mundo, lugar de peregrinaciones: pero peregre quiere decir en latín lejos. Peregrínus es el que a través de los campos (per agros) viaja al extranjero o viene del extranjero. Jerusalén es la lejanía; los que están allí es porque han llegado (aunque hayan nacido en la ciudad) El año que viene, en Jerusalén ha sido la despedida de los judíos de la diáspora. Análoga actitud han tenido los peregrinos cristianos a los Santos Lugares, lo musulmanes en busca de sus lugares sagrados de oración. Esa nostalgia, esa aspiración, esa querencia- -admirable palabra española- -vivifican Jerusalén y la hacen pervivir, seguir viviendo, pase lo que pase. ¿Se quiere todavía más? En el capítulo primero de los Hechos de los Apóstoles se cuenta cómo Jesús, resucitado, se dejó ver de sus discípulos muchas veces durante cuarenta días, comió con ellos y les mandó no apartarse de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre; y cuando le preguntan si es ahora cuando va a restablecer el reino de Israel, Jesús les responde que no les toca a ellos conocer los tiempos ni los momentos. Y diciendo esto se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos, y dos varones con hábitos blancos les dijeron: Varones galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que ha sido llevado de entre vosotros al cielo, vendrá así, del modo que lo habéis visto ir al cielo. Así se derramó por el mundo la gran nostalgia que había nacido en Jerusalén. Julián Marías ABC 9

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